Un futuro donde la economía y lo socioambiental se imbriquen

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Esmeralda R. Vaquero

@EsmeRVaquero

La sostenibilidad se ha convertido en una palabra clave en el debate empresarial y político, aunque no parece tan sencillo encontrar la forma de incorporar este valor en sus diferentes vertientes. Lo que sí comparten muchos de los agentes interesados es que velar por procesos y resultados que contemplen un horizonte transversalmente socioambiental, y no solo económico, es algo que trasciende a lo local y que precisa de un empuje transnacional. Un buen punto de partida lo constituye el Pacto Verde europeo, impulsado en 2019. Se trata de un paquete de iniciativas políticas que quiere situar a la Unión Europea en el camino óptimo hacia la transición ecológica. Su objetivo es claro: con el objetivo último de alcanzar la neutralidad climática antes de 2050, implementando una economía moderna y competitiva.

«No puede haber rentabilidad económica si no hay rentabilidad social. Y esto pasa por el business to society; crear valor tiene que ser compartido y tiene que ser para toda la sociedad”, explicó Beatriz Corredor, presidenta de Redeia, durante la sesión inaugural de las Jornadas de Sostenibilidad 2023, organizadas por la compañía. A lo que añadió: «Las empresas sostenibles a largo plazo hacen mejor uso de los recursos y consiguen gestionar de forma más eficiente sus procesos y sus riesgos, tanto financieros como operacionales y reputacionales».

Beatriz Corredor: «No puede haber rentabilidad económica si no hay rentabilidad social»

Y es que la sostenibilidad, para Corredor, va íntimamente relacionada con la valoración de las condiciones de vida de las personas y de los territorios. «Comportamiento ético es tener una actividad proactiva en el respeto a los derechos humanos, los derechos laborales y el bienestar de la comunidad, y esto es algo que favorece la inversión. Es rentable ser sostenible y ser sostenible no es parecerlo», sumó. En esta línea, el presidente de Ernst & Young (EY) en España, Federico Linares, confirmó la idoneidad de las dinámicas donde se combinan lo económico y lo social. «Lo hemos medido y hemos visto que los profesionales que más se implican en la creación de valor a largo plazo son, en general, quienes tienen mejor rendimiento financiero», subrayó. Tanto Corredor como Linares compartieron la necesidad de la colaboración público-privada para ofrecer soluciones sostenibles a los retos actuales.

La relevancia de la economía circular

Una de las claves para trabajar en línea con la sostenibilidad pasa por reducir el impacto medioambiental del sector empresarial y apostar por la circularidad. Pero, más allá de una idea, se trata de ver su reflejo en la realidad e incidir en lo más básico y cercano: reducir la generación de residuos. «Tenemos una agenda con varios ejes, entre los que se incluye un reglamento de ecodiseño para introducir la circularidad, mejorar la durabilidad de los productos, su reutilización, cómo hacer que las sustancias químicas peligrosas no lo limiten. Y otro eje es cómo generar más valor de ese residuo. ¿Cómo reducimos todo envase que no sea necesario y aseguramos que ese residuo se quede dentro de Europa y no se vaya a contaminar a otros países fuera? Tenemos que mejorar el mercado interior de residuos», interpeló Luis Planas, jefe de gabinete de la Dirección General de Medio Ambiente de la Comisión Europea.

Y es que, actualmente, las cifras están lejos de asegurar una eficiencia de los recursos. Planas señaló que solo se está recuperando el 22% del cobalto que se produce en Europa, el 16% de níquel y solo el 1% de litio. «A nivel de empleo la transición es una gran oportunidad, los empleos circulares son cuatro millones y medio en Europa, la cifra y ha aumentado un 15% desde 2015», concluyó.

Luis Planas: «Tenemos que mejorar el mercado interior de residuos»

En relación con la sostenibilidad, aunque desde otro prisma, Planas también habló de la autonomía estratégica. «El covid-19 y la Guerra de Ucrania nos han llevado a vivir momentos muy complicados y nos hemos dado cuenta de la vulnerabilidad de nuestras cadenas de valor y de lo rápido que dejamos de poder comprar materias primas. Tenemos que ver cómo avanzar hacia esa autonomía», subrayó. El reto jurídico, tal y como manifestó, es una barrera importante en la transición hacia la circularidad, porque no existe un criterio común en todos los países sobre lo que se considera como residuo.

En esta línea, Diego Rubio, director de la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia País de la Presidencia del Gobierno, añadió que la circularidad es la mejor solución para reducir las dependencias exteriores. «Nuestro objetivo final es acabar convirtiendo el tejido productivo europeo en un sistema simbiótico donde los residuos de un sector son convertidos en recursos de otro sector. El reto es enorme, pero la tecnología ya existe en muchos campos. Materialmente se puede hacer, no se va a hacer en los próximos 30 años, pero algún día llegaremos a eso. Hay países en Europa donde no existen los vertederos, por qué no podemos llegar en España a ese punto», subrayó.

Y es que para garantizar un futuro sostenible o, mejor dicho, un futuro a secas, el sector productivo tiene que seguir buscando fórmulas para lograr que el mercado y sus ramificaciones, las empresas, se impliquen en paliar los efectos del cambio climático. Que esos espacios de finanzas, junto con el sector público, asuman la responsabilidad conjunta necesaria para garantizar la supervivencia del planeta.