Internacional

Lucha contra el crimen organizado: éxito y fracaso en El Salvador

Sabiendo que las cárceles son el corazón de las maras, el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, ha tomado los centros presidiarios como diana de su operativo, consiguiendo que las maras queden acéfalas y sin dirección firme.

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08
abril
2024

Pese a la popularidad de la violencia y del crimen organizado en América Latina y el Caribe, sus expresiones son heterogéneas, siendo necesario atender al escenario concreto de cada país. Paralelamente, las políticas públicas que se desarrollan para enfrentar esta criminalidad desenfrenada también merecen detenida atención.

En El Salvador se identifica a las maras como uno de los principales retos del país en las últimas décadas. Las maras son el producto de los vínculos entre todos aquellos jóvenes que se vieron obligados a migrar a Estados Unidos por culpa de la guerra civil y que no fueron bien acogidos por su sociedad. Como resultado de este rechazo, se conformaron estas agrupaciones capaces de proporcionar un anhelado sentimiento de adhesión, pertenencia y protección a sus miembros. Las deportaciones ordenadas por Clinton supusieron el retorno de las maras a El Salvador, estando ya habituadas a proceder de manera violenta y a manejarse en el espectro de las actividades ilícitas. A pesar de ser consideradas «mafias pobres» por su baja profesionalización y reducida capacidad económica, las maras acabaron por convertirse en un grave problema para El Salvador.

A comienzos del siglo, el aumento en la tasa de homicidios provocó que el presidente Francisco Flores apostase por una estrategia de «mano dura». Este tipo de políticas refiere a prácticas de orden policial y jurídico que tienen como fin dar un mensaje de fortaleza y rigor frente a las conductas que alteran el orden o son una amenaza latente contra el Estado y la sociedad. La traducción al plano real fue un proceso de encarcelamiento masivo. Su paso por las cárceles supuso una oportunidad de transformación, complejización y jerarquización de las estructuras organizativas de las maras. Posteriormente, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional optó por una «tregua» basada en la negociación con las cúpulas de las maras para lograr una disminución de su actividad, medida que tuvo poca acogida en la sociedad salvadoreña.

Estas idas y venidas en la postura del gobierno ante las maras, aparte de no dar respuesta al problema, acabaron generando descontento y desgaste en el votante

Estas idas y venidas en la postura del Gobierno ante las maras, aparte de no dar respuesta al problema, acabaron generando descontento y desgaste en el votante. En esto se fundamenta el éxito electoral de Bukele, que logra hacerse cómodamente tanto con la presidencia como con la Asamblea.

El paquete de medidas de Bukele para erradicar a las maras ha consistido en llevar la mano dura a su máxima expresión, pues no hay equilibrio de poderes que se le interponga. Sabiendo que las cárceles son el corazón de las maras, Bukele toma los centros presidiarios como diana de su operativo, consiguiendo que las maras queden acéfalas y sin dirección firme. Adicionalmente, existen otros factores que refuerzan el triunfo de la estrategia: elevados costes de permanencia, la debilidad de sus estructuras de financiamiento o el rechazo de la sociedad salvadoreña.

A su vez, la falta de oposición ha supuesto una deriva autoritaria del gobierno de Bukele. Esto supone una reducción del Estado de derecho y de la democracia en El Salvador, sin llegar a ser garantía de una sostenibilidad en el tiempo de esta desarticulación de las maras.

El caso de análisis de El Salvador permite comprobar que la naturaleza del crimen organizado y su violencia está sujeta al contexto particular de cada país. Esto abre un horizonte de potenciales casos de estudio que permitan caracterizar pertinentemente la situación de cada país de la región. De este modo, se facilita una toma de decisiones afinada y coherente que por fin consiga mejorar los indicadores de violencia y desarrollo en Latinoamérica y el Caribe.


Érika Rodríguez Pinzón y Thiago Rodrigues hacen parte de GATE Center

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