Cultura

«Las orquestas tienen la obligación de acercar su trabajo a todo tipo de públicos»

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Orquesta Sinfónica de Galicia
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29
febrero
2024

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Orquesta Sinfónica de Galicia

Artífice y alma máter de algunas de las orquestas más importantes de España, invitado como director en los festivales más prestigiosos de Europa, defensor y promotor de la música contemporánea y merecedor de premios como la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes e incluso una nominación a los Grammy Latinos, Víctor Pablo Pérez (Burgos, 1954) es uno de los grandes nombres de la música clásica en España. Con ocasión de los ensayos de las zarzuelas La gran vía y Adiós a la bohemia en el Festival de Teatro Lírico Español de Oviedo, hablamos con el músico de los nuevos públicos, el impacto de las redes sociales en la cultura y la música como derecho y deber del ciudadano.


El festival de zarzuela de Oviedo es el único festival, además del de Madrid, que queda en España centrado en este género. En un mundo globalizado, paradójicamente parece que cada vez la cultura está más centrada en los grandes núcleos urbanos y más alejada de las ciudades pequeñas y las provincias. ¿Estamos obsesionados con Madrid y Barcelona como epicentro de la cultura?

No deberíamos. Toda mi vida la he hecho en la periferia, he trabajado muchos años en Tenerife y en Galicia, y siempre he pensado que desde allí se empujaba mucho en cuanto a la capacidad de hacer cosas y hacerlas bien, buscando ser referentes. En su momento las orquestas de Tenerife y Galicia sostuvieron los estándares de cómo debe sonar y qué deber hacer una orquesta sinfónica al servicio de la sociedad. En Tenerife era así: cuando nadie en todo el país hacía conciertos para escolares allí se hacían conciertos para escolares, cuando nadie hacía giras, allí se hacían giras, cuando nadie hacía conciertos al aire libre, como se hacían en Londres o en Nueva York, la Orquesta Sinfónica de Tenerife los hacía, cuando nadie hacía grabaciones cuidadas, allí se hacían. Estos esfuerzos configuraron que las orquestas sinfónicas de Tenerife y Galicia se convirtieran en referentes nacionales. Además, todo aquello supuso poner en marcha a las demás orquestas: ahora tenemos casi 30 orquestas profesionales en España, cuando en aquel tiempo había tres, y todas ellas están preocupadas por ofrecer conciertos escolares, giras, discos, conciertos masivos para llegar al gran público… El propio Oviedo es un referente musical en estos momentos, con dos orquestas sinfónicas y dos temporadas de teatro lírico.

«A veces trabajamos solo para los melómanos, para los abonados, pero es importante dirigirse a todos los ciudadanos, absolutamente a todos»

Desde las instituciones culturales se hacen grandes esfuerzos por atraer a nuevos públicos, que suele ser una manera amplia de referirse al público joven. ¿Crees que el público joven es el único que tiene cabida en la expresión «nuevos públicos»? ¿No sería interesante también atraer y crear afición entre gente de toda clase y condición, sin pensar tanto en la juventud?

Sin duda. Hay que captar nos solamente a los jóvenes y niños, que tienen un programa definido en los conciertos didácticos, sino a toda aquella persona que se sienta orgullosa de que su orquesta le sirva también a él, aunque no sea melómano. A veces trabajamos solo para los melómanos, para los abonados, pero es importante dirigirse a todos los ciudadanos, absolutamente a todos. Por ejemplo, este año hemos hecho un concierto en el que una gran parte se dedicaba a John Williams, un genio vivo de la música que llega a todas las personas. Ofrecer esto en un concierto al aire libre y gratuito es muy importante. En ese mismo concierto hacíamos una parte del programa con Los Sabandeños, un grupo muy popular, y anteriormente se han hecho conciertos con cantantes populares como Ainhoa Arteta u obras conocidas como Carmina Burana o la Novena de Beethoven, siempre pensando en acercar lo popular a la música sinfónica. Esto es importante para que aquella persona que no va habitualmente a los conciertos sienta profundamente que su orquesta también está a su servicio, porque, entre otras cosas, las orquestas las pagan todos los ciudadanos.

¿Y no sucede lo mismo con la ampliación de la oferta cultural fuera de las grandes ciudades? ¿No interesa que, además de igualdad económica a la hora de acceder al teatro, se facilite a personas de todos los puntos de la geografía española el acceso a espectáculos de música clásica públicos y de calidad?

Hoy en día existe un método de difusión que en España, curiosamente, solamente se ha puesto en marcha en la Orquesta Sinfónica de Galicia, y que consiste en dar a conocer lo que hace la orquesta a través del streaming de los distintos programas y conciertos que realiza. Además del conocimiento masivo de los programas, esto significa situar Coruña, Galicia y la cultura gallega en primer plano internacional. Cualquier orquesta y cualquier temporada de ópera y zarzuela tendría que empezar a hacer un esfuerzo para dar a conocer sus trabajos a través de estas plataformas. Sería maravilloso también poder hacer giras por España: ya que se invierte en producciones como estas, habría que plantearse qué se puede hacer para llevarlas a otras ciudades, ya sea físicamente o a través de internet. Hablando en términos culturales, no me gusta la palabra «gastar», prefiero decir «invertir»: difundir masivamente y por todos los medios la cultura sería multiplicar los efectos de la inversión, y se conseguiría rentabilidad tanto económica como cultural. La inversión que se hace en la cultura se devuelve con creces. Tener una buena orquesta y un buen festival, igual que tener un equipo de fútbol de primera división, supone ingresos para una ciudad: se llenan hoteles y restaurantes, se conoce la imagen de esa ciudad… Todo esto hay que saber verlo, y el que no lo ve es ciego. «O es ignorancia o es mala fe o ambas cosas», dije una vez al respecto. Además, tener una buena orquesta significa crear escuela. Antes no había músicos porque no había orquestas, y no había orquestas porque no había músicos, por lo que muchas de estas formaciones empezaron su andadura con profesionales extranjeros. Hoy en día, el 40% de los músicos de las jóvenes orquestas europeas son españoles, gracias a todo ese trabajo de los músicos que llegaron de todo el mundo a las orquestas españolas y formaron a la nueva generación. Gracias a que se invirtió en las orquestas españolas, el futuro ha cambiado para muchos jóvenes de nuestro país, que ahora se pueden plantear una vida profesional en el mundo de la música.

