Sociedad

«Cuando el futuro no es promesa, se vuelve amenaza»

Fotografía

Álvaro Delgado
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15
febrero
2024

Fotografía

Álvaro Delgado

En su último libro, ‘El mundo entonces’ (Random House), el periodista Martín Caparrós se ha propuesto contar el presente. Para ello, ha utilizado una técnica muy sensata: adelantarse en el tiempo para coger distancia y encontrar la extrañeza de nuestro ahora. Así, a través de la voz de una historiadora del siglo XXII, evidencia los principales hilos conductores de nuestra organización social, económica, política y cultural. Y con ellos, nos ofrece una obra periodística con datos muy reales que no queremos ver. Entre otros, que casi mil millones de personas en el mundo pasan hambre cuando hay comida para todas; que, de los 195 estados soberanos, solo siete existían antes de 1800 y 76 desde 1920; o que llamar a la actualidad Edad Contemporánea no tiene ningún sentido porque todas las edades son contemporáneas a su tiempo.


La protagonista del libro, la historiadora del siglo XXII, se sorprende ante muchas de las cosas que ve. Como que todavía no somos conscientes del cambio de potencias a nivel mundial que estamos viviendo. Estados Unidos sigue siendo el referente, pero solo a nivel estético.

Nos encontramos en un cambio de edad. Los historiadores tradicionalmente dividieron los últimos miles de años en Edad Antigua, Edad Media, Edad Moderna y Edad Contemporánea. Yo defiendo que esta última es un fracaso epistemológico grave, ya que toda edad es contemporánea. No significa nada y es algo que te das cuenta cuando tomas un poco de distancia. Lo que se postula en el libro es que los historiadores se dieron cuenta de eso y le buscaron un nombre que definiera a nuestra edad. Se les ocurrió que lo más apropiado era el de Edad Occidental porque no ha habido en ningún otro momento de la historia en el que una pequeña región haya tenido tal hegemonía sobre el mundo. En los últimos 200 o 300 años, este ha funcionado según los modelos creados en Occidente: la política, la técnica, la cultura, las costumbres y un largo etcétera. Una edad que empezó, por poner una fecha simbólica, en 1776 con la primera constitución liberal y que está terminando en nuestros días. Una muestra de ese desvanecimiento del poder es que entre China y Asia tienen más de un tercio de los hombres y mujeres del mundo. Unos números que Occidente no podrá alcanzar. Es un cambio de época que, mientras sucede, pasa por un proceso largo y multiforme que no es nada claro. Nos encontramos en un momento súper interesante de transición que no sabemos cómo se va a resolver. Ni con qué grado de conflicto.

«En los últimos 200 o 300 años, este ha funcionado según los modelos creados en Occidente: la política, la técnica, la cultura, las costumbres y un largo etcétera»

También escribes que la mejor palabra que define el momento actual es desigualdad. Lo más crudo de esta lo representa la alimentación, tema que también trataste en tu libro El hambre (Anagrama, 2015). ¿Cómo puede ser que mil millones de personas pasen hambre mientras otras desperdician la comida?

Porque conseguimos que no nos importe. Vivimos tranquilos pese a todo esto. Estamos en una época en la que por primera vez en la historia de la humanidad tenemos posibilidades técnicas para alimentar a todo el mundo. Sin embargo, hay alrededor de mil millones de personas que no comen lo necesario todos los días. Pero no nos importa porque lo aceptamos. No nos parece algo por lo que valga la pena pelear. Y así el resto. Quizá nos interesa durante los diez minutos que dura una noticia, pero luego nos olvidamos. Es muy impresionante esta habilidad que hemos desarrollado.

Otro de los aspectos que comentas es el de los países. Parecieran que son entes inmortales, pero de los 195 estados soberanos, solo siete existían antes de 1800 y 76 desde 1920.

Estos son datos que nos permiten mirar de otra manera las cosas que creemos saber. En concreto, los de los países me parece muy elocuentes. Los pensamos como entidades eternas e inmutables, pero son formaciones, como todo en la historia humana, transitorias. Y en este caso, más que casi ninguna otra cosa. Hay unos 80 países que no tienen más de 60 años. Son entes nuevos y aquellos que nos parecen viejísimos, como Alemania o Italia, tienen ciento y pico. Al mismo tiempo, retomando la primera pregunta, se da la situación de que por primera vez en la historia la mayoría de los países soberanos tienen estructuras muy parecidas que Occidente comenzó a poner en marcha en los siglos XVIII y XIX. Antes había una variedad mucho mayor. Además, prácticamente no hay colonias, cuando siempre existieron. Quedan algunas islitas, pero hasta hace unos 80 años no era así. Y siempre había sido así. Es un cambio radical que no tomamos en cuenta.

