Sociedad

Raquetistas, las primeras deportistas profesionales

Grandes estrellas del deporte de los inicios del siglo XX, las raquetistas españolas ganaban sueldos fabulosos y eran muy populares. El paso de los años las dejó en el olvido. Hasta ahora.

Fotografía

Pascual Marín
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03
enero
2024

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Pascual Marín

Era un día de invierno de finales de los 90 y la investigadora Olatz González Abrisketa había cerrado una entrevista con una antigua pelotari. Fue una experiencia frustrada. «Al llegar, me dijo que aquella entrevista no podía producirse, que su marido y su hijo le habían pedido que no la hiciera», escribe, años después.

La antigua pelotari llevaba cuatro décadas sin hablar de su pasado deportivo —lo hizo un poco, contando algunas cosas desde el balcón de su casa a la investigadora que permanecía en la calle—. Su trayectoria y la de las mujeres que fueron como ella deportistas profesionales en la España de, sobre todo, la primera mitad del siglo XX se quedó un tanto olvidada en la historia. Aquella mujer había sido raquetista, las primeras deportistas profesionales de la historia de España e ídolos de masas hasta los años 40-50.

Su historia, sin embargo, ya no es tan enigmática. Unas cuantas exposiciones, un espectáculo de danza de Kukai Dantza o hasta una serie de televisión de un servicio de streaming estadounidense han recuperado lo que hicieron. También lo hacen los ensayos. González Abrisketa —ahora profesora de Antropología en la Universidad del País Vasco— convirtió aquella entrevista frustrada en el germen de Raquetistas. Gloria, represión y olvido de las pelotaris profesionales, publicado en Sans Soleil. Gracias a su libro, se puede seguir la trayectoria de estas mujeres.

Las raquetistas llegaron a componer el mayor número de profesionales del deporte, por encima de futbolistas o toreros

Estas deportistas jugaban en los frontones, usando una raqueta en vez de recoger la pelota con la mano o con una cesta. La pelota de cuero cogía velocidades endiabladas y alguna de ellas llegó a morir a consecuencia de un pelotazo. La gran mayoría eran vascas, pero a medida que el deporte se fue haciendo más popular —y los frontones fueron necesitando a más raquetistas para soportar la demanda de pases para satisfacer al público— se fueron incorporando jugadoras de más lugares. Tanto fue, de hecho, que estas mujeres pelotaris «llegaron a componer el mayor número de profesionales del deporte, por encima de futbolistas o toreros».

Ya a finales del siglo XIX se puede encontrar en prensa testimonios que apuntan a la existencia de raquetistas profesionales. Su era de esplendor empieza, aun así, con las primeras décadas del siglo XX. En 1917, ya eran una pieza más de lo que se veía en los frontones, espacios muy populares por toda la geografía española y en los que un público diverso iba a ver deporte —y apostar por sus favoritas—. Eran espacios de sociabilidad: González Abrisketa lo ejemplifica con lo que se podía hacer en el Frontón Madrid, que abrió en esa ciudad en 1929. Tenía restaurante, bar, salón de té, terraza, salones y peluquería.

Las raquetistas jugaban con vestidos blancos, con cinturones de colores que las diferenciaban de sus contrincantes en los dúos. Las mejores eran las que se llevaban el partido estrella de última hora de la noche. Las raquetistas profesionales jugaban dos o tres partidos al día (a veces hasta cuatro), en intensos años de trabajo con poco tiempo libre. Jugar a la pelota les requería dedicación exclusiva y su profesionalización arrancaba a los 14 años. Empezaban recogiendo pelotas en los frontones y seguían jugando en los partidos de las horas de menos brillo, hasta escalar a los puestos de más esplendor.

Durante los años 20 y 30, las raquetistas protagonizaron cuplés, obras de teatro y noticias en los periódicos. Había escuelas que las formaban y el deporte dio el salto a Estados Unidos, donde tuvo también su momento de gloria y a donde se fueron las estrellas a ganar sueldos fabulosos. Lo cierto es que, en España y ya desde un primer momento, ya ganaban cantidades importantes. Las de finales de la década de los 10 podían llegar a las 400 pesetas al mes, que según los cálculos de González Abrisketa era el equivalente al sueldo de un alto funcionario. En 1936, ya estaban en las 2.000 pesetas mensuales.

Las raquetistas no dejaron de jugar ni siquiera durante la guerra. La investigadora recoge el testimonio de Irene Ibaigarriaga, que recordaba jugar por las noches en Barcelona mientras fuera caían las bombas. Después de la guerra, aunque la situación cambió mucho para las mujeres, las raquetistas siguieron siendo profesionales: eran demasiado populares como para hacerlas desaparecer. En esos años, hasta llegaron a protagonizar una colección de cromos.

Durante los años 20 y 30, protagonizaron cuplés, obras de teatro y noticias en los periódicos

Empezaron a hacerlo a partir de finales de los años 50. Las últimas raquetistas de los frontones madrileños, en los años 70, ya no eran estrellas con sueldos fabulosos. Tenían otros trabajos y fueron, eso sí, pioneras en la lucha por los derechos en cotización de las deportistas profesionales.

¿Por qué esta historia se cayó en el olvido? «Su declive se produjo por una firme decisión de acabar con ellas», concluye en su libro González Abrisketa. La experta teoriza que las raquetistas incomodaban a varios niveles. Por un lado, chocaban con la moral franquista y cómo el régimen pensaba que debía ser una mujer. De hecho, ya a mediados de los años 40 se anunció que se dejaban de dar carnés de federación a nuevas raquetistas, para impedir que más mujeres se sumasen a este deporte. Igualmente, la cobertura informativa a partir de los años 50 fue centrándose en el fútbol y desplazando a los demás deportes. Como recuerda en su libro la experta, en los años 20, 30 o 40 las páginas deportivas de los diarios eran mucho más diversas en las disciplinas que cubrían.

Por otro, las raquetistas también chocaban con la mitología de la pelota vasca como deporte de hombres viriles y fuertes. «La raqueta generaba una inquietud e incomodidad general», escribe la experta. Los tratados de pelota vasca y hasta sus historias las fueron haciendo invisibles.

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