«La población joven, si tiene la oportunidad, apuesta por el medio rural»
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Frenar la despoblación y apoyar a los territorios descentralizados a lograr su revitalización son dos de los objetivos de la Secretaría General para el Reto Demográfico, de la cual Francés Boya Alós (Val d’Aran, 1960) está al frente desde 2020. Con una dilatada trayectoria en la defensa de los pueblos, el secretario considera la conectividad y el impulso a las renovables como puntos clave para la puesta en valor de los municipios.
¿Cómo es la situación actual del medio rural en España, según sus estudios?
La situación es compleja, como en el conjunto de la sociedad. Tenemos en el horizonte elementos que generan mucha incerteza. Por otra parte, el medio rural, como sabemos, ha sufrido durante las últimas décadas una pérdida de población importante. En este caso, lo positivo es que hay un gobierno que ha apostado por hacer una política pública en favor del equilibrio territorial para evitar el vaciamiento de los pueblos y de las ciudades medias. Eso es una buena noticia.
De las 130 medidas ante el reto demográfico que se impulsaron hace dos años, ¿hay alguna a la que se le esté dando más prioridad para evitar la despoblación?
Las medidas fueron un plan de choque que pretendía que, del paquete de recursos Next Generation que llegó, una parte fuera al medio rural y se destinara a esos sitios que tienen problemas demográficos. Una parte importante está territorializada: son las Comunidades Autónomas las que están ejecutando esa parte del plan. Pero de lo que ha ejecutado la Administración General hay un elemento clave: la conectividad digital. En España, gracias al Plan Único, hemos conseguido que todo el territorio nacional esté conectado. Esta era una de las grandes reivindicaciones que se hacían hasta 2020. También se ha hecho una política de eficiencia energética de los edificios, de impulso a las comunidades energéticas. Hemos hecho un avance muy importante.
Ante la importancia de que cada territorio pueda generar su propia energía y de impulsar las renovables, ¿qué medidas tienen previsto tomar para que se convierta en una realidad?
El incentivo a las energías renovables es una de las políticas de la Secretaría de Estado de Energía. En el medio rural, aunque sea un proceso algo más lento, es una oportunidad porque permite a las comunidades tener acceso a energía barata y eso es fundamental. Lo que está pasando con las granjas de ganado vacuno, donde vemos cómo la conversión del residuo orgánico en biometano se aprovecha en maquinaria agraria, generando una economía circular eficiente, es un salto enorme; el medio rural, en este sentido, va a sufrir un cambio muy interesante y muy provechoso. La energía es una de las claves y la industria que tenga energía barata va a tener un elemento de competitividad muy alto.
«Necesitamos una política de vivienda audaz»
¿La soberanía alimentaria y agroecológica es también un punto importante en este proceso?
Es una de las grandes claves, pero ahí entramos en un mundo con gran complejidad. Tenemos grandes latifundios en Andalucía y luego tenemos las pequeñas agriculturas. Hay que tomar conciencia de que el cambio real de paradigma, con respecto al cambio climático y a tener una forma de vida más saludable, tiene que ver con nuestra capacidad y nuestra conciencia de saber distinguir lo que compramos, dónde lo compramos y, sobre todo, cuál es la procedencia de esos productos. Todo lo que tenga que ver con productos ecológicos, de proximidad, que ayuden a tener bosques más resilientes, va a hacer que logremos entornos más razonables desde el punto de vista de la sostenibilidad o no. Y aquí estamos haciendo esfuerzos importantes por apoyar la innovación. Vamos a ver ejemplos muy interesantes, como el que estamos iniciando con la Fundación Biodiversidad, con 120 millones de euros, destinado a fomentar esta bioeconomía. Todo esto es un trabajo de medio plazo, de concienciación ciudadana, y de mejora y ayuda a la agricultura ecosistémica, que tiene mucho interés para la sociedad.
El trabajo de las mujeres rurales se está visibilizando cada vez más. ¿Son también agentes de transformación?
Tenemos un medio rural muy masculinizado y las mujeres lo tienen más difícil para conciliar la vida laboral con la familiar y la cultural. Pero también es verdad que son las que más emprenden y tenemos algunos datos que nos lo corroboran. Con Aragón hicimos el programa Erea, un programa de creación de empresas rurales, y la mayor parte del emprendimiento provenía de ellas. Son una pieza clave. Sin mujeres el medio rural no tiene futuro, por tanto hay que hacer que los pueblos sean amables y hay que resolver algunos asuntos de carácter social para que la conciliación sea posible.
El covid-19 supuso un cambio sustancial en cuanto a las preferencias de la población por vivir en zonas con mayor calidad de vida. ¿Esa tendencia sigue en alza o tras la pandemia se ha revertido?
Fue un efecto rebote. Es verdad que nuestras estadísticas nos dicen que los pueblos que están a una hora de las grandes ciudades han tenido crecimientos y, en general, hay una tendencia de la sociedad a valorar bien la vida allí. Las encuestas nos dicen que mucha gente, si pudiera, se iría. Pero es cierto que ese tránsito no es fácil, requiere de toda una logística familiar, profesional, que no siempre es posible. Estamos trabajando con diferentes agentes –asociaciones, pequeñas empresas- que han puesto en marcha estrategias para atraer población y hacerlo más fácil. Hay bastantes casos en los que los pueblos que han querido ponerlo en marcha están viendo resultados, como por ejemplo en Paredes de Navas –Palencia–, que ha aumentado su población en 50 personas. Luego está lo laboral, pero el teletrabajo y la tecnología nos están ayudando mucho en eso.
«Sin mujeres el medio rural no tiene futuro»
El alto precio del alquiler es uno de los problemas más importantes a la hora de que la gente más joven se decida por una gran urbe o la descarte. ¿De qué manera pueden aprovechar esto los pueblos?
