Cultura

«Quieres ver aquello que te perturba porque necesitas saber cómo de malo es»

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09
abril
2024

Boddie es la voz de un podcast de éxito sobre ‘true crime’. Tiene audiencia y fama. Ahora también tiene un pasaporte de vuelta al lugar en el que pasó una de esas cosas que marcan la existencia: el asesinato de una compañera del instituto. El internado en el que se educó la invita para dar un curso a su alumnado sobre podcasts. Y quizás esa sea la oportunidad para abordar ese crimen fundacional. Ese es el punto de partida de ‘Tengo algunas preguntas para usted’, la última novela de Rebecca Makkai –una de las voces más destacadas de la literatura actual estadounidense– y que acaba de publicar en castellano Sexto Piso. Por supuesto, la novela nos lleva por los recovecos de los misterios de quién es el asesino. También nos invita a preguntarnos por una de las obsesiones modernas. Y lo que dice sobre nosotros.


La protagonista de tu novela tiene una relación personal con lo que cuenta, pero ¿por qué estamos las demás personas tan obsesionadas con el true crime?

Lo que es escribo es ficción y no true crime en sí mismo, pero es ciertamente sobre estos medios y conversaciones sobre el true crime. Durante la mayor parte de la historia, solo conocías en tu vida a un pequeño grupo de personas. Si se encontraba a alguien muerto necesitabas figurar por qué, dónde había sido, si habían comido algo que no deberían o si los habían asesinado. Era una cuestión de supervivencia descubrir qué había pasado, para evitar el error cometido o para figurar quién había hecho algo malo y expulsar a esa persona de tu grupo. Ahora recibes las noticias de todo el planeta y aún tenemos un poco la instancia de tener que descubrir a la persona, tanto para castigarla como para aprender algo, para no acabar en la misma situación. Pero el problema es que estas historias nunca se acaban. Quería explorar cuáles serían los efectos de una situación como esta en las personas que conocían a la persona asesina y cuáles tendrían en la investigación el modo en el que esa historia se cuenta una y otra vez por personas que ni siquiera conocen a quienes han estado implicados.

¿Existe una especie de gamificación de estos contenidos? Que a veces olvidamos que es gente real y nos obsesionamos con encontrar la realidad secreta, la clave.

Sí, eso es. Estaba escribiendo una novela, así que no tenía que preocuparme por estar contando la historia real de alguien. En este libro, todo es completamente inventado, así que podía centrarme en la idea de encontrar qué había ocurrido. Pero también criticarlo y analizarlo.

«Podrías no parar nunca si un tema te obsesiona»

¿Y qué impacto tiene la cultura popular en esta moda? Pienso sobre todo en cómo cuando escuchas un podcast es como si alguien te estuviese hablando a ti. ¿Hace esto que nos obsesionemos más con estas historias?

Quizás. Serial, el primer podcast sobre un crimen, de pronto tenía más impacto en la gente que ver un especial en televisión sobre un caso así. Había algo que era muy incidental. Quizás estabas en tu casa, doblando la colada, viendo tus cosas y tu vida, pero también escuchando esta voz. Mientras que si estás viendo en televisión algo te vas a olvidar de dónde estás; estás en ese mundo y no forma parte del tuyo. Hay algo en solo escuchar. Se siente como si estuviese ahí contigo en casa, de un modo en el que la televisión no lo hace. Hay algo en la extensión de los episodios de podcast, en el formato, que los hace especialmente buenos para el storytelling, ese tipo de episodios cortos que quieres escuchar más. No es solo interés, es también la disponibilidad de estas historias. Es algo bastante nuevo, el que puedas no solo pasar tiempo leyendo sobre algo, que también puedas irte al supermercado y seguir escuchando esa historia. Podrías no parar nunca si un tema te obsesiona.

Todo este boom convive con la era de la posverdad. ¿Crees que este contexto en el que no sabemos qué es verdad y qué no nos lleva a interesarnos más por este tipo de historias? Cuando se resuelve el misterio, tenemos una certeza.

Nunca hemos sido capaces de saber realmente la verdad. Alguien ha estado resolviendo los misterios por nosotros. En un asesinato de hace 20 o 30 años, quizás había un especial de noticias de TV de una hora. Habitualmente, eran hombres en posiciones de poder quienes estaban enmarcando la historia de una manera que les beneficiaba y que creaba el mejor entretenimiento; y contaban esa historia. Ahora la gente está mirando atrás y diciendo «espera, espera, eso lo entendieron mal». «Necesitamos reexamaminar eso». Esto es, en parte, porque estamos en un tiempo en el que existen toda clase de deep fakes y sabemos el peligro real del contenido de IA que nos manipula, pero pienso que, al mismo tiempo, nos estamos despertando ante ese peligro y nos estamos volviendo consumidores más astutos de este tipo de historias. Esperanzadoramente, mucha gente está examinando quién cuenta la historia. ¿Por qué lo están contando de esta manera, qué podemos asumir, qué hemos interpretado mal en el pasado? Puesto que hay tantas voces diferentes; por supuesto, puede ser confuso, pero también significa que no son solo los ejecutivos de televisión o un reportero quien decide cómo se cuenta la historia.

