Internacional
La democracia, un sistema a la baja
La calidad de la democracia en países en desarrollo y en proceso de transformación ha experimentado un declive constante en los últimos 20 años. Los últimos hallazgos del Bertelsmann Transformation Index muestran que, de los 137 países analizados, solo 63 siguen siendo democracias.
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La calidad de la democracia en países en desarrollo y en proceso de transformación ha experimentado un declive constante en los últimos 20 años. Los últimos hallazgos de la décima edición del Bertelsmann Transformation Index (BTI) de la Fundación Bertelsmann muestran que, de los 137 países analizados, solo 63 siguen siendo democracias, mientras que la mayoría se clasifican como autocracias. En su análisis de la calidad democrática, el desarrollo económico y el desempeño de la gobernanza en 137 países, el BTI registra nuevos mínimos globales promedio en cada una de estas áreas. Sin embargo, hay razones para tener esperanza. Países en transformación como Brasil y Polonia, donde los votantes han rechazado las tendencias autoritarias, muestran el potencial para revertir la erosión de las democracias.
Los informes y datos por país del BTI muestran que cada vez son más los países que restringen particularmente los derechos de participación política, que van desde la celebración de elecciones libres y la libertad de reunión hasta la libertad de expresión. Además, la continua erosión de la separación de poderes y el espacio cada vez más limitado para la participación de la sociedad civil están exacerbando estos desafíos.
Este estado deteriorado de la transformación política está estrechamente vinculado a un declive similar observado en la gobernanza. La erosión de los controles y equilibrios socava la responsabilidad ejecutiva, mientras que las restricciones a la participación política hacen cada vez más difícil criticar las políticas gubernamentales. Además, los casos de abuso de poder y corrupción a menudo quedan sin castigo, perpetuando una cultura de impunidad. El deterioro de la confianza en las instituciones y procesos democráticos es otra consecuencia de una mala gobernanza.
Estas tendencias adversas en la gobernanza y la transformación política se han desarrollado en un contexto de empeoramiento de las condiciones económicas que tienen su origen en la invasión a gran escala de Rusia a Ucrania. Esto ha provocado un aumento de los precios de los alimentos y la energía, y ha incrementado la inflación pospandemia en muchos países. Al mismo tiempo, muchos gobiernos no están dispuestos o no son capaces de adoptar políticas económicas sostenibles e inclusivas a largo plazo. En cambio, sus esfuerzos están orientados hacia el mantenimiento de un sistema corrupto de clientelismo que obstaculiza tanto a la competencia económica libre como a la justa.
El desarrollo en América Latina y el Caribe refleja esta tendencia. Los estilos políticos polarizadores se han vuelto habituales, lo que debilita aún más los sistemas de partidos ya fragmentados. Además, los candidatos radicales que se sitúan fuera del espectro político dominante están ganando popularidad y desafiando a instituciones persistentemente débiles. Así, la tendencia a la polarización está exacerbando la inestabilidad política y erosionando la democracia. Prueba de ello es el debilitamiento de las instituciones democráticas en América Central y la débil gobernanza democrática en países como Argentina, Brasil y México.
La tendencia a la polarización está exacerbando la inestabilidad política y erosionando la democracia
Las puntuaciones promedio para la mayoría de los indicadores de gobernanza han disminuido en América Latina y el Caribe durante el período analizado, especialmente en áreas como la coordinación de políticas, la priorización, la implementación, la exclusión de actores antidemocráticos y la gestión de conflictos. Ello allana el camino a una combinación peligrosa de débil capacidad de gobernanza y fracaso de los gobiernos para una gestión eficaz de las divisiones y conflictos entre sus poblaciones. Contrarrestando esta tendencia, la gobernanza democrática ha mejorado en Colombia y la República Dominicana.
En lo que respecta a África del Norte y Oriente Medio, estos siguen siendo territorios gobernados de manera autócrata. Todas las esperanzas políticas generadas por la Primavera Árabe se han disipado. En Túnez, Kais Saied se benefició notablemente de la incompetencia legislativa, al igual que Nayib Bukele en El Salvador. Su movimiento contra el parlamento y, por lo tanto, contra el partido islamista Ennahdah, fue enormemente popular al principio, y le ayudó a consolidar el gobierno autocrático. Los sindicatos tunecinos, que conforman el actor más fuerte del país, guardaron silencio y sacrificaron logros democráticos a cambio de seguridad y una supuesta mayor eficiencia, las cuales todavía están por manifestarse.
A escala global y regional, también es cierto que se percibe una resiliencia democrática. Al igual que las elecciones detuvieron el deterioro democrático en Kenia, Zambia y, más recientemente, en Polonia, también se han producido recuperaciones democráticas en Brasil y Honduras, así como en Guatemala. Todos estos casos muestran que la movilización de la sociedad civil debe combinarse con el control institucionalizado del poder gubernamental, ya sea por parte del poder judicial, las autoridades electorales o los medios de comunicación, para resistir con éxito las tendencias autoritarias. Fortalecer y salvaguardar estas fuerzas e instituciones cívicas se consolidan como estrategias primordiales para fortalecer la democracia.
Sabine Donner es directora del Bertelsmann Transformation Index, Bertelsmann Stiftung.
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