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COLABORA2023
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El consenso científico global, reflejado en el último Informe de Síntesis del IPCC, es contundente sobre la situación climática del planeta: de no actuar ya, nos espera un futuro repleto de graves fenómenos extremos, con una drástica reducción de la biodiversidad y una larga lista de crisis sociales, humanitarias y económicas. Sin embargo, el informe también es firme al asegurar que disponemos de las herramientas y de la capacidad de acción necesarias para frenar este proceso. Y que, además, la transformación será rentable. La dirección es clara, pero ¿cómo coordinar a todos los actores del sistema socioeconómico global para reinventar el capitalismo en clave sostenible? ¿Cómo pueden las empresas no solo adaptarse, sino liderar la transformación del sistema económico? ¿Qué papel juegan las Administraciones en este reto? ¿Puede la tensión geopolítica frenar la inercia lograda en los últimos años? María Mendiluce, CEO de We Mean Business Coalition e impulsora de la iniciativa internacnional PYMES Climate Hub, y Ramón Pueyo, socio responsable de Sostenibilidad y Buen Gobierno de KPMG en España, profundizan en las claves de la ola sostenible que necesitamos para hacer frente a la crisis climática, y revelan la forma en la que sector privado global empieza a abrir las puertas a un nuevo capitalismo basado, cada vez más necesariamente, en la circularidad.
Los efectos del cambio climático son más que evidentes. Un ejemplo es la fuerte sequía vivida esta primavera a la que siguieron inundaciones y fuertes lluvias. Más allá de las consecuencias para el medio ambiente o para actividades como la agricultura, ¿cómo afecta el cambio climático a la sostenibilidad económica de las empresas y por qué es crucial que avancen hacia el zero carbon?
María Mendiluce: Voy a dar unos datos: los eventos extremos en el año 2021 han significado 152.000 millones de dólares [unos 140.000 millones de euros] en pérdidas. En el año 2026, se espera que esto llegue a 1,3 billones y en el año 2050 a 23 billones. Los impactos económicos van a ser muy importantes en la agricultura y en todas las actividades que necesitan agua. Y en cuanto a las empresas, las grandes se van a preparar para estos impactos, pero las pequeñas son más vulnerables y hay que hacer algo al respecto.
Pueyo: «Aquellas compañías que no se estén dando cuenta de que los consumidores ya pagan por sostenibilidad, se están perdiendo parte de la película»
Ramon Pueyo: Las compañías ya empiezan a percibir que el cambio climático es un elemento que forma parte del proceso de toma de decisiones de sus clientes. Aquellas compañías que disponen de datos nos dicen que un porcentaje cada vez más significativo de sus clientes se preocupa por estas cuestiones, que lo hace cada vez con más intensidad y que hay una oportunidad significativa de mercado en esta materia. Si vamos al ámbito micro, y pensamos en las compañías individualmente, para ellas el cambio climático tiene distintos riesgos. Uno de ellos es quedarse fuera del mercado, es decir, parte del atractivo de las compañías crecientemente está vinculado a la percepción que se tiene de su comportamiento en materias climáticas. Sin ir más lejos, en España, una consulta de opinión en el año 2019 ya afirmaba que aproximadamente dos tercios de los consumidores españoles han tomado decisiones de compra influidas por la percepción que tienen de cómo de avanzadas son las compañías con las que se relacionan en materia de cambio climático.
Afortunadamente, cada vez son más las organizaciones que se comprometen con su propia descarbonización e incluso que luchan por una transición sostenible a nivel global, como las que forman parte de We Mean Business Coalition. Sin embargo, María, en alguna ocasión has mencionado que no son suficientes y que debemos pasar «de miles de empresas a millones». ¿De qué herramientas disponemos para impulsar ese salto cuantitativo? ¿Qué frena a las compañías que todavía son reticentes a dar el paso hacia su transformación sostenible?
