Cultura

30 años del adiós a Kurt Cobain

El suicidio del cantante estadounidense causó un gran revuelo en abril de 1994, no solo por la tristeza del suceso, sino también porque la muerte de un personaje tan popular provocó un aumento de las autolesiones entre los jóvenes.

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09
abril
2024
Imagen del vídeo oficial del MTV Unplugged in New York de Nirvana, 18 de noviembre de 1993.

El 8 de abril se cumplieron 30 años desde que el mundo amaneciera en estado de shock: Kurt Cobain, líder de la banda Nirvana e ídolo de masas, había sido encontrado muerto en su casa. La policía y la investigación forense declararon que Cobain llevaba muerto tres días (es decir, desde el 5 de abril) debido a una herida de bala en la cabeza. La pistola se encontró cerca del cuerpo junto a una nota de despedida. La causa de su fallecimiento estaba clara: el suicidio.

La muerte de Cobain provocó, además de conmoción entre sus fans, un peligroso efecto social. Y es que la muerte por suicidio del ídolo de masas indujo a que cientos de jóvenes en Estados Unidos tantearan la idea del suicidio en las siguientes semanas, especialmente en Seattle, ciudad de residencia del cantante, donde se registró un aumento de las llamadas pidiendo ayuda por una crisis suicida.

Este efecto llamada a las conductas autolesivas ya se había dado en otras épocas, como después de la muerte de Marilyn Monroe. Habitualmente se conoce a esta tendencia imitativa de la conducta suicida como «efecto Werther», un término creado por el sociólogo David Phillips en referencia a la novela Las penas del joven Werther de Goethe. Esta contaba la historia de un joven cuyos sufrimientos amorosos eran tales que acababa por suicidarse. La popularidad de la novela hizo que algunos jóvenes de la época intentaran imitar al protagonista, por lo que en algunos países se llegó a prohibir su publicación.

En la actualidad, algunas series o películas que romantizan el suicidio juvenil también han sido señaladas por el aumento de casos de este tipo que ha seguido a su emisión. Fue el caso de Por 13 razones (13 Reasons Why), una serie de Netflix estrenada en marzo de 2017 en la que una joven se quitaba la vida para vengarse de quienes le hacían bullying en el instituto. Según un estudio de National Institutes of Health, en el mes siguiente a su estreno la tasa de suicidio juvenil (de 10 a 17 años) aumentó en Estados Unidos hasta en un 28,9%. La escena del suicidio de la protagonista era tan gráfica que Netflix decidió eliminarla del streaming de la serie debido a las protestas de algunos espectadores.

¿Significa esto que hablar públicamente de suicidio provoca un efecto llamada? La respuesta viene con matices: no se trata tanto de que no hablemos de ello, sino de cómo hablamos de ello. La información es el primer paso para la prevención.

El suicidio es la consecuencia última de situaciones límite relacionadas con la salud mental o la situación socioeconómica. En España, el problema es creciente: en 2022 se superó por tercera vez consecutiva el máximo histórico de muerte por suicidio, siendo la principal causa de muerte externa en nuestro país, según el informe ofrecido por el Observatorio del Suicidio en España. A pesar de que los datos hablan por sí solos, aún existe en nuestra sociedad cierto tabú a la hora de hablar del suicidio como un problema colectivo y, sobre todo, como algo que se puede prevenir.

La muerte del líder de Nirvana y reconocido ídolo de masas generó conmoción entre los jóvenes

Las personas que deciden acabar con su vida no son casos aislados, ni padecen enfermedades intratables, ni son cobardes, ni están «locos». Frente a otras enfermedades que cuentan con un gran sistema de apoyo y prevención, el suicidio es un problema de salud pública que no cuenta con siquiera unas pautas mínimas de prevención que eviten, además del hecho en sí, el estigma que se aplica a muchas personas que se han provocado autolesiones. Si no ocultamos una enfermedad del cuerpo, ¿por qué habríamos de ocultar un malestar tan grande que provoca que queramos acabar con todo?

Entender para prevenir

La prevención pasa también por entender las causas. El origen puede ser una enfermedad relacionada con la salud mental, como la depresión o el trastorno bipolar. Sin embargo, parte de los suicidios tienen un origen social, como los producidos por desahucios o las estreches económicas. Además, cuando un famoso muere por suicidio, a menudo se glorifica su muerte (fue el caso del propio Kurt Cobain, que pasó a formar parte del Club de los 27), lo que contribuye a crear ese aura «épica» en torno al suicidio, que aparece desde en Goethe hasta en Netflix.

El papel ejercicio por los medios es fundamental, ya que informar de manera correcta sobre este tipo de conductas es el primer paso para evitarlas. La información debe ser ante todo responsable: es necesario huir de mitos, prejuicios y, por supuesto, de idealizaciones y sensacionalismos cuando se habla de suicidio, especialmente si se trata de personas famosas, por el efecto imitativo que se puede provocar. Para ello, la Confederación Salud Mental España lanzó en 2021 una Guía de buenas prácticas para medios a la hora de abordar el suicidio, con consejos como evitar describir de forma explícita el método empleado, no publicar imágenes o notas de despedida y añadir siempre recursos de ayuda disponibles (teléfonos, servicios públicos) para que cualquier lector pueda tener acceso a ellos. Otra de las pautas fundamentales es no mostrar el suicidio como una solución unipersonal a los problemas, sino como algo que nos incumbe a todos, además de hablar siempre de prevención. Gracias a esta guía y a otras similares, como la presentada por la asociación La Niña Amarilla, los periodistas podemos garantizar un tratamiento adecuado de este problema en medios, manteniendo siempre una única máxima: información es prevención.

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