Sociedad

«Silicon Valley ha creado un monstruo y ellos creen que no son responsables»

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29
noviembre
2023

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«Se anega el ritual de la inocencia; los mejores no tienen convicción, y los peores rebosan de febril intensidad». Los versos, de Yeats, pertenecen a su poema «Segundo advenimiento», y podrían reflejar con perfecta nitidez la situación actual en cualquiera de sus categorías: ética, política, económica… Al menos así lo considera Isaac Marcet (Barcelona, 1990), fundador y auriga de PlayGround, un medio de comunicación orientado a las redes y dirigido a los jóvenes que llegó al top 10 internacional de los más leídos, con más de 16 millones de seguidores y 1.000 millones de reproducciones, y que, este mismo mes, tras quince años de actividad, ha culminado la fase de concurso de acreedores y liquidación.

En ‘La historia del futuro‘ (Plaza&Janés, 2023), Marcet se adentra en el espejismo que supone entramparnos con algo tan difuso, lábil y embustero como el futuro, propone tentativas para disfrutar del presente, critica la ingenuidad que marcó su experiencia en las procelosas agua de internet, también a quienes tratan de sojuzgar a los elementos con tal de que su crecimiento sea imparable (Silicon Valley) y lo hace con una prosa por momentos lírica, salpimentada de versos y de reflexiones más entroncadas con la filosofía que con el lenguaje tecnofinanciero que aprendió durante esos quince años.


 ¿Qué entorpece más el disfrute del presente, que además de un tiempo verbal es, precisamente, eso mismo, un regalo, ¿el pasado, con su tentación nostálgica, o el futuro, ese territorio que está siempre por ver qué es?

De los tres tiempos, el futuro fue la última desgracia que guardaba la caja de Pandora. El futuro, además de controlar a la humanidad, es una utopía, un no lugar que te llena la cabeza de pájaros, ilusiones y esperanzas que no terminan de llegar nunca y, si lo hacen, seguramente sea a costa de la salud del medioambiente. A la vez, el pasado es un opiáceo que te hace dormir. Por eso el tiempo en el que escribo el libro es el del mito, la narración no temporal del «érase una vez» o «in hilo tempore», que queda más allá del tiempo. Te diría que tanto el futuro como el pasado son drogas poderosas y tóxicas por tanto nos queda abrazar una narrativa más mitológica que es la que te ancla a un presente continuo.

Ese territorio que propones, el del mito, pertenece a una categoría ajena a la verdad y la mentira, por tanto, no es fácil de transitar en una época tan descreída como la nuestra…

Es una ficción maravillosa; también se dijo que el capitalismo es un mito, pero no lo creo, no toda narración tiene por qué ser mitológica. Los mitos permiten transmitir una sabiduría de hace miles de años y que sigue sirviéndonos para vivir y entender el presente. El mito excede lo temporal, lo geográfico y lo cultural. Ya no hay futuro, entre otras cosas porque cada vez estamos más dentro del simulacro digital que carece de tiempo; en internet no hay mañana, ni noche, ni ayer, por eso solo nos queda la esperanza de algo que tiene que llegar pero que no termina de hacerlo nunca. El mito es la única solución, porque nos habla de verdades. Aristóteles nos dice en la Poética que la diferencia entre un historiador y un poeta es que el primero se basa en los hechos, y el poeta también, pero además reflexiona en aquello que podría haber sido o debería de haber sido. Los poetas nos recuerdan aquella realidad que no vemos, que pasa por dentro. El lenguaje de la poesía y del mito no es prosaico, por tanto, no es binario (blanco/ negro, derecha/izquierda, verdad/mentira) y por eso ayuda a comprender emociones tan complejas como el amor, el miedo, el dolor.

Que el futuro no exista, ¿implica que no hay que hacer un mínimo de previsión?

Decían los sufíes que todo lo que nos distraiga del presente es pecado…

La reapropiación del tiempo que propones en tu ensayo, ¿es una cuestión personal o comunitaria?