MM: Hay cinco factores que impulsan a las empresas a la descarbonización. El primero es la regulación, de la Unión Europea o de los Gobiernos nacionales o locales. El segundo, son los inversores, que tienen la taxonomía europea y para diversificar los riesgos están invirtiendo en compañías que se apunten a la transición energética o transición agrícola. El tercero son los clientes: demandan productos y compañías que sean más sostenibles. Y luego están los empleados. Muchísima gente ahora no quiere trabajar en cualquier empresa. Quieren trabajar en empresas con propósito. Y el quinto es el aspecto tecnológico. Gracias a la digitalización y a muchos avances tecnológicos ahora existen muchísimas tecnologías que son competitivas, que son fiables, como son las renovables, que se pueden instalar con grandes beneficios. Las empresas, o por regulación o de manera voluntaria, se están comprometiendo a objetivos de emisiones cero. Dentro de la coalición We Mean Business hay 11.000 empresas que se han comprometido a objetivos alineados con el Acuerdo de París y lo hacen de forma voluntaria. Para que realmente reduzcamos las emisiones de manera significativa en el mundo, necesitamos que haya millones de empresas. Cuando los Gobiernos ven que hay 11.000 empresas que se han comprometido con reducir sus emisiones, dicen «bueno, pues eso significa que lo pueden hacer y que yo puedo poner regulación para que esto afecte a muchísimas más». Esto en inglés se llama Ambition Loop y tiene efectos muy notables.
Mendiluce: «Muchísima gente ahora no quiere trabajar en cualquier empresa. Quieren trabajar en empresas con propósito»
RP: Yo creo que es muy acertada la reflexión que nos traslada María. Los economistas dicen, o decimos, que a la gente la mueven los incentivos, incentivos no entendidos exclusivamente desde el punto de vista económico. Si pensamos en las cuestiones que hacen cambiar a las empresas o a las personas, podemos resumirlas en tres Ces: la Coacción, es decir, la regulación que empuja a las compañías a hacer determinadas cuestiones; y la Convicción y la Conveniencia, entendida como esos premios o incentivos que ofrecen los mercados de capitales, los mercados de bienes y servicios e incluso el mercado de empleo. Porque, como bien apuntaba María, los empleados quieren trabajar en compañías avanzadas y no en compañías dinosaurio. María y yo, que llevamos mucho tiempo trabajando en estas cuestiones, nos encontramos que hay más coacciones, hay más regulación, hay más convicción y hay más conveniencia también. Pero tenemos que acelerar todo ello. Yo creo que sobre todo necesitamos un poco más de activismo por parte de los agentes económicos. Aquellas compañías que no se estén dando cuenta de que los consumidores ya pagan por sostenibilidad, se están perdiendo parte de la película.
Nos encontramos ante una brecha que hay que tener en cuenta, y es que en España el 99,8% del tejido empresarial son pequeñas y medianas empresas. En muchos casos se observa una falta de conocimiento, de recursos y de músculo financiero por parte de las pymes que ya avanzaba María. ¿Cómo podemos salvar esta brecha entre estos dos mundos, entre la gran empresa y la pyme, y lograr que todos se sumen a este barco que comentaba Ramón, para que consigamos dar ese salto cuantitativo en el número de empresas que se suman en esta línea?
RP: Yo creo que esos factores que empujan al cambio afectan también a las pequeñas compañías. ¿Qué es lo que sucede? Pues que a lo mejor existe un menor conocimiento de los gestores, una menor sofisticación de las herramientas de gestión y menores recursos para pensar, reflexionar o avanzar en direcciones distintas que no sean la propia supervivencia y el estar centrado en las ventas. Creo, adicionalmente, que son las grandes empresas las que tienen también un efecto tractor muy importante. Son las grandes compañías, que tienen una cadena de aprovisionamiento larga de la que forman parte pequeñas compañías, las que también tienen que dar señales en esa cadena de aprovisionamiento acerca del tipo de gestión que desean en cuestiones que tienen que ver con el cambio climático o con la protección de los derechos humanos o de los ecosistemas. Yo no diría que las pymes están ajenas a este debate, como siempre se ha dicho. Yo creo que a lo mejor las fuerzas que empujan a la transformación sostenible de las pequeñas y medianas compañías son, en ocasiones, menos intensas, pero están ahí.