«Nos estamos volviendo consumidores más astutos de este tipo de historias»

En cómo consumimos crímenes hay también una vena, digamos, pintoresca. En Europa tenemos el nordic noir y en España el galician noir o el euskalnoir. Es muy estereotipado, pero también conocido. Es como el pequeño pueblecito universitario. ¿Crees que hay algo de búsqueda de confort en este acercamiento de la cultura popular a estas historias?

Lo creo. Es siempre interesante ver cómo la gente usa estéticas bonitas cuando están hablando de algo que da miedo, como haciéndolo sexy, incluso usando humor. Es un podcast sobre true crime, pero es un podcast con humor. Pienso que eso son filtros que ponemos para poder observar algo que sentimos inquietante y aterrador. Esta suerte de estilizarlo nos permite enfrentarnos directamente a ello. A veces, hay algo bueno en eso. Nos permite adentrarnos en algo más aterrador, y quizás eso es saludable. Pero si fetichizamos cosas… Existe esta idea típica de series de televisión que empieza con la imagen de una mujer joven guapa muerta y luego no sabemos nada realmente de ella. Solo es un cuerpo muerto, del estilo de Laura Palmer en Twin Peaks. Este tropo de la chica guapa es peligroso por varias razones. Lo que yo intento con este libro es, con un poco de suerte, una lectura divertida que nos permite abordar directamente cosas que son muy perturbadoras, pero no fetichiza como ese tipo de storytelling hace. De hecho, he intentado diseccionar ese fetichismo e identificar de qué va.

Incluso, tus personajes están todo el rato hablando de los tropos del true crime y de su impacto, porque si bien son claves para entender rápido de qué estamos hablando también son una banalización del crimen.

Sí, exacto. Yo creo que es la naturaleza humana. Quieres ver aquello que te perturba, como cuando pasas un animal atropellado en la carretera, y la mitad de ti quiere mirar para otro lado y la otra quiere verlo, no porque lo encuentre atractivo sino porque crees que necesitas saber, que necesitas enfrentarte a ello y saber cómo de malo es.

«Eso son filtros que ponemos para poder observar algo que sentimos inquietante y aterrador»

Una de las cosas que muestra la novela es la diferencia entre ser adolescente en los 90 y ahora. ¿Crees que realmente es tan distinto? Por ejemplo, en la novela, una de las estudiantes está muy preocupada por el impacto que la cosas que hacen y dicen tendrán en su entorno y especialmente en las familias de víctima y acusado.

Juego con el contraste entre generaciones en ese punto. Boddie está volviendo a su instituto. Por supuesto, ella tiene un podcast reconocido, sabe que tiene una voz real en el mundo. Pero se encuentra con estos adolescentes que le recuerdan a ella misma y a sus amigos y piensa [cuando empiezan a trabajar en un podcast sobre el crimen como proyecto en clase] «no te preocupes mucho por esto, solo es para clase, no te preocupes por lo que la gente va a pensar». Por supuesto, ellos [sus alumnos] tienen razón, lo que hacen podría tener un impacto amplísimo si sale al mundo. Hice a Boddie de mi edad, le di mi mismo año de graduación del instituto. Para mí, el instituto es antes de internet y, de un modo parecido, Bonnie está acostumbrada a esa idea de «sois adolescentes, estáis madurando, estáis solos, aislados en el bosque» [la realidad geográfica del internado en el que se ambienta la historia]. Así eran las cosas entonces, pero ahora vivimos en un mundo en el que pueden conectarse con el exterior y lo de fuera puede llegar hasta ellos, lo que es muy distinto.

Pero también… Creo que nunca, como adolescente, pensé en la igualdad de las cosas como lo hace Brie [una de esas estudiantes], que se pregunta si tiene derecho a contar esa historia. Me pregunto si son así los adolescentes ahora. 

No todos los adolescentes, pero Brie está en último curso y va a ser universitaria. También está en un instituto para jóvenes muy inteligentes. Quizás no sean los adolescentes medios, pero creo que, a nivel universitario sí, los jóvenes están hablando sobre eso. Siempre estarán los mismos chicos un poco tontos que se ríen y ponen motes, que siempre han estado ahí y no están preocupados por estas cosas. Y luego están los adolescentes que intentan ser muy conscientes. Existe un amplio rango.

Volviendo a las entrañas de la novela, este libro es ficción, pero asumo que tiene mucha investigación detrás porque, aunque no es una historia real, se conecta con muchas cosas sobre las que sabemos mucho.

No tuve que investigar el internado. Lo conozco muy bien porque vivo en el campus en el que enseña mi marido. Pero necesité mucha investigación sobre las leyes y sobre el sistema de justicia criminal, cómo funciona el sistema de prisiones. Decidí desde el principio que quería que fuese tan realista como fuese posible, que no quería la versión cinematográfica en la que alguien se presenta en la sala, dice «fui yo, yo lo hice» y cuenta qué pasó.

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