No creo que la revolución, a corto o medio plazo, vaya a ser social o política, pero sí que ha de empezar con algo muy personal, porque el tiempo que es muy personal, además de relativo, como demostró Einstein. Es posible crear tu propio tiempo porque no deja de ser ciertos movimientos; si tú vas más rápido, el tiempo se acelera, pero si vas más lento, el tiempo se aquieta. Esta revolución de la que hablamos empieza con algo interior. El libro no es un manual de instrucciones de cómo crear una suerte de utopía no temporal, pero se puede ir probando con el día a día, al menos intentar no dejarnos llevar por la hora del reloj, que es una hora ficticia y estandarizada, y escuchar el tiempo del corazón, del cuerpo, sabiendo que a la vez hay que trabajar, cumplir con determinados compromisos… Hay obligaciones, pero no todo lo que hacemos tiene que ser una.

Se trata de equilibrar el tiempo cronológico, ese que nos devora (Goya pintó a Cronos devorando a sus hijos) y el tiempo kairótico, tiempo de la vivencia interna, poético…

Exacto.

Pero, sea de una naturaleza y otra, la revolución que cambie este sistema que está acabando con los recursos parece más un deseo que una posibilidad real.

Decía Fisher que somos más capaces de prever el fin del mundo que el fin del capitalismo. Pero estoy seguro de que hay una salida. Aristóteles ya dijo que el dinero es una ficción, la peor de las ficciones porque, además, te encadena. Es cierto que esa revolución no vendrá a corto ni a mediano plazo, pero nosotros sí podemos comenzar a cambiar, tratando de vivir más humildemente, creando redes cercanas de cuidados, donde el tiempo pasa de otra manera. Este tipo de cosas también son una forma de lucha. Este sistema va a caer, sin duda, todas las civilizaciones caen por su propio peso, pero que empiece a caer ya dentro de nosotros. No olvidemos que somos consumidores y que podemos consumir de otra manera, no especular con el dinero, no invertir en pisos para realquilarlos, no endeudarnos…

«El modelo de negocio basado en la economía de la atención en redes sociales es tóxico»

Sin ánimo de ser impertinente: uno de los ejes de tu ensayo es la crítica a un crecimiento voraz que compromete el futuro, una crítica a un sistema que está acabando con los recursos del planeta, pero esto que ahora criticas es, de alguna manera, lo que supuso PlayGround…

Sí, absolutamente, escribo el libro fruto de una gran crisis personal, como una crítica a lo que viví, disparando hacia arriba, es decir, a Silicon Valley y de manera de destruir una industria que ya no existe, la de los medios de comunicación para jóvenes, con plataformas como Vice News o PlayGround, y como una crítica personal, porque yo me creí la idea de progreso, de futuro, la velocidad, la técnica, el capitalismo… siempre con alguna reserva, es cierto, pero me lo creí. Me creí que todo eso era el progreso.

Si volvieras a emprender un proyecto de estas características, ¿qué cosas no repetirías?

Para empezar, mi lenguaje personal, como Isaac Marcet, no es capitalista. No creo que emprenda ninguna empresa y, si lo hiciera, lo haría con reglas completamente distintas a las que hubo en PlayGround, no sería especulativa —tampoco lo fue exactamente PlayGround—, no me endeudaría, no haría planes a cinco años vista, sino muy cercanos al momento presente. Las reglas para quien emprende son cruentas y crueles. En los quince años de vida de PlayGround hubo momentos buenos y malos; los últimos cinco, con la ofensiva de Silicon Valley, fueron muy duros, tanto que pasé una enfermedad autoinmune. No quiero volver a esa rueda vertiginosa nunca. Es un modelo de negocio destructor.

Quizá por desconocimiento, cuando escucho la perversidad que se le achaca a Silicon Valley, pienso en el Priorato de Sión o en la conspiración judeo-masónica, a quien se les achacó todos los males del mundo…

Créeme si te digo que el mal viene de Silicon Valley… el mal real. El pecado original de Silicon Valley ha sido crear un monopolio de monopolios, donde el 80% de la publicidad es digital, y la captan ellos. El resto recogen las migajas de lo que debería de ser un negocio más equilibrado y regulado. Lo que no te dicen es que no hay una correlación entre tener una mayor audiencia y mayor negocio; y como te obsesiones en aumentar la audiencia, al final te obliga a crear titulares llamativos, contenidos cada vez más sensacionalistas y polémicos, más clickables y eso conduce a una prensa ultraveloz, violenta y polarizante. Silicon Valley no cree que el modelo de negocio digital puede ser una respuesta al futuro de la prensa, porque no contempla futuro alguno para la prensa rigurosa.  Hace tiempo, The New York Times publicaba un artículo sobre cómo Silicon Valley estaba emprendiendo una ofensiva contra los medios de comunicación tradicionales, por eso es más caro cada vez publicitarse en Meta o X. Google ha despedido decenas de personas que regulan sus noticias. Lo terrorífico es que Silicon Valley ha creado un monstruo, y ellos creen que no son responsables y la solución que proponen es arrumbar a los medios de comunicación. Creo que tiene que ver con el hecho de todo este funcionamiento está a punto de ser regulado, y cuanto más debilitados estén los medios de comunicación, más presión podrán ejercer. Ha de regularse ya, es necesario, porque el modelo de negocio basado en la economía de la atención en redes sociales es algo tóxico que se debería de eliminar por completo; las redes sociales no deberían tener publicidad, es una tecnología demasiado potente como para permitir manipularnos con neuromarketing.

