Derechos Humanos

«La economía de la atención limita nuestra libertad para pensar»

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05
septiembre
2023

La doctora María Prandi Chevalier es experta en relaciones internacionales y en cultura de la paz, además de destacada investigadora y conferenciante sobre derechos humanos y empresa. Dialogamos acerca de la situación de los derechos humanos y laborales en el mundo, el papel e impacto de la empresa en la sociedad moderna y el rol del Estado en nuestro recién inaugurado siglo.


Fundadora de Business and Human Rights (BHR) y cofundadora de Peacestartup. ¿Por qué se inclinó a especializarse en el asesoramiento de DDHH y del pacifismo?

¡Nunca me había planteado esta pregunta! Mi madre es francesa, estudié en el Liceo Francés. En mi familia hemos vivido las guerras mundiales en Francia y la Guerra Civil en España. Pienso que tanto el tipo de educación como las vivencias familiares me han marcado para considerar en la vida unos determinados valores y principios, entender que en muchas ocasiones se llega a situaciones de conflicto más o menos intensos y graves, pero que, al final, se trata de aprender a funcionar bajo unos criterios que aseguren la convivencia digna de todos. Además, quizá también ha contribuido entender que existe injusticia en este mundo y que los que somos privilegiados debemos intentar buscar soluciones que sean válidas. Necesito comprender por qué suceden determinados conflictos y no nos entendemos entre sí los seres humanos.

Recientemente ha sido invitada a participar en el evento Global Compact de la ONU. ¿Cuál es su radiografía actual del mundo en clave de derechos humanos y paz?

Actualmente estamos viviendo muchas tensiones, tensiones ante nuevos retos como son los nuevos impactos en nuestros derechos que surgen por las nuevas tecnologías, la inteligencia artificial o la implementación progresiva del reconocimiento facial. Me interesa la reflexión en torno al hecho de que nos encontramos frente a una nueva economía, la «economía de la atención», que busca mantener nuestra atención y que limita, en consecuencia, nuestra manera y libertad para pensar. Observo entonces una multitud de retos de los que no somos plenamente conscientes –ni los gobiernos ni los ciudadanos ni tampoco las empresas– de los cambios que pueden implicar a nivel individual y colectivo. Luego, veo que también hay avances, que hay cosas que mejoran y en las que poco a poco se va progresando a nivel de regulación y de asentar criterio sobre lo que sirve, lo que no sirve, si hay que regular y hasta dónde. Pero todo este proceso es muy lento.

«Estamos viviendo muchas tensiones ante nuevos retos como son los nuevos impactos en nuestros derechos que surgen por las nuevas tecnologías o la inteligencia artificial»

¿Y cuáles serían estas iniciativas? ¿En qué consistirían?

Siempre se ha hablado de la colaboración entre actores para encontrar soluciones. Pienso que la evidencia lo confirma. Por ejemplo, estamos trabajando en un proyecto conjunto de investigación con la London School of Economics para ayudar a las empresas a entender que en entornos frágiles y complejos hay que tener una visión colaborativa más intensa que lo que puede ser en otros entornos más regulados en los que no hay retos tales como altos niveles de violencia o de corrupción. Donde al final, mientras en unos países estos problemas están controlados, en otros, donde existe una ausencia del Estado para resolverlos, es necesario buscar alianzas para abordar estas muy complejas cuestiones y que un solo actor no puede ni entender completamente, ni abordar, ni alcanzar a resolver.

Precisamente sobre la gestión empresarial ha escrito varios libros. ¿Hasta qué punto la gestión empresarial es clave para el mantenimiento de los derechos humanos en la sociedad?

