Tener tiempo: ensayo de cronosofía
El filósofo Pascal Chabot reflexiona sobre nuestra relación con el tiempo a lo largo de la historia en ‘Tener tiempo: Ensayo de cronosofía’ (Alianza Editorial, 2024).
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Ya no tenemos tiempo. En este planeta, centenares de millones nos encontramos en el mismo caso, repitiendo varias veces al día: «Lo siento, no tengo tiempo». Hubiéramos querido escuchar mejor lo que alguien nos decía, sentarnos, profundizar en la cuestión. Hubiéramos preferido no ponernos nerviosos, no acortar la discusión, responder tranquilamente a esa llamada y no escribir simplemente: «Es imposible, lo siento» a una petición importante. Hubiéramos querido pasar el tiempo necesario con este niño singular que nos hacía una pregunta. Y quizá leer tranquilamente ese volumen sobre las maneras de vivir a bordo de una estación espacial. O quedarnos un rato en la cama por la mañana, escuchando los sonidos de la naturaleza a la hora en que se abren las flores.
Y resulta que no tenemos tiempo ni para una cosa ni para la otra. Nos enfrentamos a la realidad con el mismo régimen apresurado. Caminamos un poco más deprisa, hablamos un poco más alto. Trabajamos de la mañana a la noche. Miramos hacia delante, obligando a los que desean hablar con nosotros a acelerar la marcha, mientras nos apresuramos para alcanzar a otras personas. Somos legiones desatinadas avanzando por las autopistas de la vida, al asalto del futuro, espoleados por las ideas de obligación, de proyecto, de crédito, de días mejores, de próximas vacaciones, como si fuéramos sus caballos de carreras. Las listas de tareas pendientes son nuestro tonel de las Danaides, se llenan a medida que las vamos vaciando. En los registros olvidados de cada bandeja de entrada, pequeños iconos culpables nos indican que no hemos hecho los deberes. A veces, todos estos incumplimientos nos llenan de vértigo, porque lo que hacemos se olvida rápidamente, pues encuentra su lugar en un pasado caduco, mientras que lo que queda por hacer se impone, imperioso como un reto para el mañana. ¡Estarás a la altura! ¡Llegarás a tiempo!
Nos enfrentamos a la realidad con el mismo régimen apresurado: caminamos más deprisa, hablamos más alto
Y todo el mundo llega a tiempo. El respeto de los compromisos es una cortesía social elemental. Cada día cumplimos con nuestras tareas, llenos de orgullo. No por correr más trabajamos peor. El respeto de las cadencias, por muy coercitivo que sea, no impide que podamos llevar a cabo las tareas que emprendemos, ni que cumplamos con nuestras obligaciones. Tenemos que correr como una liebre, comer apenas, pero al cabo del día lo habremos logrado. Como dice una expresión, hemos cumplido con el horario, que ha alumbrado un resultado satisfactorio. No siempre llegamos al burnout, este dolor de lo imposible de hacer. En la mayor parte de los casos, hacerlo es posible, y además lo logramos: lo muestran los resultados.
Y queda esa vocecita que debemos escuchar mejor: «Tengo la impresión de no tener tiempo». Lo decimos así, entre dos cadencias, entre la última sesión de Zoom y la preparación de la cena, saliendo de la obra o en el atasco que separa dos reuniones. O también a propósito de una persona a la que nos gustaría ver, un libro que lamentamos no haber empezado. «Me hubiera gustado, pero no tengo tiempo…». ¿Qué dice esta excusa tras la que se esconde el yo? Dice que el sujeto se disculpa incriminando al tiempo que no tiene. No soy yo, parece decir, es el tiempo que no tengo. A veces esta excusa parece demasiado fácil. Quizá incluso de mala fe. Después de todo, el tiempo no decide si podemos ver a un amigo, es más bien la amistad que no se termina de imponer, la persona que no opta por cultivar una relación de forma prioritaria. Somos libres, y eso el tiempo no lo puede cambiar. Es demasiado fácil hacerle cargar con toda la responsabilidad por nuestra actitud. Si no he leído este libro no es porque no tenga tiempo, es precisamente porque he tenido otras prioridades. ¿Entonces solo es un problema individual? ¿No es una cuestión de libre elección?
Este texto es un fragmento de ‘Tener tiempo: Ensayo de cronosofía’ (Alianza Editorial, 2024), de Pascal Chabot.
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