MM: Las pequeñas y medianas empresas tienen tres problemas. El primero es la falta de tiempo. El segundo es la falta de conocimiento. Y el tercero es la falta de dinero. Creamos el PYMES Climate Hub, que tiene 6.000 empresas de 127 países que se han comprometido a tener cero emisiones, y nos encontramos con estas grandes barreras.
Pueyo: «En materia de sostenibilidad, la regulación está siendo fuente de innovación»
También creo que hay tres áreas de solución. La primera es la educación, es darles el conocimiento, calculadoras, unos módulos de acción que puedan implementar directamente, que sean módulos asequibles al conocimiento que estas empresas tienen. El segundo es que esas empresas son parte de la cadena de suministro de grandes multinacionales. Estas grandes multinacionales tienen objetivos de reducción de emisiones de la cadena de suministro, con lo cual tienen un incentivo y van a ser más exigentes con las pymes en el futuro. El tercero son los Gobiernos. Estas pymes emplean a la mayor parte de los trabajadores de sus respectivos países. Hay que darles incentivos, hay que darles ayudas por parte del Gobierno correspondiente. La descarbonización es una oportunidad para las pymes, es una gran oportunidad para ser valoradas por sus clientes y es una oportunidad para hacer un proceso de transformación al que las empresas están llegando, que es el de la digitalización y la sostenibilidad. Yo lo que aconsejo es que las pymes acaten esa transformación conjuntamente, porque una digitalización va a llevarle a un consumo más eficiente de los recursos, lo que revierte en más sostenibilidad.
Tanto España, con medidas como la definición de la categoría específica para las Sociedades de Beneficio e Interés Común, como Europa, con avances como la nueva directiva sobre información corporativa en materia de sostenibilidad, parecen mostrar un importante esfuerzo para impulsar esta economía sostenible. ¿La ambición europea y la española van por el buen camino? ¿Son suficientes las medidas que se están tomando y son suficientemente ambiciosas para facilitar a las empresas alcanzar estos objetivos climáticos?
MM: Europa está liderando la lucha contra el cambio climático. ¿Europa aprueba unos objetivos de reducción de emisiones para 2030? Estados Unidos lo hace. ¿Europa aprueba el Green Deal? Estados Unidos hace el IRA. Pero también tenemos que mirar a China, que está liderando en el uso de energías renovables y la venta de tecnologías renovables. Yo creo que Europa lo está haciendo muy bien pero hay un gran fallo: que la política industrial no ha acompañado la política climática. Ahora dependemos de China y de otros países para el abastecimiento de la tecnología que es necesaria para esta descarbonización. Está claro que Estados Unidos, con el IRA, lo que ha hecho es atraer muchísima inversión de empresas europeas. Se están yendo a Estados Unidos porque tienen grandes incentivos para invertir en estas tecnologías limpias. Quizás Europa ha sido muy buena en regular, pero no ha sido tan buena en trabajar con las empresas privadas para ver cómo tenemos que hacer crecer este tejido industrial que permitirá la descarbonización y que permitirá tener una victoria doble, a nivel competitividad industrial y a nivel de reducción de emisiones. Respecto a España, creo que ha hecho un muy buen trabajo. España puede liderar en desarrollo de giro industrial de la descarbonización porque tenemos grandes empresas y tenemos muchos recursos renovables.
RP: Creo que siempre diríamos que es insuficiente lo que se está haciendo en materia de regulación, pero está sucediendo en Europa una circunstancia que no es habitual. Habitualmente la regulación viene después de la práctica del mercado. Los reguladores entran para ordenar algo que las compañías ya están haciendo. Y en materia de sostenibilidad, lo que está sucediendo es que la regulación está siendo fuente de innovación. En algunos ámbitos ya está yendo por delante de lo que es la práctica habitual de mercado, lo que evidencia dos objetivos europeos: primero, construir una sociedad europea más sostenible; y después está esa segunda lectura de que al empujar a las compañías europeas hacia la sostenibilidad, lo que vamos a generar es un tejido económico más competitivo y más generador de bienestar.
