Opinión

Ideología vs. racionalidad

La ideología a menudo contradice la realidad, los hechos mismos y su objetividad. Frecuentemente, incluso, es diametralmente opuesta a esa realidad.

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11
julio
2024

Desde finales del siglo XVIII cuando los ideólogos franceses acuñaron el concepto de ideología este ha ocupado un lugar central en el pensamiento político, sociológico, filosófico y antropológico. La ideología sería una herramienta del poder para moldear la conciencia colectiva y ajustar esta a los intereses del mismo; algo así como el filtro o sistema operativo que moldea nuestras conciencias. La ideología es ejercida y perpetuada a todos los niveles y escalafones sociales; digamos que se ramifica a todos los niveles y en todos los estratos sociales. Al igual que el «negro de la casa», del que hablaba Malcolm X, en contraste con el esclavo negro que trabajaba el campo, son a menudo los propios sometidos quienes velan por que el poder imponga su influencia.

Curiosamente, a día de hoy, es una supuesta izquierda la que vela por que la ideología y los poderosos impongan su discurso. Como afirma un meme de internet: «Activista de izquierdas cree luchar contra el sistema mientras su discurso coincide con el de las corporaciones, las universidades, la televisión y Hollywood». Como dijo Gil Scott-Heron en una famosa canción, hace ya mucho: «The revolution will not be televised» (la revolución no será televisada), siendo la televisión otro de los canales que favorece el discurso ideológico. La izquierda ha pasado, por medio de una transición dialéctica, a estar del lado del sistema, del poder, y sin tener conciencia de ello: se ha tornado presa de la ideología con gran ahínco y voluntad. Ya sabemos que tradicionalmente la izquierda ha sido contraria a las empresas farmacéuticas y, curiosamente, durante la crisis del covid ha apoyado sin freno alguno los intereses de tales corporaciones. Y lo cierto es que hay multitud de ejemplos similares. Podemos afirmar que la izquierda y su discurso ha sido cooptado por el poder, con gran éxito. Y ese cooptar, debo decir, es la mayor manera de desactivar y neutralizar a un antagonista político y social.

La ideología a menudo contradice la realidad, los hechos mismos y su objetividad. A menudo, incluso, es diametralmente opuesta a esa realidad. La ideología es un mecanismo antirracional, siendo el enfoque racional aquel que conduce a una vida libre (puesto que nos permite tomar decisiones mejores y más convenientes para nosotros). En el caso de la política, la coherencia sería una forma de ser libre, mientras la visión ideológica es incoherente. El sujeto que ejerce su voto ideológicamente carece de coherencia. Esta falta de coherencia es más que palpable tanto en la izquierda como la derecha. Un ejemplo es la visión que la izquierda a menudo tiene de la ciencia. La ciencia ha sido tradicionalmente baluarte de la izquierda, pero el pensamiento posmoderno, base ideológica de la izquierda woke, es contrario a la misma, haciendo de esta un constructo cultural. El discurso de izquierdas, por ejemplo, dice creer en la ciencia cuando habla de calentamiento global, pero no cuando habla de feminismo, por ejemplo, cuestionando la validez de la ciencia biológica al afirmar que todo es un constructo cultural.

La falta de coherencia es síntoma de un enfoque típicamente ideológico

La falta de coherencia de tal posición es manifiesta, puesto que la ciencia será válida en todos los casos, no solo en los que interesan a cada cual. La falta de coherencia es síntoma de un enfoque típicamente ideológico. La derecha, por su parte, habla hoy día de la libertad de expresión, cuando tradicionalmente no ha sido precisamente aliada de la misma. Da la sensación de que la derecha cree en la libertad de expresión cuando los contenidos de la misma favorecen un discurso más tradicional, etc. Lo mismo ocurre con el nacionalismo. La derecha ha sido nacionalista, patriota, en cuanto a la idea de España, pero no ocurre los mismo cuando se trata del nacionalismo catalán o vasco. En esos casos, la derecha habla de la enfermedad del nacionalismo y sus deletéreos efectos, de lo absurdo e irracional que es el nacionalismo. Aquí detectamos, de nuevo, una evidente falta de coherencia.

De nuevo, en el caso del covid, la incoherencia política era total, tanto en la derecha como en la izquierda. Un día la derecha afirmaba que Pedro Sánchez gobernaba una dictadura al tenernos encerrados y, al otro, decía que íbamos a morir por culpa del 8M y sus manifestaciones, puesto que supondría un contagio peligroso. Y lo mismo la izquierda, que celebraba el 8M o protestaba por la muerte de George Floyd generando grandes aglomeraciones humanas, para luego llevar las mascarillas y apoyar el confinamiento como medidas para proteger a los más vulnerables.

Lamentablemente, la mayor parte de la gente opera y vota ideológicamente, no de modo racional y coherente. La política se asemeja a un deporte como el fútbol, que mueve masas. La mayoría vota como votaría un fanático del Real Madrid o el F.C. Barcelona: desea que su partido político gane, como el aficionado desea que su club salga vencedor en la Champions League. Tal realidad no puede sino perjudicar a la ciudadanía como un todo, puesto que es esta la manera alienada y vasalla de votar y actuar; una modalidad de actuación contraria a la libertad, la coherencia y la razón.

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