¿Qué le parece esta iniciativa de dos madres que están recogiendo firmas (ya llevan más de 40.000) para pedir que se prohíba el uso del móvil en menores de 16 años?

Me parece una gran idea; de hecho, yo no estoy en redes sociales y creo que es un modelo de negocio muy tóxico, tienen demasiado poder, no deberían permitirles recoger tanto datos y manipularlos. Es un riesgo tan grande como el fuego que robó Prometeo: modificación genética, inteligencia artificial… son armas demasiado poderosas en manos de capitalistas que buscan un crecimiento geométrico e infinito. El suyo, claro. Una red social ha de ser pública, porque hablamos de autopistas por donde va la información, que es lo que sustenta la democracia. También los medios de comunicación habrían de ser entidades público-privadas.

¿Tiene futuro el oficio de periodista?

Sí, sin duda, y más en un mundo superpoblado como el que tenemos, tan complejo, necesitamos información veraz, y modelos de negocio que paguen bien a los periodistas por hacer su trabajo. Yo me equivoqué siguiendo las reglas voraces, pagando 70 euros por piezas que lleva tiempo y esfuerzo escribir. Esto no es hacer sostenible un negocio, es hacerlo monetizable.

Sin embargo, no somos capaces de discutir, los hechos importan menos que lo que se dice de ellos, preferimos salir impecables en la selfie, sin importarnos que los filtros que nos colocamos nos hacen irreconocibles…

Tienes razón, pero el interés por la verdad, por ir al meollo de los asuntos, por entendernos y comprenderlos también es una cuestión de costumbres. Hemos acostumbrado a una sociedad entera a especular con la información, abaratándola, le hemos hecho creer que con leer un titular ya está informada, pero eso no quiere decir que no se pueda cambiar el hábito y recuperar el amor por la verdad, porque es algo que necesitamos si queremos una sociedad más civilizada y democrática. Estamos disparando políticamente a izquierda y derecha, pero a lo que nos enfrentamos es un problema estructural de la información, hay que poner fin y límite a la gran ofensiva de Silicon Valley a propósito de cómo están manipulando nuestros cerebros y sensibilidades a través del móvil y las redes sociales; estamos peleándonos los unos contra los otros cuando el enemigo es el algoritmo, el lenguaje tecnofinanciero que está diseñado para crecer de manera infinita, un lenguaje que se basa en ratio-coste-beneficio en todo momento. Y que ha llegado hasta la política: recuerdo cómo me contaba la entonces presidenta del Congreso, Batet, que había diputados que gastaban una formas violentas y chuscas solo para conseguir engagement (es decir, audiencia), convirtiendo así la política en espectáculo, en entretenimiento.

Siguiendo su razonamiento, esta penosa carnavalización de la política podría combatirse al modo ilustrado, con educación y conocimiento…

Sí, es cuestión incentivos, si nuestro incentivo es el click ajeno o si el incentivo es contribuir a un diálogo constructivo que nos haga crecer como sociedad e individuos. Ahora mismo no se puede, y creo que pasará mucho tiempo hasta que esta situación empiece a cambiar.

«Necesitamos información veraz y modelos de negocio que paguen bien a los periodistas por hacer su trabajo»

¿Hasta qué punto Silicon Valley controla la máquina?

