Derechos Humanos

«El cambio climático tiene consecuencias directas en la seguridad del planeta»

Bahijjahtu Abubaka, autoridad mundial en energías renovables, ha instalado más de un millón de cocinas limpias en Nigeria. La medida, que ha permitido mejorar la salud de las mujeres que inhalaban el aire contaminado del carbón, ha sido un éxito: su propuesta es ya seguida por 300.000 emprendedoras convertidas en luchadoras climáticas.

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Julio Misis
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31
mayo
2019

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Julio Misis

Es una autoridad mundial en renovables y, en su discurso, el cambio climático tiene una relación directa con la seguridad. En Nigeria, su país, ha desafiado todas las convenciones. También a las mafias, a las que se ha enfrentado para llevar el sol como fuente de energía a las áreas rurales. Su convicción le ha hecho instalar más de un millón de lámparas solares y cocinas limpias (energéticamente hablando) en las aldeas a las que nunca han llegado los derechos más básicos. Bahijjahtu Abubaka sustituye con ellas a las cocinas tradicionales de leña y, así, sus usuarias dejan de inhalar el aire contaminado que genera el carbón, empiezan a vender la energía sobrante y se convierten en empresarias de renovables en un país donde el 70% de los hogares no cuentan con electricidad. Esta ingeniera ambiental, fundadora de RUWES (Rural Women Energy Security) –una organización que busca garantizar la seguridad de las mujeres rurales– habla fuerte y claro y asegura que cada vez que le dicen que lo que pretende hacer es imposible, la impulsan a hacerlo. Recuerda lo rara que fue desde siempre: la consideraban un chico, subía a los árboles, le aburrían los estereotipos de género y quería estudiar para cambiar el mundo. También señala lo mucho que ha llorado al ver la miseria y violencia a la que se enfrentan los hombres y mujeres de su país. Esta «hermana del sol» como la llaman, explica su propuesta ambiental con la misma energía que responde a la entrevista, con la misma que llega a las aldeas arrasadas por Boko Haram y habla y trabaja con las mujeres. Viene de Londres invitada por el IX Encuentro Mujeres que Transforman el Mundo, en Segovia. De España volverá a África y de allí a India, donde está también poniendo sol en las vidas de las mujeres.

Utiliza la tecnología para combatir el cambio climático, pero al tiempo es también una herramienta, una batalla contra la pobreza. ¿Cuál debería ser la prioridad en esas dos luchas?

Solamente es una lucha, la lucha contra la pobreza. Mi propuesta tiene dos beneficios. Por un lado, aporta herramientas para montar un negocio y lo hace con una tecnología limpia. Pero aparte, las lámparas solares que defiendo suponen un beneficio para la salud. Con ellas, las mujeres y sus familias dejan de respirar un aire contaminado, el del carbón en sus casas, que es el que produce la leña. Solo en Nigeria casi 100.000 mujeres mueren cada año a causa de los humos que se producen al cocinar con leña en cocinas cerradas. Según los cálculos manejados, respiran un aire equivalente a fumar 20 cajetillas de cigarros al día. Se forma un círculo interesantísimo: por un lado se convierten en luchadoras climáticas y, por otro, se hacen empresarias. Esto último es vital, ya que hablamos de la independencia económica para las mujeres, y utilizar esta tecnología les ayuda a ser libres. En estos siete años ya contamos con 300.000 emprendedoras, es decir, con 300.000 luchadoras climáticas.

¿Cómo empezó con esta idea?

El conocimiento es poder. Lo único que hay que pensar es cómo utilizarlo. Cuando empecé a estudiar ingeniería medioambiental se me abrieron los ojos: descubrí que hay soluciones para luchar contra el cambio climático, hay tecnologías para que la gente deje de beber agua contaminada y deje de vivir inhalando humos nocivos. Ser consciente de ello no me dejaba dormir. Era una obsesión. No podía dejar de ver los problemas de mi país y no hacer nada.

Pero no mucha gente se lanza y deja la piel. ¿Por qué no hay más propuestas como la suya?

Porque no están locos como yo. Soy una lunática. Cada persona tiene una misión y yo creo que esta es la mía.

Uno de los grandes dramas de los que habla, más allá de los problemas ambientales, es la situación de las mujeres. Cuenta que, tras las barbaries y violaciones que sufren, no se sienten humanas.

«El conocimiento es poder. Lo único que hay que pensar es cómo utilizarlo»

Hay muchas cosas, como la libertad, la salud o el derecho a elegir, que consideramos que están garantizadas para todos y es falso. Ni te imaginas el horror de las mujeres y niñas que secuestra Boko Haram. Hablo de mujeres que están cocinando en sus pequeñas aldeas –o quizás, todavía durmiendo–, y de repente escuchan unas motos potentes que llegan a sus aldeas e imponen el horror. Aparecen y, de repente, unos hombres armados las separan de sus padre, hermanos, marido y se las llevan. Cualquiera que se resiste es asesinado. Es diabólico. Las meten en el bosque y las tratan como animales. Algunas de ellas son niñas de 8, 9 y 10 años. Cuando son liberadas, a veces tras años, les cuesta un tiempo verse como seres humanos. No se consideran iguales a nosotras. Sus miradas son de absoluta falta de esperanza: tienen miedo a todo. Se sientan en un rincón y no levantan la cabeza… Lo que cuentan no cabe en la peor película de terror. Y entonces, ¿cómo las consuelas?

