Educación

El vínculo con el adulto, factor imprescindible de la salud mental de los jóvenes ante las pantallas

Cada vez es más pública la necesidad de regulación del uso de las nuevas tecnologías entre los niños y jóvenes. La experiencia de los últimos años nos lleva a concluir que los posibles beneficios del uso generalizado de dispositivos tecnológicos en las aulas no son proporcionales al desarrollo educativo integral que pretendemos ofrecer a nuestros alumnos.

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11
enero
2024

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Cada vez es más pública la necesidad de regulación del uso de las nuevas tecnologías entre los niños y jóvenes. La experiencia de los últimos años nos lleva a concluir que los posibles beneficios del uso generalizado de dispositivos tecnológicos en las aulas no son proporcionales al desarrollo educativo integral que pretendemos ofrecer a nuestros alumnos ni tampoco justifica el peligro al que les podemos exponer.

Para que nuestras aulas y nuestros hogares sean factores protectores de la salud mental de los niños hay que hacer a los jóvenes corresponsables de su crecimiento y de sus decisiones acorde a su edad. Hay que fomentar un aprendizaje activo, en el que los niños recuperen una vida real alejada de las pantallas, que muestran un mundo distorsionado, una especie de «tierra prometida» que nunca alcanzarán.

Las pantallas distorsionan la percepción de la realidad generando una disociación entre la realidad percibida y la realidad auténtica

Las pantallas distorsionan la percepción de la realidad generando una disociación entre la realidad percibida y la realidad auténtica. Como consecuencia, se dificulta el desarrollo armónico del niño y del adolescente. En momentos claves de su desarrollo, esa distorsión entre lo que anhelan y aquello que verdaderamente el mundo ofrece provoca un ruptura interna que a veces tiene consecuencias importantes y deriva en una patología. Sobreexponer a un mundo idealizado a nuestros adolescentes les dificulta descubrir aquellas cosas buenas que el mundo les ofrece.

La solución no puede pasar solo por la prohibición. Además, hay que redoblar el esfuerzo para realizar una propuesta atractiva por parte de los adultos de referencia de nuestros jóvenes. Las últimas leyes educativas, con una propuesta académica pobre, acaban siendo un factor de riesgo para nuestros jóvenes porque no son alternativa al mundo que las redes les ofrece. La profunda desmotivación de muchos docentes impide que sean adultos de referencia y que por lo tanto el vínculo con ellos se convierta en un factor protector para sus alumnos. Potenciar la experiencia de descubrir la belleza de las cosas y la alegría de descubrir lo verdadero es una experiencia de gozo que protege en su desarrollo a aquellos que la viven.

El acceso a las redes sociales a una edad temprana puede conducir a situaciones de ciberacoso, grooming, sextorsión, acceso a la pornografía y juego online a través de apuestas, entre otros. Es esencial educar a los jóvenes sobre el uso seguro y respetuoso de las redes sociales. Al mismo tiempo, hay que tener en cuenta que las redes están diseñadas de forma que generan una demanda de atención constante, rayando la adicción, también al adulto, y la mera educación y reflexión no es suficiente. También es necesaria esa regulación que haga que el reto que les pedimos a los jóvenes sea posible.

Además, desde la escuela percibimos cómo las redes sociales acotan el campo de conocimiento de los jóvenes, haciéndoles más influenciables y menos libres. No podemos permitir que un algoritmo decida qué deben leer o estudiar. Incluso lo que deben pensar y ser. Debemos preservar su identidad, pues no está en venta. Es necesario tomar conciencia de que la introducción en esas redes se haga de forma tutorizada. No hay que olvidar que la educación ha de residir, principalmente, en las familias y secundariamente en los centros educativos. Los padres hemos de tomar conciencia de esta situación y generar entornos familiares donde haya una convivencia sana que siente las bases de su comportamiento social, que no dependa exclusivamente de modelos llegados desde las pantallas.

Es esencial educar a los jóvenes sobre el uso seguro y respetuoso de las redes sociales

En un segundo plano los centros escolares tienen parte de la responsabilidad de proteger la salud mental y el bienestar de los niños y esto también pasa por ayudar a unos padres que en la mayoría de los casos desconocen, incluso, las plataformas en las que están navegando sus hijos o ciertos trucos para evitar el control parental alineados a la picaresca que es intrínseca a la juventud. En este sentido, hemos de dotar del conocimiento y las claves adecuadas a los padres con el objetivo de que aprendan a convivir en un mundo completamente digital, pero sin mirar hacia otro lado. La coexistencia de ambos mundos es posible, pero con la formación y la prudencia que requiere el momento.

Con esta idea, desde el Área de Colegios CEU, desarrollamos el curso pasado tres guías breves para las familias de nuestros alumnos. La primera lleva por título «40 preguntas que le harán sus hijos». Las otras dos que ofrecen pautas y orientaciones sobre ciberseguridad y sobre ciberacoso. Creemos que esta experiencia compartida puede ayudar a las familias a dar respuesta a muchas de las cuestiones que sus hijos les puedan plantear.

Por último, es indispensable establecer leyes estatales y límites para el buen uso de las tecnologías porque, aunque hemos descrito anteriormente que la educación es primordial, no es suficiente. En esta problemática existen varios responsables adicionales, como los creadores de contenido o los legisladores, que son quiénes deben establecer límites en todos aquellos contenidos a los que pueden acceder nuestros hijos en la red y, sobre todo, tener en cuenta su madurez mental en función de la edad. Aunque todos coincidamos en que la tecnología ofrece múltiples oportunidades, sin educación ni legislación, sus peligros aumentan. No sería justo dejar solos a nuestros hijos en su tarea de descubrir el mundo.


Raül Adames es director del área de Colegios de la Fundación San Pablo CEU.

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