Tenemos un problema de vivienda, es obvio. El Estado puede hacer cosas y ayudar, pero quienes tienen las competencias son las Comunidades Autónomas. El Gobierno ha puesto a disposición todo el suelo que tenía en la Sareb y estamos utilizando todos los elementos que tenemos en suelo rural para generar vivienda. Lo que necesitamos es una política de vivienda audaz, pasar de ese 3% de vivienda pública que tiene España al 20% y, al mismo tiempo, modificar algunos marcos legislativos que agilicen la posibilidad de que los ayuntamientos le den seguridad jurídica a la vivienda. Porque el problema, muchas veces, es que en el medio rural se fueron los abuelos, y la propiedad ha quedado en manos de varias personas que ni se han puesto de acuerdo ni han tenido interés en rehabilitar el espacio y ahora es una ruina. Resolver el acuerdo con la propiedad de esa vivienda es complejo. Es importante tener mecanismos que ayuden a las familias que quieran irse a vivir al medio rural a encontrar estas viviendas con calidad y que la propiedad también tenga garantías. Son procesos que ya se están dando, es el camino que tenemos que seguir.
Actualmente existe un problema de falta de oportunidades laborales dignas. ¿Qué hace falta para que las zonas descentralizadas y con poca población puedan potenciar su tejido empresarial y puedan generar empleo?
Hay que entender que el equilibrio territorial no es solamente una política que tenga que poner el foco en los pequeños municipios rurales –por debajo de 5.000 habitantes–, aunque sea un foco muy importante porque es donde más sangra la herida y muchos pueden, incluso, desaparecer. Pero la política contra la despoblación tiene que atender a los diferentes niveles de poblaciones que tenemos en el territorio. Nos interesan mucho las cabeceras de comarca y las ciudades medias, porque allí es donde se puede generar empleo industrial, polos de servicio importante, y pueden permitir construir ese país de los 30 minutos. Habría que recuperar vitalidad en el ámbito de la economía, aunque tenemos algunos vientos en contra, como que China se convierta en el principal suministrador, lo que implica que hay una pequeña industria que sufre. O la presencia de Amazon, que hace que los pequeños comercios entren en crisis. Hay que atraer a esa pequeña industria, menos pesada, más tecnológica, con más facilidad de implantarse en territorios con conectividad. Generar un comercio distinto, más próximo. Este cóctel nos tiene que ayudar en poner en valor este territorio, cada cual con su margen de oportunidades.
¿Cómo lograr que la gente joven, la más necesaria para impulsar la demografía, decida optar por un núcleo con menos población o, al menos, decida no marcharse del sitio en el que vive?
La población joven, si tiene la oportunidad, apuesta por el medio rural. Pusimos en marcha el Programa Campus Rural, que vamos a continuar, pero necesitamos ir generando herramientas para que ese regreso que suele ocurrir tras ir a la universidad se dé en una pista de aterrizaje que suponga cierta facilidad. Volver no puede ser un acto heroico, sino que tiene que tener un marco. Hemos creado los centros de innovación territorial, que pretende ser una red que atrape el talento para que regrese al medio rural. Y queremos que sean motores de apoyo. Pero como toda política de reto demográfico, los resultados se verán de aquí a unos años.
«Un país que reconoce sus lenguas se reconoce en su diversidad»
Entiendo que una oferta cultural interesante también ayudaría.
Ese es un tema que se está construyendo. Con Fademur y el programa de festivales ya es una base importante. Y es cierto que la conectividad nos permite acceder a mucha cultura a través de la red. La demanda también tiene mucho que ver para que se incentiven los programas. Este sector porque es un elemento diferenciador con respecto a las ciudades, es una parte esencial en la vida de la gente joven. Hay que abrir canales para que la cultura llegue al medio rural. Es interesante el caso de La Benéfica, en Piloña –Asturias–, una experiencia que ha abierto Rodrigo Cuevas con un grupo de gente. Quiero decir que el medio rural también se puede convertir en una fábrica de cultura de raíz y las Administraciones debemos incentivar estos proyectos y poner recursos. Hay una red de festivales impresionantes, cada vez más. El arraigo es muy importante y en casos como Rozalén o Rodrigo Cuevas vemos que de esa mirada atrás se puede construir una música muy actual, con raíces en la cultura tradicional, y eso puede ser muy rompedor. La cultura apoya la identidad, apoya la autoestima, y esos elementos son claves para que alguien siga creyendo en la oportunidad que le da su tierra para vivir allí.
Recientemente hubo un amplio debate sobre el uso de las lenguas cooficiales del Estado en el Congreso. ¿Por qué es importante visibilizar y preservar las lenguas y culturas de los territorios descentralizados?
Porque hay que tener una mente abierta y entender que cada lengua representa una manera distinta de ver y entender el mundo. Yo, por ejemplo, hablo una lengua que solo hablamos 4.000 personas. Conservar ese patrimonio no es una cuestión valiosa para la gente que habla esa lengua, sino que lo es para el conjunto del planeta porque representan un tesoro lingüístico impresionante. La lengua expresa conceptos, y cuando desaparece una lengua, esos conceptos desaparecen. Esas distintas visiones del mundo nos enriquecen y las lenguas minoritarias no tienen por qué tener un estatus menor. Un país que reconoce sus lenguas se reconoce en su diversidad y es más interesante. La convivencia lingüística, si la política no lo enturbia, no tiene por qué ser ningún problema. Yo vengo de un territorio donde se hablan tres lenguas y nunca ha habido conflicto. Los niños comienzan hablando una lengua y terminan con cinco al final de su formación, y eso les facilita mucho aprender inglés, francés, italiano, porque tienen un bagaje incorporado. Hay debates que no tienen ningún sentido.
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