Otra de las contradicciones que vivimos actualmente es que siendo la «generación del tiempo libre» nuestras vidas se basan en el trabajo.

Me resulta curioso que cuando nos preguntan quiénes somos, respondemos a través de nuestra profesión, cuando podríamos contestar que somos perezosos, consumidores de queso o lo que te apetezca. Pero no, se entiende que tenemos que responder a través del trabajo que hacemos. Eso muestra el lugar central que ocupa en nuestras vidas. Creo que esto va a ir cambiando a medio plazo en la medida en que el trabajo vaya ocupando menos tiempo. Básicamente, porque cada vez las máquinas van a ser capaces de reemplazar más al humano. Aunque muchos lo ven como una catástrofe, porque la gente se quedará sin trabajo, yo no considero que sea algo malo. El problema reside en quién se va a quedar con el excedente que se produzca. Esa va a ser la pelea decisiva en las próximas décadas. Por el momento, son los dueños, pero la lucha va a ser cada vez mayor.

«Es muy astuto y tarado el sistema al mismo tiempo»

En esta nueva realidad, vamos a tener que resignificar muchas palabras. Como la de la riqueza, de la que dices que es «la abundancia de lo inútil».

Es impresionante cómo hay gente que acumula infinitamente más allá de sus necesidades. Puro despilfarro, un sinsentido. Intentan gastar una parte de ella en tonterías y hacen que otras personas piensen que vale la pena tenerlas. Es muy astuto y tarado el sistema al mismo tiempo.

En el libro das muchos datos, es muy periodístico. ¿Cómo ves el periodismo hoy en día?

Está en crisis, como siempre. Pero todo lo que se renueva está así. Una crisis que tiene que ver con que ha perdido el monopolio sobre la urgencia, que es lo que le dio de comer durante tantas décadas. Los dos aspectos en los que el periodismo debería cuidarse son en que por un lado, supuestamente, los periodistas sabemos contar y averiguar cosas que un ciudadano normal no sabría. Y por otro lado, analizar: sabiendo los contextos podemos ofrecer un panorama más completo que lo que da esa primera noticia. Esos son los caminos que vale la pena intentar ahora. Y por supuesto, la necesidad de desmentir. Siempre hubo mentiras, pero quizá ahora se reproducen más y los medios no las desmienten.

¿En qué estamos fallando los periodistas?

Creo que otra de las cosas en la que fallamos es que no contamos lo suficiente la vida. La vida de cada uno, la cotidiana, quién somos, cómo vivimos. Nos dedicamos a contar eso que era importante, que siempre son la gente con poder, y centramos la mirada ahí en lugar de intentar explicar el mundo. Algo que me parece mucho más interesante y muestra un concepto distinto de lo que vale la pena. Si mostramos a la gente con poder, parece que ellos son los que valen la pena.

«Soy optimista porque estudié historia y aprendí que la vida de las personas viene mejorando desde hace dos o tres mil años de una manera muy sostenida»

Aun con todo, te muestras muy optimista. ¿Cómo crees que será ese futuro en el que se encuentra la historiadora?

No lo sé. No tengo una idea acabada. Lo que sé es que soy optimista simplemente porque estudié historia y aprendí que la vida de las personas viene mejorando desde hace dos o tres mil años de una manera muy sostenida. Lo que no quiere decir que de vez en cuando empeoren. Solo hay que mirar la esperanza de vida: vivimos como promedio más de 20 años que nuestros abuelos. Y así en todos los términos. No veo por qué esto se iba a cortar. Por supuesto, siempre está la tentación del apocalipsis, pero si algo los asemeja a todos es que nunca se han realizado. Son astutos en eso. Cuando el futuro no es promesa, se vuelve amenaza. Pero creo que no es así porque nunca lo fue. No somos tan excepcionales.

¿Deberíamos agarrarnos a esto para crear un futuro?

Debemos usar todos esos datos positivos no para resignarnos a que el futuro sea como nuestro presente, sino para intentar construir un mañana mejor. Hay épocas que no consiguen imaginarse el futuro que querrían construir porque han dejado atrás su idea de mañana y están creando una nueva. Estamos viviendo una época de estas que ya ha pasado otras veces. Construir una idea de futuro no es simple; se va creando poco a poco, en varios lugares, con aportes múltiples, hasta que de pronto algo cristaliza y millones de personas sienten que vale la pena hacer el esfuerzo necesario para realizarlo. Si hace 80 años pensabas en que todos los habitantes del mundo comieran, te podían decir que no había condiciones para ello. Pero ahora sí las hay, por lo que te puedes plantear hacerlo. Y como esto, tantas otras cosas.

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