Pobreza energética: la pobreza invisible
La pobreza energética es un oscuro espectro que se cierne silenciosamente sobre muchos hogares, y que va más allá de las carencias económicas; es una realidad que afecta a millones de personas en todo el mundo.
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Damilola Ogunbiyi, representante especial del secretario general de la ONU para el programa Energía Sostenible para Todos, lo explica así: «La pobreza energética es no tener suficiente energía para mejorar en tu vida. O no tener energía en absoluto».
En 2023 se cumplió la mitad del periodo fijado para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de aquí a 2030. El ODS 7, que consiste en ofrecer a todas las personas energía asequible, segura, sostenible y moderna, incluye dar acceso universal a la electricidad y a la posibilidad de cocinar con combustibles no contaminantes, duplicar los niveles históricos de mejora de la eficiencia y aumentar significativamente la proporción de energías renovables en la combinación energética mundial.
En el informe de seguimiento del ODS 7 (Tracking SDG 7: The Energy Progress Report) correspondiente a 2023, publicado conjuntamente por la Agencia Internacional de Energía, la Agencia Internacional de Energías Renovables, la División de Estadística de las Naciones Unidas, el Banco Mundial y la Organización Mundial de la Salud, se advierte de que las medidas adoptadas hasta el momento no bastarán para alcanzar a tiempo dicho objetivo.
En el mundo hay 700 millones de personas sin electricidad
En el mundo hay 700 millones de personas sin electricidad. Y en Europa hay familias que no pueden encender la calefacción. Pero no hay que ir muy lejos para ver cifras descorazonadoras. El Informe de Indicadores de Pobreza Energética en España para 2022, realizado por investigadores de la Cátedra de Energía y Pobreza de la Universidad Pontificia Comillas, reveló que 4,3 millones de personas no pagaron facturas energéticas en fecha y casi 8 millones (17% de la población) no pudieron mantener una temperatura adecuada en sus hogares.
Aunque originariamente el concepto de pobreza energética se creó para definir la incapacidad de los hogares para mantener un nivel de confort térmico adecuado en la vivienda, actualmente su definición no se reduce a lo térmico. Hoy se incluyen en este término, además de la calefacción, el resto servicios energéticos en el marco de la vivienda, como son la iluminación, el agua caliente sanitaria, el aire acondicionado, la refrigeración y la cocina, y el resto de los electrodomésticos.
La pobreza energética no solo es un tema económico, también es un problema social y medioambiental. Es habitual que esta sea una pobreza oculta, porque no siempre se ve y se percibe. Un ejemplo claro de esto son aquellas familias que, ante la falta de recursos económicos para cubrir todas sus necesidades, optan por reducir gastos en áreas como la energía antes que afrontar impagos de alquiler o acumular deudas. Pero estas dificultades se quedan dentro de los muros de la casa.
En España casi 8 millones de personas (el 17% de la población) no pueden mantener una temperatura adecuada en sus hogares
En los hogares afectados por esta situación de carencia, las estrategias para ahorrar energía se convierten en una necesidad apremiante. Los temporizadores que programan la lavadora para la noche, la elección de estufas de butano en lugar de gas natural y otras tácticas son prácticas cotidianas en muchos hogares para estirar al máximo unos recursos limitados, pero muchas veces se trata de soluciones a corto plazo, cuyo impacto en el medio ambiente es enorme.
Ahorrar energía con conciencia ambiental
Como ha señalado el Comité Económico y Social de la UE, «la energía es un bien común esencial y debe garantizarse un acceso mínimo para un uso básico, debido a su papel indispensable en todas las actividades cotidianas, que permite a cada ciudadano tener una vida digna». Es preciso adoptar medidas a corto plazo que garanticen el acceso mínimo a la energía para un uso básico de aquellos hogares afectados por pobreza energética, pero sin perder de vista el cuidado del medio ambiente.
Entre estas medidas cabe señalar la rehabilitación energética de viviendas mediante programas de ayuda que permitan actuar de forma prioritaria hacia las familias más expuestas a la pobreza energética. Son precisamente estos hogares los que utilizan sistemas de calefacción de baja eficiencia energética, con mayor gasto económico. Tras la rehabilitación de las viviendas, el indicador de pobreza energética oculta se reduce significativamente, según algunos informes pasando de un 89% de hogares en situación de vulnerabilidad energética a un 79%.
Asegurarse que todas las personas, también las más vulnerables, puedan realizar un uso adecuado de la energía es el objetivo por ejemplo del proyecto de Pobreza Energética de Cruz Roja. Para ello desde la institución se realizan acciones de rehabilitación energética para la reducción de la demanda tanto en calefacción como en refrigeración, así como de reducción de los consumos y de modificación o sustitución de elementos no adecuados como ventanas, elementos de las fachadas, electrodomésticos o aparatos eléctricos poco eficientes.
Asimismo, deberían adoptarse políticas de sustitución de las energías contaminantes por energías renovables que permitan la autogeneración de recursos energéticos propios, reduciendo la dependencia energética y garantizando el acceso a la misma a todas las personas.
La implementación de programas que brinden asistencia económica y educación sobre prácticas sostenibles puede marcar una diferencia fundamental. El Centro de Asesoramiento sobre Pobreza Energética, por ejemplo, es una red colaborativa de actores interesados en erradicar la pobreza energética y acelerar una transición energética justa de los gobiernos locales europeos, que ofrece recursos y herramientas para que los usuarios puedan mejorar sus habilidades y competencias para combatir la pobreza energética.
La pobreza energética es un reto ambiental y social que no debería ser invisible, pero tampoco se ve aún la luz al final del camino.
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