Sociedad
«Suárez no negoció y condujo el proceso de manera que la oposición solo podía romper la baraja»
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COLABORA2024
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La transición es uno de los periodos más fascinantes de la historia española reciente. Se han escrito miles de páginas desgranando sus claves pero nunca habíamos tenido una aproximación a lo que ocurrió en los meses posteriores a la muerte del dictador desde el punto de vista del embajador norteamericano Wells Stabler. Jorge Urdánoz (Pamplona, 1971), profesor de Filosofía del Derecho y experto en sistemas electorales, se ha propuesto desgranar las claves de todo lo que pasó y lo cuenta en ‘La transición según los espías’ (Akal, 2024).
Leídos los cables, ¿la transición fue ruptura o reforma?
La sensación que transmiten los cables es que fue un proceso de reforma empujado, sobre todo, por la élite del gobierno de Suárez y por el rey. Un proceso en el que la oposición se acabó subiendo al barco que se les ofrecía. Pesa más el lado de la reforma que el de las rupturas y a la oposición no le queda más que comulgar con ruedas de molino. En buena medida, sí es cierto que el plan de la oposición era el de la ruptura. Que apostaban por un gobierno provisional que celebrase unas elecciones y con el que se hubieran depurado los aparatos franquistas tanto policiales como judiciales y administrativos. Y, desde luego, una consulta a la ciudadanía sobre el modelo de Estado.
¿Qué opinión te merece Stabler, como documentalista de la transición española?
Es un personaje fascinante. Su visión es fundamental porque la información que recoge en los cables es abrumadora. Primero por la extensión de los sitios a los que llega. Luego la confidencialidad de las fuentes y sobre todo por lo que yo llamo la imposibilidad del relato. Son cables inmediatos tras las reuniones. No tiene cabida que sean interpretados de una u otra manera, que eso es muy habitual en los relatos históricos conforme pasa el tiempo. Los cables muchas veces rompen con ese relato que nos hemos contado a nosotros mismos. Todas estas características hacen que los cables tengan un valor histórico terrible.
Respecto a la ley electoral, aseguras que el acuerdo entre el gobierno de Suárez y la facción de Manuel Fraga dio lugar al sistema proporcional corregido que tenemos en la actualidad. Los cables de Stabler demuestran que el miedo a Fraga por parte de Suárez pesó más que las exigencias de la oposición.
Esto es algo que también ha dicho Ignacio Sánchez Cuenca, que la oposición asume el plan de Suárez y transige con sus propuestas, pero luego ella misma compra el relato idealizado de la transición. Por ejemplo, esta idea de que la proporcionalidad se negoció con la oposición. Yo creo que no hay ni una sola prueba de que eso sea así y hay muchísimas pruebas empíricas de que fue todo lo contrario. La proporcionalidad la decide Suárez y la negocia con los procuradores en la Ley de la Reforma Política sin contar para nada con la oposición. ¿Por qué la oposición ni entonces ni después ha dicho nunca «oiga, que esto no fue así»? Porque ese relato también le da cierto protagonismo a la propia oposición y al final es una suerte de autoengaño en el sentido de que resulta mucho más placentero psicológicamente asumir que sí que hubo una negociación. Por eso yo cada vez veo más una suerte de proceso de autoengaño colectivo, es decir, un relato construido. Al gobierno y a los sectores continuistas de la dictadura les interesaba mucho, como a la oposición, un relato de negociación y pacto. La oposición poco podía hacer que no tuviera un precio elevadísimo. No estoy diciendo que tuviera que hacerlo ni mucho menos. Pero Suárez no negoció, digamos que condujo el proceso de tal manera que la oposición la única alternativa que tenía para oponerse era romper la baraja y decir no nos presentamos a las elecciones y nos vamos a un escenario de confrontación. Suárez era muy listo y sabía hasta dónde podía llegar con la reforma de tal manera que la oposición entrara.
«Al gobierno y a los sectores continuistas de la dictadura les interesaba mucho, como a la oposición, un relato de negociación y pacto»
Con la legalización del PCE es curioso el doble juego de la oposición que pide en público que se legalice el PCE pero en privado se muestra comprensivo con el gobierno por no llevarla a cabo, ¿era más una cuestión de miedo de competir con un rival que pensaban sería muy fuerte?
Sí, varios ministros de entonces se quejaban de eso. Que González y los líderes de la oposición entendían que no se podía legalizar al PCE porque los militares suponían un peligro y podría pasar cualquier cosa, pero después en público, tanto ante los medios como en los mítines, exigían continuamente como conditio sine qua non la legalización del PCE. Es muy extraño que ellos mismos se quejen ante Stabler. Es curioso porque es una clase política que viene de la dictadura y no estaba acostumbrada a ese estilo de hacer política en el que la opinión pública ya es tan importante. Para ellos la opinión pública ni siquiera existía. Venían de los 40 años de franquismo en los que no había ni oposición, no había críticas y no había nadie que pudiera tener en cuenta en ese sentido.
Según cuentas en el libro, Irvin Brown, el principal líder sindicalista norteamericano de la época, vino a España y en sus entrevistas con el rey y el gobierno les habla abiertamente de financiar a UGT para contrarrestar el peso de CC.OO. y evitar que los sindicatos españoles fueran demasiado radicales.
