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Tengo una pregunta para usted: ¿Cómo está?

El estrés tiene mil caras y contribuye a que hasta 300 millones de personas hayan tenido ansiedad en algún momento, según la OMS. A pesar de haberse convertido en un ‘trending topic’ mundial en los últimos años, la salud mental sigue siendo una gran desconocida en el ámbito laboral. 

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«¿Cómo estás?» es una pregunta sorprendentemente rara en una reunión de trabajo. Y más si quien la formula es el jefe a sus empleados. Empatía o autenticidad encajaban con calzador en el ambiente laboral hace pocos años. Pero llegó la pandemia de covid-19. Los confinamientos. El agobio. La incertidumbre. El miedo. La ansiedad. La merma de la salud mental, en definitiva. 

Mientras las enfermedades mentales (aún estigmatizadas en su mayoría) van adquiriendo otro cariz, son sus problemas vinculados los que centran la atención de las empresas. En especial, la ansiedad, que se lleva por delante la respiración y los planes de vida de unos 300 millones de personas en el mundo, según la última actualización de la Organización Mundial de la Salud (OMS). «Los síntomas son lo suficientemente graves como para provocar una angustia o una discapacidad funcional importantes», advierte la organización. 

Un estudio más reciente recoge que ya son casi uno de cada tres habitantes del planeta (31%) quienes vivieron en 2021 algún sentimiento de angustia emocional, como estrés, tristeza o rabia, mientras que en 2009 eran uno de cada cuatro (25%). 

Hoy, los teóricos en el ámbito de los recursos humanos ensalzan el valor de la particularidad; la capacidad de las características del individuo sin importar si está diagnosticado con síndrome de Asperger o hiperactividad. En otras palabras, «que se apueste por fomentar las cualidades y el valor que esa persona puede aportar con esa enfermedad mental», opina al respecto el director en el Instituto Cuatrecasas de Estrategia Legal de RRHH, Guillermo Tena.

Casi uno de cada tres habitantes del planeta vivieron en 2021 algún sentimiento de angustia emocional, como estrés, tristeza o rabia

Todo lo anterior afecta inevitablemente en el plano profesional: «Nos encontramos ante una nueva realidad laboral, en la que empresas y empleados se están enfrentando a cambios sin precedentes que, sin duda, van a tener un impacto en la salud y el bienestar del trabajador», anticipa Rocío Bonet, doctora en Dirección y Gestión de empresas, profesora de RRHH y Comportamiento Organizacional en IE University y, desde principios de año, directora de la cátedra DKV-IE sobre la Salud y el Bienestar del Empleado.

Este nuevo programa académico arrancó a principios de año con tres líneas en marcha y en paralelo: cómo afectan los accidentes laborales a la retención del talento; los efectos del teletrabajo y el monitoreo asociado a este –«incluso mandar un WhatsApp es una manera de monitorear»– y ver si el trabajo en remoto ha tenido impacto sobre la salud mental de los empleados al modificar de alguna manera sus relaciones sociales.

Mientras se recopilan datos y llegan resultados (previsiblemente, adelanta Bonet, se consoliden los primeros para finales de 2023) ya está definido el propósito de esta cátedra: establecer «sinergias» entre empresas y sociedad, relataba Marco Garratana, vicerrector de investigación de IE University, durante la inauguración de dicha iniciativa. 

Evitar la «tragedia de los comunes»

«¿Hay un precio?», se preguntaba el profesor de Gestión de RRHH en la Universidad Bocconi y en la Escuela de Negocios SDA Bocconi, Arnaldo Camuffo, en referencia al valor potencial del capital humano actual y a cuánto le cuesta a una organización cada empleado. Avisaba además del peligro de hacer realidad el dilema planteado por Garrett Hardin a finales de la década de los años 60, que bautizó como «la tragedia de los comunes» (por los bienes comunales). 

La imposición de decisiones por parte de las empresas repercute sobre la salud de su capital humano e incluso sobre su mortalidad

Aplicada a los recursos humanos, esta teoría versa sobre cómo el interés personal de cada individuo por «maximizar sus objetivos a costa de los demás» puede acabar perjudicando a la organización en su conjunto y, en última instancia, a la sociedad. En especial a aquellas empresas que tratan de imponer ciertas decisiones a sus trabajadores, repercutiendo en un «enorme coste» no solo económico, sino en la salud de su capital humano. Y lo que es peor, en la mortalidad, como analizó el profesor de la universidad de Stanford, Jeffrey Pfeffer, en su libro Muriendo por un salario

Apelando al lema de DKV («Juntos, actuamos por una humanidad más saludable») su director general financiero, Javier Cubría, recuerda que uno de los principales cometidos de la cátedra es investigar «qué puede hacer el buen jefe o la buena empresa para que la salud mental de las personas mejore. No solo que no se deteriore, sino que mejore». 

Es ahí donde el liderazgo, opina Guillermo Tena, va a tener un rol clave para contrarrestar los problemas de salud mental, con jefes concienciados respecto a «generar ese espacio para poder hablar». Y que a la pregunta de cómo se encuentra un empleado, plantea un artículo de Harvard Business Review, le siga otra: «¿Cómo puedo ayudarte?».

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