Vivimos un momento en el que la diplomacia y la cooperación internacional parecen cada vez más tensas por las disputas entre China y EE UU o la guerra en Ucrania. De hecho, desde We Mean Business Coalition, recientemente se ha publicado una carta dirigida a los líderes del G7 que insta a una mayor acción por parte de los Gobiernos de los países desarrollados para favorecer e impulsar una economía descarbonizada a nivel global. ¿Vamos por buen camino para lograr la necesaria cooperación global que requiere la reducción global de emisiones? ¿Puede el tenso contexto internacional frenar el avance en la lucha climática o desviar la atención de la economía verde?
Mendiluce: «La sociedad civil y la gente tienen un papel muy importante porque tienen una capacidad de compra, una capacidad de voto y una capacidad de actuación»
MM: Este va a ser un año muy interesante, porque la COP va a tener lugar en los Emiratos Árabes, que dijeron claramente que no quieren que el objetivo de 1,5 grados muera en los Emiratos Árabes. Están ganando muchísimo dinero con los productos petrolíferos y siguen queriendo ganar dinero. Para nosotros es muy importante que las empresas empiecen a marcarse objetivos para eliminar los combustibles fósiles de sus operaciones. Y en este sentido estamos muy satisfechos con el G7, donde en el texto al respecto se ha incluido que los países tienen que eliminar el uso de combustibles fósiles, algo que es obvio. El 75% de las emisiones vienen de los combustibles fósiles. Tenemos que incrementar la inversión en tecnologías alternativas que reducen las emisiones y tenemos que reducir la inversión en combustibles fósiles, porque la demanda se va a reducir, porque las empresas van a querer quitárselos porque son mucho más arriesgados, porque tenemos todo el problema que tenemos ahora en Ucrania, que pasado mañana será en otro país. Yo creo que lo que estamos haciendo en Europa, Estados Unidos, Reino Unido y China es fundamental para la transición global: reducir el coste en las tecnologías, que sean alternativas más accesibles para que luego los países que tienen menos medios puedan acceder a ellas.
RP: Yo creo que las autoridades europeas están haciendo un acto de responsabilidad porque actuar contra el cambio climático para prevenir sus peores consecuencias, no es sino un acto de responsabilidad, de preservación y de gestión de riesgos. Así que desde el punto de vista, podríamos decir, incluso moral, es la vía correcta en la que actuar. Pero además, lo que sucede cuando una economía del tamaño de la europea actúa en esta dirección es que está formando unas señales de mercado tremendamente importantes a compañías y a países que forman parte de las cadenas de aprovisionamiento de aquellas que actúan en Europa. Es decir, tienen una fuerza ejemplificadora muy importante. Yo diría que Europa va por el camino correcto, porque hay oportunidades de negocio, de generación de bienestar, en este proceso de transformación.
Ya lo habéis comentado brevemente, pero ¿qué papel juegan los ciudadanos realmente en todo este proceso de transformación hacia un capitalismo verde?
MM: La sociedad civil y la gente tienen un papel muy importante porque tienen una capacidad de compra, una capacidad de voto y una capacidad de actuación. Y vemos que cada vez quieren más y más sostenibilidad, más descarbonización. Yo creo que los grupos, la sociedad civil, las ONG, tienen un papel muy importante también en pedir más transparencia y responsabilidad a los agentes, ya sean empresas o Gobiernos. Esa transparencia es muy importante porque si sabemos lo que están haciendo otros nos podemos comparar y ver, como empresas, si se puede hacer mejor.
RP: Yo diría que la idea de que a los consumidores esto no les preocupa o sólo les preocupa hasta el momento en que tienen que pasar por caja y pagar por ello es falaz. Siempre lo ha sido, en cierta medida, pero hoy lo que la evidencia empírica nos demuestra es que los consumidores están dispuestos a pagar por ello. Yo creo que también necesitamos en las compañías más activistas, más activistas en los consejos de administración y más activistas en los comités de dirección, más activistas como consejeros delegados, como presidentes de las compañías. Por dos razones. En primer lugar, porque la transformación sostenible es el lugar por el que debemos avanzar, porque nos lo estamos jugando todo. Y en segundo lugar, porque hay oportunidades de construir compañías mejores, más exitosas, que generan más bienestar, vinculándose a las tendencias y a las corrientes que nos ponen encima de la mesa de la sostenibilidad, como es la descarbonización.
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