Efectivamente, hay un cable en el que el rey avala esa política de sufragar a UGT para así debilitar a Comisiones Obreras, que era el sindicato de los comunistas. Lo explico en el tercer capítulo, cuando cuento que la clase dirigente del gobierno de la dictadura diseñó en buena medida la institucionalidad que luego se plasmaría en la Constitución. No solo jugaban a modificar las instituciones, sino que también jugaban a modificar el estado de partidos e incluso el estado de los sindicatos. Favorecen también al PSOE frente al PCE porque quieren conformar un sistema de partidos. En muchos cables dicen «nos gustaría que hubiera dos partidos grandes y luego los dos extremos a izquierda y derecha, pero sobre todo dos partidos grandes con un bipartidismo». Y juegan sus bazas para potenciar al PSOE y luego crear ellos mismos un partido de centroderecha. Y con los sindicatos también actúan. Comisiones Obreras es el sindicato con más fuerza y por eso deciden inflar, sufragar, subvencionar y financiar a UGT, que parece más responsable para modificar el campo sindical. Es decir, generan o diseñan ciertas instituciones, pero a la vez juegan sus bazas para modificar el sistema de partidos en un sentido y el sistema sindical en otro.
«Es una clase política que viene de la dictadura y no estaba acostumbrada a ese estilo de hacer política en el que la opinión pública ya es tan importante»
O sea, que el sujeto protagonista de la transición no fue tanto el pueblo como las élites que lo diseñaron.
Es cierto que la sociedad no apostaba por la violencia, pero que fue una operación diseñada en un despacho o en unos cuantos despachos y luego aplicada poco a poco también es verdad. Yo hablo de los injertos. Hay una semilla institucional que ellos diseñan, pero luego la oposición y la gente desde abajo logra cosas. Por ejemplo, la descentralización y el estado de las autonomías. Todo eso no salió del diseño de despacho del último gobierno de la dictadura y sí que hubo muchísimas resistencias desde abajo y al final se acabaron plasmando.
Señalas que la química entre los personajes también es importante. Suárez y González se entendían bien, igual que con el rey, pero luego ninguno de los tres soportaba a Manuel Fraga.
La transición es una etapa anómica en la que las normas que regían antes dejan de estar vigentes y en la que no hay reglas claras a las que todo el mundo se atenga. En ese escenario, las propiedades como la simpatía personal o el talante facilitan o dificultan mucho las relaciones. Por ejemplo, es muy famosa la anécdota de la elección de Suárez como presidente de gobierno, que el propio Torcuato reconoció que manipuló esa votación del Consejo del Reino para que sin que ellos lo supieran eligieran a Suárez. Y entonces uno se pregunta, ¿por qué el rey quería que Suárez fuera el candidato? Pues por afinidad personal, no por cercanía política. No había ideología y simplemente el rey y Suárez tenían feeling. Tenían confianza personal. Y ese fue el criterio que le llevó a elegirlo. Pero no había nada ideológico más allá de afinidad evidente en los intereses. Y con Fraga era todo lo contrario. En los cables de Stabler se refleja que el rey no quiere que Fraga sea el presidente del futuro gobierno. En el libro cito una información que he leído que el rey no soportaba a Fraga porque era muy arrogante y le ha aleccionado continuamente.
En el cable que defines como «informe de la transición» llama la atención que Stabler ve en la cuestión regional/nacionalista el gran desafío de la Constitución, ¿tan evidente era que el encaje territorial nos iba a seguir marcando 50 años después?
Adivina incluso la Constitución y los debates de las futuras cortes constituyentes. Describe cómo se van a generar dos círculos concéntricos, solapados. Dos mayorías, una de centro que irá hacia la derecha y otra de izquierdas. Y así fue. El hecho de que anticipe escenarios y acontecimientos está muy bien, pero a mí lo que más fructífero me parece de los cables es la información sobre lo que los sujetos en ese momento querían y hacían para conseguirlo. O sea, no es tanto la clarividencia de Stabler, que es brutal y deslumbra, sino la información que da de cómo los diferentes sujetos con poder van tomando las posiciones que querían y todo fechado.
«Todo lo que ocurría con relevancia política está reflejada en los cables»
Le falta solo la cuestión territorial, supongo porque al estar en Madrid no habla directamente con Arzalluz ni Tarradellas.
Él no entabla conversaciones directas precisamente porque está en Madrid con los nacionalismos vasco y catalán, pero en los consulados de Barcelona y Bilbao todos los agentes reportan sus informes a la embajada. Y luego los representantes del PNV y los representantes catalanes en Madrid, aunque todavía no exista el Parlamento, ya están en la Comisión de los Nueve y todos los partidos están representados en Madrid. Es decir, sí que le llega la información.
Te has centrado en la legalización del PCE y la aprobación de la ley electoral, pero cierras el libro con un llamamiento a investigar más cuestiones, ¿qué otros temas esconden los cables de Stabler?
De esos años hay mucha información sobre el conflicto del Sáhara con Marruecos. También está la cuestión de la formación de UCD y cómo maniobran las distintas familias de aperturistas para llevarse el gato al agua. La organización de la oposición y de distintos personajes como Trevijano. También está el terrorismo de ETA y los GRAPO, que tenían claro que no había ninguna vinculación con el PCE ni con Carrillo. Todo lo que ocurría con relevancia política está reflejada en los cables. Por eso hago un llamamiento a los historiadores que tengan líneas de investigación relacionadas porque ahí hay un material muy valioso.
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