Las empresas son uno de los actores clave en nuestras sociedades, porque al final determinan todo. Todo cuanto hacemos, qué comemos, en qué horario trabajamos, cuándo tenemos vacaciones, en qué nos gastamos el dinero y un largo etcétera. Condicionan nuestro día a día como consumidores que somos de mil cosas, algunas de ellas básicas y otras no tanto. La capacidad de influencia de las empresas en cómo es ahora nuestra sociedad y cómo va a ser en el futuro se debe a su capacidad para generar productos y servicios, además de generar empleo. Por tanto, el grado de influencia de las empresas sobre qué pensamos, cómo reaccionamos ante las cosas, nuestra salud o la calidad de lo que compramos es increíble. También como posibles líderes, al contar con plantillas amplias de trabajadores, pueden tener un impacto positivo en la sociedad. Por ejemplo, al apostar ahora las empresas por la inclusión y la diversidad en sus empleados, el mensaje se normaliza y se acaba reflejando en la sociedad.

Sobre la ética en el mundo de la empresa, ¿se escucha a los expertos? ¿Tiene la ética un peso relevante tanto entre las multinacionales como entre las grandes, pequeñas y medianas empresas?

Depende. Para unas compañías, la ética es algo que se recoge a través de códigos éticos, etc., pero también hay empresas que por su cultura de organización no dan relevancia a este tema y pasan por encima. Al final, es tan importante lo que está escrito como lo que el jefe o el directivo al mando de unas personas o procedimientos establece, si se va a hacer la vista gorda o si se establece una línea roja que no se debe rebasar. Lo importante es que exista coherencia. De lo contrario, los mensajes son confusos y la ética es al final la de cada uno. La aplicación de la ética en la empresa depende de su liderazgo, de si esa empresa quiere hacer bien las cosas, o no, y tiene que ver tanto con la forma como con la práctica.

¿Observa una mayor concienciación en los últimos años en gobiernos, en empresas y en instituciones internacionales acerca de la necesidad de reforzar los derechos humanos y de cuidar nuestro planeta?

Sí, yo creo que sí, que ha habido un cambio en este aspecto bastante importante. Cuando empecé hace veintitantos años y hablaba de estos asuntos me miraban como si fuera un extraterrestre. Ahora, afortunadamente, esa intuición que tenía de que estos temas eran importantes para progresar y seguir reconociéndonos como seres humanos se va demostrando que debe ser así. Ha habido, por tanto, mucho avance. No obstante, también quedan muchos retos.

Me pregunto si sirven de algo los boicots o bloqueos de importaciones llevados a cabo sobre todo desde Occidente. ¿Cómo observa la dirección del nuevo orden mundial que se está generando? ¿Nos dirigimos acaso hacia un mundo de dos polos, uno de avance y otro de retroceso?

Se pedía hace unos años que salieran empresas de Sudán por su vinculación con las milicias armadas y el gobierno, ¿qué pasó? Se llamó a un boicot a las empresas, muchas se fueron y llegaron las empresas chinas.  Otro ejemplo, hemos estado asesorando empresas globales que tienen activos en Myanmar. Nos preguntan: «¿Qué hacemos? ¿Nos quedamos, nos vamos?» Nuestra recomendación, al final y mirando por el interés de aquellas personas que están trabajando en estas empresas en un contexto de represión cada vez mayor, de conflicto armado abierto en el país, es que quizá hay que establecer mayores medidas de seguridad para evitar la violencia del conflicto entre los empleados, pero no irse del país, sino mantener los empleos. En el caso de Myanmar, al igual que ha pasado en otros países, sabemos que muchas personas acaban en la prostitución cuando han perdido su empleo en otro tipo de industrias. Pero incluso vamos más allá: he estudiado cómo las empresas pueden ser actores en procesos de construcción de paz. Esta situación se dio, por ejemplo, en el Apartheid, cuando el sector empresarial comenzó a posicionarse para facilitar un diálogo de salida al respecto. Otro ejemplo, el ocurrido en Colombia.

«En Occidente deberíamos pensar más en un “nosotros” que en el “yo”»

Volviendo al tema de las empresas, tienen capacidad para avanzar hacia mejores condiciones de vida para todos, especialmente las grandes. Algunas poseen presupuestos mayores que los de determinados países. De nuevo, la clave se encuentra en estudiar cómo utilizar esta poderosa capacidad de influencia de las empresas y de su capacidad de gestión, ya que en esto último son además muy buenas, para apoyar procesos que se dirijan hacia la democracia y el respeto por los derechos humanos.

