Sociedad

«Incluso un final muy triste es mejor que ningún final»

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17
enero
2024

El catedrático en Ciencias Cognitivas Fritz Breithaupt (Meersburg, Alemania, 1967) lleva años investigando cómo las narraciones nos hacen ser quienes somos. Cómo las historias, tanto las reales como las ficticias, afectan a nuestra manera de relacionarnos con el mundo y con nosotros mismos. Según defiende el experto, es a través de ellas como nos comunicamos, procesamos los estímulos externos –también las alegrías y los traumas–, aprendemos y un largo etcétera. Es decir, cómo vivimos a través de ellas. Unos argumentos que expone más ampliamente en su ensayo El cerebro narrativo (Sexto Piso).


¿Por qué las narraciones son tan importantes para nosotros?

Las historias son la forma natural que tenemos de procesar nuestro mundo social y nuestras acciones. Experimentamos casi todo lo que importa en forma de narraciones. Cuando nos enamoramos, observamos atentamente las acciones de la otra persona como si fueran una historia. Algo que también pasa cuando discutimos con alguien. En general, nuestra memoria personal suele adoptar la forma de narraciones o pequeños episodios de lo que nosotros y los demás hicimos o sentimos. También planificamos acciones futuras como narraciones y nuestras fantasías son relatos. En resumen, nuestro mundo tiene sentido para nosotros en forma de historias.

Apuntas que son una gran herramienta para la supervivencia. ¿Por qué?

Porque a través de las historias podemos compartir nuestras experiencias. Esta es una capacidad asombrosa que permite a nuestra especie aprender unos de otros. Otros animales pueden dar señales de alarma, pero no comunicar sucesos pasados y coexperimentar lo que otros vivieron. Nosotros podemos explicárselo a los demás, lo que es un gran logro. Pero hay otras ventajas. Como que las historias nos permiten establecer vínculos con los demás, curar traumas o motivarnos. También nos permiten planificar acciones cuidadosamente porque podemos considerar todos los escenarios hipotéticos.

«Cuando las personas vuelven a contar sus propias historias y recuerdan, tienen la oportunidad de ajustarlas»

A nivel personal, es importante cómo nos relatamos lo que vivimos porque puede ser positivo para nosotros o causarnos traumas. ¿Cómo podemos hacer para controlar esto?

Las historias terminan con emociones que pueden ser un final feliz o una mala sensación. Los recuerdos traumáticos no tienen un final real. Cuando las personas vuelven a contar sus propias historias y recuerdan, tienen la oportunidad de ajustarlas. El punto clave aquí es llevar las historias a un punto final. Darles una conclusión, aunque sea triste. Entonces, podremos seguir adelante.

Unas narrativas que construimos a través de patrones. ¿Cómo funcionan?

Los patrones nos ayudan a orientarnos en nuestro mundo, nos dicen qué esperar. Lo mismo ocurre con las historias. Tienen muchos patrones que suelen terminar en una emoción. El final feliz del romance, la risa en la comedia o el sentimiento conmovedor en una tragedia pueden ser algunos. En general, los cuentos son episodios de emociones.

Unos patrones o estereotipos que también funcionan con los otros. Y de esta forma, lo simplificamos y se vuelve previsible.

El reduccionismo es siempre una posibilidad. Dentro de las historias y de nuestro pensamiento narrativo, muchos de los estereotipos de personas que utilizamos son díadas. Las díadas unen a dos personas y racionalizan nuestras expectativas: profesor-alumnos; reina-sirvienta; agresor-víctima; o jefe-trabajador. Sabemos qué esperar. Y sí, todos conocemos los aspectos nocivos de los estereotipos que reducen a los demás a un mero tropo [o imagen]. Esto puede ser especialmente dañino en las relaciones de poder asimétricas. Aun así, las historias también pueden cambiarnos las cosas. En medio de las historias podemos tener esperanza en un resultado mejor e imaginar algo inusual.

¿Y cuánto tiene que ver aquí la multiversionalidad, es decir, la posibilidad de pensar otras opciones?

Las historias y los relatos son más emocionantes cuando estamos en medio, no al final. Queremos saber qué va a pasar. Y cuando estamos en medio de una historia, todo parece posible. Imaginamos soluciones a los problemas más difíciles y soñamos cosas salvajes. Es lo que yo llamo multiversionalidad. Imaginamos muchas versiones posibles de lo que podría ocurrir. Puede ser en nuestra vida, en una película o en los cotilleos que alguien nos cuenta en la oficina. Este pensamiento multiversional rompe los estereotipos más restrictivos. Es un poco como un carnaval para nuestra mente.

¿Qué importancia tuvieron los cuentos de los hermanos Grimm para explicarnos a día de hoy?

Los dos nuevos tipos de cuentos que más éxito han tenido en los últimos 250 años son los cuentos de hadas populares de los Grimm y las historias de detectives. Los cuentos de hadas de los Grimm muestran que ganan los personajes más vulnerables. Al ser vulnerables, al final ganan los niños pequeños y los animales. Gracias a estos relatos, hemos llegado a esperar que la vulnerabilidad sea recompensada. Esta forma de cuento ha provocado grandes cambios históricos. No son los héroes estoicos los que ganan, sino las personas que muestran su debilidad. Sin duda ha ayudado al feminismo, a los movimientos obreros y, más recientemente, a Black Lives Matter y #MeToo.

«Tenemos muchos ejemplos históricos de cómo la gente pudo superar traumas gracias a las historias»

¿Cómo nos ayudan las narraciones a unirnos o a superar traumas a nivel colectivo?

El trauma y la pérdida son horribles. Cuando suceden, el mundo de una persona o grupo se hace añicos. No ven futuro y se quedan atrapados en ese momento de pérdida total. El trauma no tiene fin, es eterno. Las historias, en cambio, siempre llevan a un final y a un cierre. Una vez que la gente puede contar sus acontecimientos, parece posible un final. Incluso un final muy triste es mejor que ningún final. Tenemos muchos ejemplos históricos de cómo la gente pudo superar traumas gracias a las historias. En Estados Unidos, la gente pudo superar parte del trauma del 11-S cuando desplazaron sus historias hacia la memoria de los muertos. La tarea de los vivos pasó a ser honrar a los muertos. En la crisis financiera de 2008, a mucha gente le ayudó señalar a los avariciosos banqueros estadounidenses como los causantes. Culpar a los banqueros malos ofrecía cierta satisfacción de castigar simbólicamente y poner así fin a la historia.

Pero también tienen su lado negativo: nos enfrentan con otros y nos hacen tomar partido.

Efectivamente. A la gente le gusta tomar partido. En las historias, adoptamos la perspectiva de determinados personajes. Cuando estos personajes están en un conflicto, no somos neutrales, sino que vemos las cosas desde su perspectiva. Y solemos encontrar muchas razones por las que nuestro bando merece ganar y por las que el otro es malo. En las historias, nos divierte pensar y sentir que nuestro bando elegido tiene razón y merece ganar. Somos claramente partidistas y demonizamos al otro. En este sentido, la empatía puede ser mala para la resolución de conflictos en el mundo real. Actualmente, en nuestra situación mundial con muchas guerras y conflictos, a menudo es difícil ver el sufrimiento de ambas partes. En Gaza e Israel, por ejemplo, hay mucho miedo, dolor, tristeza y, en consecuencia, rabia en todos los bandos. Es importante tenerlo en cuenta y no dejarse arrastrar por tomas de partido simplistas.

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