Sociedad

¿Quiénes son los sofistas de hoy?

Todas las culturas desarrolladas del mundo han albergado alguna clase de esta disciplina. Llamados «sabios», «expertos» o «maestros», su presencia e influencia ha sido clave para el impulso de la civilización y para el surgimiento de la filosofía y la ciencia.

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11
abril
2023

Es probable que la pregunta parezca inocente e incluso desactualizada, pero lo cierto es que, actualmente, en plena efervescencia del acceso rápido a la información y en un primer mundo donde puede ser asequible económicamente cursar estudios superiores, los saberes nutren cada aspecto de nuestra rutina diaria.

Desde habilidades prácticas hasta clases magistrales: la oferta de contenido es inmensa, en grado y en calidad. Sin embargo, ¿pueden considerarse estos saberes siempre un verdadero conocimiento? 

​El origen de la sofística

Viajemos en el tiempo por un instante. Ante nosotros se extiende el plateado mar Egeo y en la Grecia del siglo V a.C. acaba de asentarse un modelo de gobierno, la democracia. Pronto, la influencia de Atenas como ciudad-Estado comenzó a agrandarse y el modelo democrático, muy diferente del que entendemos en nuestra época, fue imitándose. La urbe se convirtió en patria de oradores y de ricos comerciantes que rivalizaron en poder con la altiva aristocracia local, atrayendo en el proceso a toda clase de inmigración, desde personas en busca de una vida mejor hasta diversos eruditos que vinieron de multitud de regiones del mundo helénico. En un ambiente en el que la palabra se convirtió en el eje central de la política de la ciudad, aprender a engatusar el oído ajeno se convirtió en un objetivo prioritario.

Así surgió la sofística, palabra que, literalmente, deriva de sophia, «sabiduría». Los sofistas fueron maestros y en muchas ocasiones recopiladores también de saberes enciclopédicos, incluyendo el conocimiento en matemáticas, cultura y astronomía de Egipto y las civilizaciones mesopotámicas, además del legado de los primeros pensadores, poetas e historiadores de las diferentes colonias y ciudades griegas.

En un ambiente en el que la palabra se convirtió en el eje central de la política, aprender a engatusar el oído ajeno se convirtió en un objetivo prioritario

El ambiente a partir del esplendor de la época de Pericles fue de efervescencia intelectual y política, y sofistas célebres como Gorgias, Protágoras y Critias impartieron clases a cambio de una generosa remuneración. Investigaron el lenguaje y domesticaron la habilidad de seleccionar las palabras: la retórica y la dialéctica vivieron un desarrollo espléndido. Además, fruto de los vaivenes de las decisiones dentro del ámbito de la polis ateniense, surgió un pensar característico de la mayoría de los sofistas de la época clásica: relativismo moral y ético e inclinaciones ateas, un esbozo primigenio del escepticismo posterior.

Como reacción a estos peculiares maestros enciclopédicos surgieron los «filósofos» o amantes del saber, en oposición a quienes se definían como «sabios» muy habitualmente. Sócrates, a quien contemporáneos como el comediante Aristófanes consideraron un sofista más, fue el iniciador de la filosofía en Occidente. Y de la misma manera que bastantes sofistas fueron acusados de impiedad, Sócrates sufrió una suerte paralela, sobre todo cuando Atenas y sus aliados perdieron la Guerra del Peloponeso y el modelo democrático quedó en entredicho.

​¿Hay sofistas en la actualidad?

Al igual que la filosofía siguió su camino a lo largo de los siglos, la sofística fue evolucionando a lo largo del tiempo hasta llegar a nuestros días, ya sea en el acervo popular o en en la práctica. En el siglo III d.C. surgió una renovación de la retórica impulsada por Filóstrato de Atenas, dando lugar a la llamada Segunda Sofística. Con el paso de los siglos, la sofística, en tanto acumulación de saberes, ha acabado derivando en buena parte del ámbito académico y, en buena parte, de los denominados «expertos» o gurús de internet.

La filosofía y la ciencia se sostienen en la duda: fuera del camino de la lógica y del método sólo existe la especulación

Los sofistas, lejos de la mirada de filósofos como Platón o el poeta Píndaro, quienes comenzaron a presentarlos como «charlatanes», representan al estudioso, que ningún aspecto tiene de negativo como tal. La connotación oscura de los sofistas tiene un sentido meramente intelectual en tanto que representan a quienes se ocupan de promover los saberes con una finalidad utilitaria. No obstante, como instructores y recopiladores de datos, los sofistas, ayer y hoy, poseen un valor clave para el desarrollo de la sociedad.

El problema deriva de qué consideramos «conocimiento». El propio sentido de la «sabiduría» era asumida en la época arcaica griega como un saber práctico, útil y «bueno» en tanto a que «sirve» para la comunidad. La filosofía y la ciencia se sostienen en la duda: un supuesto conocimiento se acepta como tal cuando queda demostrado bien mediante el análisis racional, bien mediante la experimentación práctica a través del método científico. Fuera del camino de la lógica y del método sólo existe creencia y especulación. 

En la actualidad, efectivamente, vivimos un nuevo esplendor de la sofística: el fácil acceso a toda clase de información, la existencia de una amplia educación superior entre la población que ha estandarizado, cuando no adaptado en exceso, los contenidos de los diferentes estudios y la amplitud de la participación política que nuestras actuales democracias facilitan a la ciudadanía han separado con radicalidad al conocimiento, que emana de la investigación científica y filosófica, de lo que se asumen como saberes, que actualmente pueblan los distintos niveles de la educación. La separación entre el ámbito de la investigación y los saberes comúnmente aceptados se mantienen separados en dos esferas muy delimitadas y fácilmente distinguibles, a pesar de que vivimos en unas sociedades ampliamente alfabetizadas y que el acceso a los saberes aceptados como verdaderos (o que seguramente lo sean) está muy extendido.

El gran reto vuelve a ser tender el puente de la reflexión para unir lo aprendido con una mirada propia y lo más certera posible de la realidad. Pero este acercamiento requiere un esfuerzo propio por erigirlo y, como consecuencia, una conciencia de este deber. Es por este motivo que diversos principios de la sofística están muy de moda en una época en la que se promueve el aprendizaje práctico, los saberes útiles y una supuesta visión de la especie humana y del cosmos que, como durante la primera sofística, es creencia, no necesariamente una verdad inamovible, salvo que se demuestre lo contrario.

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