León Tolstói llegó a afirmar que el concepto de humanidad, que sería unificador, es un imposible: los seres humanos somos incapaces de aceptar una colectividad tan extensa y variada. ¿Qué piensa usted al respecto? ¿Será posible alcanzar acuerdos globales, respetuosos con los derechos civiles y humanos y contra el cambio climático bajo una perspectiva racional y universal?

Al final, mi reflexión alrededor de todas estas cosas, tras impartir un montón de charlas y de conferencias al respecto, es que tenemos la capacidad de ser todos iguales, pero que nuestro valor radique en la diferencia. De nuevo, puedo parecer contradictoria, pero es que nuestro valor de la igualdad se fundamenta en la diferencia. Con esto quiero decir que cualquier persona en el mundo, sea hombre, mujer, niño, anciano, etc., lo que tiene muy claro es qué cree que puede asegurarle una vida digna en la escala que sea. Al final, todos deseamos poder tener un trabajo digno, que nosotros y nuestras familias gocen de salud y podamos dar educación y valores en los que creamos a nuestros hijos e hijas, que podamos acceder a una atención sanitaria cuando la necesitemos… Todos albergamos las mismas inquietudes, teniendo en cuenta los matices entre las diferentes culturas. Es aquello de «¿qué es la felicidad?», pues estar tranquilo, que no es poca cosa. Es más, hay muchas poblaciones indígenas que no hablan en «yo», sino en «nosotros». En Occidente deberíamos pensar más en un «nosotros» que en el «yo».

¿Es posible evitar un nuevo choque entre potencias militares y garantizar la paz global sin que se produzca una imposición de un extremo al otro del mundo? ¿Piensa que la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1947 mantiene su vigor o necesita ser actualizada?

De hecho, se actualiza regularmente: hay nuevas convenciones, por ejemplo. Hay derechos que no sabíamos que teníamos, pero que ahora sabemos que tenemos, como el derecho a un medio ambiente sano, el derecho a acceder al agua potable, etc. Muchos de estos derechos no se encuentran en la declaración original, pero se han acordado mediante convenciones o pactos en las últimas décadas, como el tema de los trabajadores migrantes sobre los que hay ahora una convención para proteger sus derechos. ¿Por qué? Pues porque hay 400 millones de trabajadores migrantes en el mundo. ¿Y por qué la Unión Europea ha hecho una ley para evitar impactos en derechos humanos producidos por la inteligencia artificial? Porque el avance en las nuevas tecnologías nos está haciendo ver que hay nuevos impactos.

¿Cómo se suelen vulnerar más habitualmente en el mundo los derechos humanos y los civiles?

Los principales abusadores, a nivel global, suelen ser los Estados. Si observamos el informe anual de Amnistía Internacional sobre lo que pasa en todos los países del mundo podemos ver que los principales torturadores, limitantes de la libertad de expresión, de organización, de asamblea y de manifestación, de la imposición de la censura en países, son los gobiernos. A nivel de derechos laborales, son las empresas las que ocupan este rol, en especial en cadenas de suministro muy lejanas que propician que se produzcan estos abusos en países con regulaciones insuficientes.

¿Cómo la ciudadanía en general podemos ayudar e influir a construir un mundo pacífico, unido, en el que se respete la vida y a las personas?

En muchos países, como Alemania, está especialmente arraigado preguntar y protestar. Si uno está comprando o adquiriendo determinados productos y servicios, se suele preguntar cómo y en qué condiciones se está produciendo algo, etc. Esto no lo hacemos casi nunca [en España], pero estamos en nuestro derecho. Es una información, además, que seguramente la empresa pueda tener. Solemos creer que como consumidores carecemos de influencia, pero sí la poseemos. Muchas empresas están pendientes de lo que sus consumidores les preguntan y les transmiten, observan tendencias de lo que busca el consumidor, si productos más ecológicos o con envases más reciclables, etc. Hay, por tanto, un gran potencial para influir preguntando e insistiendo sobre todos estos temas, porque sé que a muchas personas les preocupan o tienen interés en comprar de manera más responsable, pero no nos creemos a nosotros mismos.

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