No lo sé.

Les das cariño. Y les intentas dar poder. Porque este mundo es difícil y la mayoría de ellas no tienen un lugar donde volver. Muchas vuelven embarazadas y cargan con el estigma de ser «las novias de los terroristas». Se convierten en unos seres fuera de la casta. Algunas padres dicen que preferían que sus hijas estuviesen muertas. Otras veces, hombres absolutamente enfermos, las ven como una oportunidad, las buscan y las prostituyen. ¿Te imaginas?

Con iniciativas como la suya, dice que se empodera a las mujeres.

Sí, porque una mujer que es financieramente independiente tiene oportunidades y, si sigue a un hombre, es porque quiere. No porque tiene que hacerlo. Alguna de nuestras coordinadoras asiste hasta a 6.000 casas y cuando se hacen técnicas en energía cada semana recogen dinero. Ellas se quedan con el 10% de lo que generan.

Habla de esos terroristas como animales. ¿Cómo explicar esa barbarie?

Les llamo animales porque se comportan como tales, pero no nacieron así. Por eso es necesario ir a las causas. Y ahí el mundo debe entender que el cambio climático tiene consecuencias directas en la seguridad del planeta. El lago Chad, que riega a Nigeria, Chad, Niger, Camerún y zonas donde empezó Boko Haram, prácticamente ha desaparecido debido al cambio climático. Hay millones de personas que dependen de ese lago. Vivían de la pesca, de la agricultura y todas las industrias y negocios que surgen a partir del procesamiento y venta. Todo eso se ha acabado. El 80% de esa población son gente joven, chicos de menos de 30 años sin futuro. Para hacerlo todo más complicado, existe la guerra en Libia y la proliferación y el negocio de las armas. Están captando a jóvenes que no tienen nada que hacer. Si un joven tiene un trabajo, una tienda, un estatus y reconocimiento en la sociedad, no se va a ir a causar problemas que irán en contra de él. Pero, si no tiene nada que perder, apoyará cualquier causa y morirá por nada. Por eso debemos hablar de cambio climático y seguridad. Y, de nuevo, si miramos a las mujeres y la desertificación, nos damos cuenta de que ahora deben caminar kilómetros y kilómetros para encontrar leña para cocinar. Es un desastre. Además, esos caminos no son seguros para ellas y muchas veces las violan.

Usa diferentes discursos. Uno para primeros ministros, otro para las mujeres, otro para los hombres. ¿Cómo es eso?

«Después de las amenazas, ¿sabes cuántas mujeres podrían haber muerto si me hubiese vendido?»

Es fácil: si hablo con un gobernador, le cuento cosas que le importan. Le hablo del voto de las mujeres que les pueden votar. A ellos, les menciono las elecciones y lo que ganarían si empoderan a las mujeres, no de polución y medio ambiente. Eso me lo guardo para otras audiencias. A ellas, a las campesinas, no les voy con el discurso de los impuestos, pero sí les digo que miren las paredes negras de sus casas sucias del carbón con el que cocinan. Les hablo de cosa reales, les digo que sus pulmones están igual de negros. Les hablo de su salud y de la de sus hijos, ¡y vaya si lo entienden! A los maridos de las aldeas donde voy instalando cocinas solares les cuento lo mucho que van a ahorrar en mantener ese fuego. Se vuelven locos. Si hablas con hombres, hazlo de economía: verás cómo te escuchan, incluso si es de dar libertad a sus mujeres.

¿Es su empresa un negocio sostenible?

Sí, sí y sí. Es una empresa social que no busca beneficio. Los precios difieren, es cierto, pero es por las distancias: Nigeria es un país muy grande y el precio para llegar a ciertos puntos es tremendamente costoso. Son diez o doce horas de carretera. Pero la esencia es reducir pobreza y que dependan de un sistema limpio, que combata el cambio climático y que les da negocio. Porque si tú puedes comprar queroseno, puedes comprar una lámpara solar. A ellas, además, les enseñamos a mantenerlas.

Mujer, negra y africana. ¿Cómo combate los estereotipos?

Simplemente les ignoro. Y sí, soy negra, se ve a primera vista. Mira mi color, mira cómo visto (señala su colorida vestimenta). Estoy muy orgullosa de las mujeres africanas. Amo mi cultura, mi herencia y mi país. No es mi problema si a ti no te gusta. No permito que su negatividad me afecte. Yo llevo luz: no tengo tiempo para esa gente. Realmente me dan pena, porque sé que son desgraciados ante la vida.

¿Le han amenazado?

Sí, dos veces. Mi propuesta va en contra el negocio de los clásicos generadores de energía dependientes de queroseno. Cuando empecé con mi programa, directamente vino un hombre a visitarme a mi oficina para decirme que me matarían. Me dio igual. Le enseñé mis manos y le dije «no tengo miedo, ingeniero de la muerte». La segunda vez fue muy controvertida. Había trabajado muchísimo durante seis años para conseguir la financiación necesaria para instalar las lámparas en un millón de casas. Cuando lo había conseguido, me quitaron el proyecto. Lo terrible fue que, a quien se lo dieron, no sabía gestionarlo y me preguntaba para ver cómo hacerlo. Fue un gran escándalo mediático. Me amenazaron, me llamaban a las 2 de la madrugada, me ofrecieron dinero…. Pero pude denunciarlo y aquí estoy. ¿Sabes cuántas mujeres podrían haber muerto si me hubiese vendido?

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