Quien tiene poder no son los cuatro hombres blancos de Silicon Valley, que también. Un ingeniero de Google me comentó que realmente ya no saben qué pasa dentro de la máquina. Toma decisiones tan rápido, tan rápido como que va a la velocidad de la luz, en tiempo real, y a la mente humana no le da tiempo a procesar, a asimilar en qué invierte la máquina; es tal la automatización de sus procesos que nos enfrentamos a un monstruo como el que creó el doctor Frankenstein. Ese libro cuenta todo lo que está pasando a día de hoy. Ese monstruo, creado de retazos de muertos, así como la inteligencia está creada por retazos de recuerdos humanos, fotografías, mapas, libros, melodías… El monstruo, la máquina, ya anda sola, anda suelta. Y es una inmensa amenaza. Tendríamos que prohibir tanto la modificación genética como la inteligencia artificial hasta que conozcamos sus efectos secundarios, sus consecuencias. No vaya a ser que cuando queramos poner límites sea demasiado tarde.

¿Qué papel desempeña el azar en este despropósito?

Un papel imprevisible, claro. De todos modos, hemos llamado a la máquina «inteligente» cuando no lo es, Cicerón acuñó la palabra, inteligente, que significa «aquel que es capaz de leer entre líneas» y las líneas de computo son las que decodifica la máquina, nada que quede entre esas líneas es capaz de recoger. La máquina no puede ser inteligente porque, al igual que es dinero, es una ficción, una abstracción. Aunque sea, como en el cuento de Borges, un mapa que se ha comido el territorio.

Del rigor en la ciencia, acaso el más breve del argentino… Un mapa a escala una milla por una milla…

Exacto, pero es tan sencillo como romper el mapa. Cuando nos demos cuenta de que la inteligencia artificial no es tan inteligente como pensamos, será más fácil. Ahora mismo queremos ser engañados, no podemos dejar de creer en el futuro, en el progreso, porque en el fondo no podemos (todavía) de dejar de creer en el capitalismo, hay demasiados intereses.

De todas las promesas del futuro que recoges en el libro, ¿cuál es la más dañina?

La IA es una de ellas, otra es la creencia en que la tecnología va a solucionar los problemas del medio ambiente, aunque es cierto que puede servir de alivio en algunos casos, pero la única solución real pasa por un decrecimiento real en todos los sentidos, incluso en el demográfico, aunque esto nadie se atreve a decirlo en voz alta, salvo algunos filósofos como Chomsky, Žižek o Donna Haraway. Asimismo, hay que asumir que el PIB no debería de ser la vara de medir la riqueza de un país, porque ya sabemos que la felicidad no va pareja con el PIB. Y, por último, esa promesa de que mejoraremos la especie con implantes neurológicos, avatares o biochips en el cerebro conectados a internet. Tampoco hay que confiar tanto en la psiquiatría, nos medican demasiado. Antes, cuando uno estaba mal se iba a casa de sus padres o se metía en la cama, y entre todos cuidaban de él. Hoy nos medicamos porque no podemos parar. La psiquiatría está ayudando a la máquina para que no paremos. El 80 por ciento de los jóvenes está medicado de TDA, depresión, ansiedad…

«Tendríamos que prohibir tanto la modificación genética como la IA hasta que conozcamos sus efectos secundario»

Hablas de algo que se está rompiendo: el tejido afectivo, la comunidad…

Sí, eso mismo… el concepto de «familia» se ha ido reduciendo hasta dejándolo casi vacío. Antes, las familias incluían a muchos miembros, desde los nucleares a otros como vecinos. Había mucha solidaridad, en general, entre unos y otros, de alguna manera, todos se cuidaban entre sí.

El feminismo y ecologismo, ¿de qué manera contribuyen a construir un mundo más habitable?

Quien no sea feminista es cruel, el futuro es feminista o no será; la evolución ha conocido muchos ciclos, ciclos matriarcales, ciclos patriarcales, pero ya lleva el hombre demasiado tiempo gobernando, es hora de que sean ellas quien tomen el relevo. El feminismo es mucho más antiguo de lo que pensamos, está en nuestro ADN. No es necesario romper con todo lo anterior, porque hay una línea que conecta al primer hombre, a la primera mujer, con la mujer y el hombre de hoy. Somos parte de un linaje mucho más fascinante de lo que pensamos.

Una última pregunta, sin frivolizar en absoluto: la quiebra de PlayGround, ¿te ha supuesto una suerte de epifanía?

No, estas ideas que barajo en el libro llevo dos décadas pensándolas, estudiándolas, trabajándolas, salvo que PlayGround era una idea contraria a todo lo que he escrito, pero quien escribe este libro no es muy distinto a ese joven de 18 años que leía Los vedas y siempre tenía a mano un poema. Como decía Whitman, uno contiene multitudes.

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