«Tener una buena orquesta y un buen festival, igual que tener un equipo de fútbol de primera división, supone ingresos para la ciudad»

Una de las estrategias más seguidas por los teatros para captar nuevos públicos es la colaboración con influencers o comunicadores especializados en cultura. Casi todos tienen un perfil joven y dinámico que basa su estrategia de comunicación en utilizar referentes actuales para explicar la ópera, por ejemplo, a través de Los Simpson. Hay gente a la que le encanta y otros a los que les parece «estupidizar» la cultura, convertirla en algo que no es. ¿A ti qué te parece?

Hay que utilizarlo todo en estos momentos, ¿por qué no? A mucha gente le ayuda a acercarse, y todo lo que ayude a acercarse a la música es bienvenido, sean influencers o gente especializada. Yo creo que a veces chocamos con el abonado o melómano puro que piensa que todo esto es un sacrilegio: el aficionado que se enfada cuando entre movimiento y movimiento se aplaude, ¡pero es que eso se hacía en la época de Mozart! No hay que rasgarse las vestiduras. En el día a día cualquier vehículo que se pueda utilizar para acercar la música a todo tipo de públicos por mi parte es bienvenido. Yo mismo programo música de John Williams junto a música de Gershwin; esa música del cine es muy importante para hacer afición, porque el público, como la conoce, se queda impresionado y se siente feliz.

Al hilo del impacto de internet en el mundo de la música clásica, hace unos días se publicaba que el Laboratorio de Innovación y la Orquesta de RTVE estaban trabajando en crear una obra sinfónica hecha por una inteligencia artificial. ¿Cree que estas nuevas herramientas pueden ser una ayuda para los profesionales de la música o un lastre?

No lo creo. El arte, no solamente la música, es algo muy humano, no de la máquina. La máquina puede dar y cruzar información, pero el arte es mucho más serio, complejo e importante que simplemente cruzar datos. Por ejemplo, con IA se hizo una prueba para programar una temporada de ópera, y programó Carmen, La Bohème… Sota, caballo y rey, no da más de sí. Es una herramienta que no es creativa de verdad, es creativa copiando. Se podrá usar y se usará para muchas cosas, pero no para crear.

«La máquina puede dar y cruzar información, pero nunca tendrá la capacidad creativa del ser humano»

Internet ha cambiado de manera drástica la forma de acceder a la cultura. Ya no dependemos de comprar discos o de ir al teatro; tenemos miles de grabaciones y de funciones de los mejores teatros del mundo gratis a golpe de clic. ¿Ha devaluado esto la percepción que se tiene de la música en vivo, concretamente de la ópera y la zarzuela?

No, y yo creo que, si se emplea bien, la enriquece. Para una persona que quiere escuchar o estudiar música, tener tantas armas a su disposición es sensacional. Ojalá yo hubiese tenido, cuando estudiaba, la posibilidad de ver 200 versiones de la quinta sinfonía de Mahler en audio y en vídeo. Es un arma que hay que utilizar para aprender y buscar tu camino.

La música clásica, como todo, también es política, como bien nos demostró la ópera María Moliner de Antoni Parera Fons, obra que dirigiste en su estreno en el Teatro de la Zarzuela y que se centra en reivindicar la figura de esta lexicógrafa reprimida por el régimen franquista. Durante tu carrera, has interpretado y grabado la música de compositores represaliados durante la dictadura como Manuel de Falla o Roberto Gerhard. ¿La grabación y difusión de la obra de estos compositores es una cuestión de justicia musical o de justicia moral?

Yo creo que es de justicia con mayúsculas, simplemente. La obra de Gerhard, un compositor magnífico al que nadie hacía caso, tenía que darse a conocer. Es una música intelectual y extraordinaria: nosotros grabamos Don Quijote de Gerhard y todavía no se ha hecho en ningún ballet nacional, pero sí se programa con más facilidad su tercera sinfonía. Lo mismo sucede con Falla o Suriñach, otro compositor catalán exiliado, del que tenemos un disco grabado que aún no ha salido al mercado. Esas obras luego son programadas o no, pero yo creo que es de justicia recuperarlas, y ojalá se den a conocer más. Por otra parte, la ópera María Moliner también reivindica el valor de la mujer y ese machismo brutal que ha habido durante tantos años en España.

¿Es el acceso a la música en vivo un derecho de los ciudadanos?

Claro que es un derecho, pero también es un deber. El ciudadano tiene que empezar a tener la necesidad de acercarse, a tener curiosidad. Tenemos que saber acercarnos. La música llamada clásica «pura» es como cuando te aficionas a beber un buen vino: no es lo mismo beber un vino peleón que un reserva, se necesita una edad y una madurez. Por eso las orquestas tienen la obligación de acercar su trabajo a todo tipo de públicos. No hay que hacer conciertos populares todas las semanas, pero sí de vez en cuando. Y no veo por qué no se hace más música de cine: es una música que atrae, llena los auditorios y hace caja, y en la que hay cosas mucho más avanzadas y mucho más modernas que en mucha música contemporánea, dicho sea de paso.

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