Cultura

«No me interesa tanto el crimen en sí como el lugar a donde nos lleve»

Fotografía

Emilio Morales
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14
noviembre
2023

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Emilio Morales

Con una extensa trayectoria y convertida en un referente de la novela negra, Susana Martín Gijón (Sevilla, 1981) ha regresado a los escaparates libreros con la novela ‘La Babilonia, 1580’ (Alfaguara), libro inspirado en la capital andaluza del siglo XVI donde dos mujeres decididas y provenientes de ambientes opuestos intentan desenmascarar al autor de un crimen.


 En La Babilonia, 1580 traslada al lector a la Sevilla del siglo XVI, cuando encuentran la piel del rostro de una mujer en el mascarón de proa de un barco. ¿Qué ofrece esta nueva novela negra e histórica a los lectores? ¿Por qué la ambientación en el siglo XVI?

Suma el contexto fascinante de esa época a los elementos de intriga y novela negra por los que ya me reconocen muchos de mis lectores. Se sumergirán en la Sevilla de finales de siglo, centro neurálgico del Viejo y el Nuevo Mundo, navegarán en un galeón de la flota de Indias, podrán reflexionar sobre la desigualdad social, soltar alguna carcajada, y vivir toda una serie de aventuras a ritmo de thriller sin poder –espero– despegarse del libro.

En La Babilonia son Damiana y sor Catalina quienes deciden investigar el crimen por su cuenta. Y riesgo es lo que no falta en la novela. ¿Qué rol juegan ellas como equipo investigador? ¿Por qué una prostituta y una monja?

Quería visibilizar a quienes les ha sido negada la voz. En lugar de poner el foco en las élites (como tanto tiende a hacerse en la ficción histórica), lo pongo en la mayoría social, en los desheredados y, de entre estos, especialmente en las mujeres. Además, estas dos protagonistas son mujeres que han seguido los dos caminos posibles fuera del yugo que era el matrimonio en la época: meterse a un convento o vender lo único con lo que contaban, su cuerpo. Tendrán que unirse para hallar las claves de los crímenes que se están cometiendo.

Ellas desafían a la sociedad de su época: dos mujeres que han eludido el rol impuesto del matrimonio en busca de su libertad, cada una bajo sus circunstancias y perspectivas. ¿De qué modo se complementan entre sí? ¿Cuánto cree usted que hemos evolucionado como sociedad desde 1580 hasta nuestros días, al menos en noción de igualdad?

Sor Catalina ha tenido la oportunidad de aprender a leer y de cultivarse en el convento de las carmelitas descalzas, regido por la priora letrera, sobrenombre que dio Santa Teresa a sor María de San José precisamente por su formación y su buen uso de la pluma. En cambio, Damiana tiene más libertad de movimiento para recorrer la Sevilla de la época. Ambas reconciliarán sus diferencias y formarán un buen tándem. En cuanto a la evolución, hemos progresado muchísimo, no cabe duda. En esos tiempos, ser una mujer sin recursos significaba nacer condenada, lo que no quita que aún arrastremos ese lastre y reste mucho hasta poder hablar de una igualdad real en la práctica.

¿Cómo valora actualmente el papel de la mujer en el campo de la investigación criminológica? ¿Considera que queda trabajo por hacer en beneficio de la igualdad?

Se van alcanzando nuevas cotas, pero siguen siendo oficios muy masculinizados, y los puestos jerárquicos siguen copados en su mayor parte por hombres.

«Ser una mujer sin recursos significaba nacer condenada»

¿En qué crímenes y delitos se fija más, le atormentan o le afectan de mayor manera? ¿Qué tiene de mágico el deseo de resolver crímenes de sangre, de atrapar al asesino y de enfrentar al peligro que nos engancha tanto?

No me interesa tanto el crimen en sí como el lugar a donde nos lleve. Por ejemplo, en Especie el modus operandi no es otra cosa que una forma de acercar al lector a una realidad muy presente en nuestro día a día, pero sobre la que pasamos de puntillas sin querer mirar de frente. En cuanto a la resolución del caso, creo que tiene mucho de reto entre escritor y lector. El autor nos propone un juego, un enigma, y nos da las pistas. Nosotros (y hablo ahora como lectora), desde el otro lado de las páginas, queremos encontrar la solución, pero si lo hacemos antes de tiempo, probablemente consideremos que el autor –o autora– no ha jugado bien sus cartas.

Inmigración y abuso laboral, como en Vino y pólvora (2016), sintecho y proyectos quebrados (Náufragos, 2015), la guerrilla y el propio ambiente cultural (Expediente Medellín, 2017), la mafia… ¿Intenta conectar con el lector con los problemas de su tiempo? ¿Hasta qué punto ha pensado al ver el telediario que «la realidad iguala o supera a la ficción»?

Retratar la realidad social que vivimos es una de mis motivaciones a la hora de escribir. Creo que el primer paso para la transformación de las desigualdades es, precisamente, conocerlas y reflexionar sobre ellas. Yo ofrezco ese marco en novelas que contienen al mismo tiempo tramas trepidantes en las que sumergirse.

También ha escrito libros infantiles, como No sin mi perro, donde intenta sensibilizar a los más pequeños sobre la importancia de los perros de asistencia. ¿Por qué este salto al género LIJ? ¿Necesitamos hacer ver a los más pequeños los problemas de la sociedad desde el principio, sin edulcorar excesivamente su realidad?

Fue una oportunidad que me permitía explorar ese otro género. Como escritora, necesito nuevos retos que me enfrenten a lo desconocido, y fue un placer ponerme en la cabeza de esas mentes más jóvenes para conectar con ellas. El trabajo de documentación fue intenso y aprendí muchísimo, tanto del amaestramiento de perros de asistencia, como de realidades como la vida de niñas y niños con diabetes, trastorno del espectro autista, epilepsia, o discapacidades físicas y sensoriales.

¿De dónde le surgió la pasión para dedicarse a la novela negra y policíaca? ¿Por qué estos géneros literarios?

Aunque cualquier manifestación literaria o artística permite la denuncia social, no cabe duda de que este género es, por sus características, un muy buen vehículo de transmisión. Pero, además, es uno de mis favoritos, en el que me inicié desde muy joven por ser el predilecto de mi madre y mi abuela materna.

Uno de sus personajes estrella, la policía Annika Kaunda, de origen africano, vive en Extremadura, donde tengo entendido que también residió usted. ¿Hasta qué punto se inspira en la realidad para construir la ficción?

Tanto los personajes como los argumentos son totalmente ficcionados, pero el retrato de los lugares y de los problemas sociales es absolutamente real.

¿Por qué España (o por qué no) para ambientar sus novelas? ¿Tiene el país características que lo hacen más especial que otros?

Es el país en el que he residido la mayoría de mi vida y por tanto el que mejor conozco, de modo que me parece natural que sea el elegido como escenario para mis novelas. No encuentro mucho sentido a esos escritores que enmarcan sus historias en lugares que no han pisado jamás pudiendo ofrecer mucho más si narraran sobre los espacios que pisan a diario. Una ciudad no es literaria per se, sino que lo será en la medida en que la escojamos para narrarla.

Para finalizar, ahora que se ha convertido en un referente entre los amantes del género, ¿quiénes fueron sus autores de cabecera? ¿Y cuáles son sus próximos proyectos (si se puede contar)?

De jovencita me bebía cuantas novelas de Agatha Christie caían en mis manos. En cuanto a próximos proyectos, tengo varios en mente, pero sí puedo decir que el Grupo de Homicidios sevillano formará parte de uno de ellos.

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