Desigualdad

Tres de cada cuatro mujeres sufren acoso callejero

La violencia machista es una causa de muerte e incapacidad tan grave como el cáncer en mujeres en edad reproductiva y provoca peores condiciones de salud que los accidentes de tráfico y la malaria combinados, según denuncia la ONU.

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25
noviembre
2019

«Les diría a esos políticos que dicen que la violencia de género no existe que miren a sus mujeres y a sus hijas y que hablen con ellas. La discriminación, el acoso en la calle o en la universidad, que pueden acabar en violación, son algo que se sufren a diario». El pasado viernes, a las puertas de la celebración del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, la portavoz de ONU Mujeres, María Noel Baeza, se mostraba así de contundente en la Cadena Ser. Los datos que rodean a la violencia machista, tanto en España como en el resto del mundo, son escalofriantes: una de cada tres mujeres en el mundo ha sufrido violencia física o sexual. El mensaje que lanza Naciones Unidas es crudo: la violencia machista es una causa de muerte e incapacidad tan grave como el cáncer en mujeres en edad reproductiva y provoca peores condiciones de salud que los accidentes de tráfico y la malaria combinados. Por eso, el organismo internacional propone que este 25 de noviembre pintemos el mundo de naranja para acabar con la cultura de la violación y la violencia contra las mujeres.

El acoso callejero se presenta como un tipo de violencia que, según la organización Stop Street Harassment, aparece en forma de «comentarios, gestos y acciones no deseadas, realizadas por la fuerza a una persona desconocida en un lugar público y sin su consentimiento». Más allá de las cifras se encuentran las historias de todas las mujeres y niñas que sienten (o han sentido) inseguridad en su hogar o en las calles. Es precisamente en el espacio público donde más normalizada y extendida está la violencia, sobre toda aquella que se presenta en forma de acoso. Los informes (In)Seguras en las calles e (In)Seguras en Madrid de la ONG Plan Internacional confirman que, como muchas mujeres ya han experimentado, «las jóvenes sufren acoso sexual diariamente hasta el punto de normalizarlo y vivirlo con resignación».

Las jóvenes sufren acoso sexual diariamente hasta el punto de normalizarlo y vivirlo con resignación

Tras recopilar testimonios de chicas y mujeres jóvenes de Delhi, Kampala, Lima, Sidney y Madrid, los resultados del estudio reflejan que los hombres y chicos que cometen acoso ponen su necesidad de aceptación social en el grupo por delante de la necesidad de las chicas y mujeres de sentirse seguras en las calles. Además, desde la organización señalan que «los grupos de hombres y chicos que acosan lo consideran una forma de entretenerse y divertirse y suprimen la empatía hacia las víctimas para centrarse en reforzar el vínculo con el grupo y medirse con sus pares». «El acoso callejero en grupo explota los desequilibrios de poder y pone en la diana a las chicas en situación más vulnerable: ocurre con más frecuencia cuando ellos van en grupos grandes y ellas son más jóvenes y están solas. Además, cuando las chicas se enfrentan al acoso, la respuesta suele desembocar en más burlas, risas y posible escalada de violencia. Estas demostraciones de poder sirven para reforzar su pertenencia al grupo, según los resultados del estudio, pero, en el proceso, humillan y atemorizan a chicas y mujeres», denuncian.

Para hacernos una idea de la dimensión del problema y pese a ser una ciudad segura, solo en Madrid, tres de cada cuatro mujeres participantes en el informe (que recoge el testimonio de 951 mujeres jóvenes de entre 16 y 30 años de Madrid) experimentaron acoso callejero verbal, sin contacto físico, una forma más normalizada de acoso que crea sensación de inseguridad porque conlleva el miedo a una escalada a formas más graves de violencia. La mayor parte de estas experiencias desagradables tuvieron lugar, según las encuestadas, en transporte público o en parques.

Un ejemplo conocido de acoso callejero son esas situaciones tan extendidas y normalizadas que se empezaron a denunciar públicamente hace apenas unos años: los piropos por parte de desconocidos. En marzo de 2016 nació en Nueva York la organización Catcalls of NYC, que visibiliza el acoso callejero con su proyecto Chalk Back, que consiste en escribir en el suelo con tiza esos supuestos «piropos» que se reciben en la calle, sacarles una foto y hacerlos virales en redes. Este año, Plan Internacional ha unido fuerzas con esta iniciativa para que miles de niñas y jóvenes de Nairobi (Kenia), Kampala (Uganda), El Cairo (Egipto), Delhi (India) y Lima (Perú) denuncien públicamente el acoso callejero al que se ven sometidas a diario.

En España, esta acción internacional también cobra vida gracias al proyecto Free To Be, que busca mapear el acoso en las calles para señalar los puntos más conflctivos –entre las que se encuentra Madrid– y buscar maneras de construir ciudades seguras para las mujeres. El objetivo de estas acciones no pasa solo por la concienciación, sino que pretende empezar un diálogo a nivel mundial sobre la violencia machista porque, como recuerda António Guterres, secretario general de Naciones Unidas, «las desigualdades de género que alimentan la cultura de la violación son esencialmente una cuestión de desequilibrio de poder».

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