Derechos Humanos

Los falsos orfanatos de Camboya

En Camboya existen más de 500 centros de acogida para menores sin registrar. Los niños y niñas tienen familiares, pero en estos centros les utilizan como «reclamo» para obtener donativos de turistas.

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19
abril
2024

En los últimos años, el denominado turismo solidario se ha convertido en una modalidad habitual que ofertan múltiples ONG y asociaciones, con el objetivo de ayudar a las comunidades o colectivos locales y contribuir, de alguna forma, a su desarrollo. Sin embargo, esa motivación inicial, aunque cargada de buenas intenciones, puede contribuir a perpetuar situaciones nada deseables. En esa línea se sitúan algunas voces que critican que se haga «de la pobreza un espectáculo» y que se obtenga un rendimiento económico de ella. Con los orfanatos en Camboya está ocurriendo exactamente eso.

A principios de la década del 2000, mientras el «volunturismo» empezaba a posicionarse como tendencia, ese país abrió las puertas al turismo después de haberse recuperado de los largos años de guerra y conflicto que habían asediado al país hasta 1998. Muchas personas –en su mayoría jóvenes occidentales– fueron allí para desarrollar estancias cortas de voluntariado, principalmente en orfanatos. Ante el interés que empezaron a suscitar estos centros de acogida, muchas organizaciones no dudaron en sacar partido a la situación, bajo una premisa sencilla: si aumentaba el número de orfanatos, serían más los y las jóvenes que querrían aportar su granito –es decir, su dinero– para ir a «ayudar».

Por eso, desde hace varios años ha comenzado a aumentar el número de este tipo de establecimientos, que llega en la actualidad a más de 500 orfanatos sin registrar. Un informe publicado por Unicef en 2017 indicaba que entre 2005 y 2010 el número de orfanatos aumentó un 75%, pese a que múltiples estudios demostraban una reducción significativa del número de huérfanos reales en el país. El auge del turismo en este país y el deseo de visitar este tipo de centros ha llevado a crear un entorno escenificado, donde los huérfanos realmente no lo son –al menos tres de cada cuatro–. En algunos casos, desde las organizaciones «captadoras» les dicen a las familias que en estos centros tendrán mejores condiciones de vida. En otros, son directamente robados.

El número de orfanatos aumentó un 75%, pese a la reducción del número de huérfanos reales en el país

Atendiendo al reclamo internacional, el gobierno lanzó una campaña que perseguía terminar con los falsos orfanatos del país. Se presentó un plan, respaldado por el Ministerio de Bienestar Social, que pretendía devolver a sus familias «en condiciones de seguridad» a unos 3.500 niños y niñas. «Los niños que viven en instituciones sin regulación ni controles tienen más riesgo de estar desatendidos, así como de sufrir daños físicos, abusos sexuales y tráfico», explicaba por aquel entonces Debora Comini, representante de Unicef en Camboya. Sin ir más lejos, el director británico del Cambodia Orphan Fund, Nicholas Griffin, fue condenado a dos años de prisión por abusar sexualmente de niños y niñas. La exposición a todo tipo de peligros se vuelve cotidiana cuando no existe control ni supervisión y esta es una evidente muestra de ello.

Debora Comini también advertía al turismo de que tomara precauciones respecto a las donaciones y se informase del tipo de institución que financiaban. Y es que la conexión entre estos centros de acogida y el turismo –entre otros fines– es clara: si viéramos un mapa de distribución de todos estos edificios, veríamos que se concentran principalmente en zonas turísticas, como Siem Reap, la ciudad costera de Sihanoukville o la capital Phnom Penh. La contribución de donaciones provenientes del extranjero y destinadas a estos orfanatos propicia que siga adelante este ciclópeo teatro e, incluso, que se genere un espacio muy oscuro y difuso donde entran en juego el tráfico de menores en procesos de adopción para población extranjera.

Dedicar unos días a una «labor educativa» o comprar un tour y fotografiarse con una supuesta población infantil desamparada solo contribuye a empeorar la situación de una infancia dispuesta para cubrir un breve impulso solidario turístico. A día de hoy la situación no parece haber mejorado de manera palpable, aunque algunas iniciativas buscan que se apliquen políticas de protección hacia los y las menores. Cada vez se conoce más la situación de estos centros y la necesidad de aplicar el derecho nacional e internacional de la infancia, aunque de momento no existen medidas de supervisión específicas. Camboya o, mejor dicho, las organizaciones internas y externas, parecen estar aún lejos de dejar de convertir a su infancia en espectáculo.

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