Siglo XXI

«Vivimos tiempos peligrosos y la prueba es que el humor ahora se toma en serio»

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22
febrero
2023

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Después de anticipar los linchamientos digitales y de poner en evidencia los debates polarizados y la falta de sentido crítico, Juan Soto Ivars (Águilas, 1985) aparca su faceta ensayista y publica ‘Nadie se va a reír’ (Editorial Debate), una crónica novelada sobre la historia de Anónimo García, condenado por una acción humorística cuyo objetivo era poner en evidencia el afán carroñoso de algunos medios de comunicación.


Anónimo García y su grupo artístico, Homo Velamine, crearon una web que anunciaba un tour ficticio por los principales escenarios de los sucesos de La Manada. El objetivo, como cuentas en el libro, era denunciar el tratamiento morboso de muchos medios de comunicación. El problema fue que la opinión pública se lo creyó, la víctima lo denunció y Anónimo García fue condenado a un año y medio de cárcel. ¿Un claro ejemplo de linchamiento público?

La ley de Poe dice por mucho que quieras ser irónico, si no hay ningún matiz, ni guiño que le de una pista al lector, se va a tomar lo que haces como algo real. Pero la acción de La Manada estaba claro que no iba en serio, que su objetivo era denunciar el tratamiento excesivamente morboso de los medios.

El problema fue que muchos medios no lo investigaron a fondo ni se retractaron, ni siquiera cuando Anónimo García desveló que todo era una pantomima.

Claro, porque se lo tomaron como una afrenta y reaccionaron como tal. Cuando publicaron la noticia, y ponían un link a la web del Tour de la Manada, ese tour ya no existía y en su lugar había un mensaje estilo «os lo habéis creído y esta es mi manera de denunciar lo carroñeros que habéis sido informando sobre la agresión sexual». Porque muchos no se limitaron a informar, sino que atiborraban sus portadas todos los días con fotos, infografías, perfiles de los violadores y la víctima… Anónimo García pensaba que eso era precisamente lo que podía hacer daño a la víctima, y era lo que denunciaba. Pensaba que estaban en el mismo barco y, obviamente, no fue así.

¿Cómo es posible que tanta  gente se creyera lo del tour de La Manada? ¿No era demasiado esperpéntico para resultar verosímil?

Yo, como ciudadano, me lo hubiera creído, porque vivimos tiempos esperpénticos. Uno de los fallos de esa acción es que coincidió con cosas impensables que son atribuibles al ultrarracionalismo. Es como esa expresión tan habitual, «parece sacado del Mundo Today». No olvidemos que dos años antes del tour de La Manada había ganado Trump las elecciones en Estados Unidos. ¿Qué cosa más increíble puede ocurrir que algo así? Dicho esto, si leías la web al detalle, era difícil no darse cuenta de que era una coña. El texto, para empezar, era premeditadamente infumable.

Pero Anónimo García tenía que haberlo visto venir. Antes ya habían montado una plataforma de feministas que apoyaban a Esperanza Aguirre y mucha gente se lo tragó.

Sí, montaron la web FEA (Feministas con Esperanza Aguirre). Lo hicieron para que pareciera de verdad, pero si tienes un mínimo sentido del humor enseguida se te va a encender una luz roja. Vale que no es tan inverosímil que un grupo de feministas de derechas celebren que Aguirre es una mujer empoderada. Pero ¿que la web se llame FEA? Esos eran los guiños a los que se refería Poe. Y en la web del Tour de la Manada también los había, pero la gente no se la leyó. Se quedó con los titulares de la prensa.

«El sistema se ha ido volviendo políticamente correcto y, ahora, lo ‘punk’ es ser facha»

Entonces, ¿subestimó la perspicacia de la gente?

A Anónimo le pasaba que les tenía mucha manía a los medios. Él caminaba por Pamplona y se daba cuenta de que le sonaban todos los lugares en los que se habían cometido los hechos de la violación. El portal, el banco donde la abordaron… Y se le ocurre hacer la acción en dos partes, para poner a los medios en entredicho. Primero, montar la web y, cuando la prensa picara el anzuelo, publicar el desmentido. Que los links que ponían en las noticias ya no llevaran a la web original, sino a un mensaje que dijera «Os hemos pillado». Es decir: «Hemos hecho lo mismo que vosotros, hemos convertido en un producto todo el tema de la violación». Y que vieran lo horrible que es hacer algo así.

La prensa no se ha hecho mucho eco de ese desmentido…

Mi libro lleva ya más de dos meses en la calle y la mayoría de los medios, incluso algunos para los que yo trabajo, no han hecho ni acuse de recibo. No quieren contar esta historia. Para mí eso es lo gravísimo, no que hablen o no de mi libro. Con el tour de La Manada, Anónimo García denunciaba lo que había hecho la prensa. Y es él quien ha acabado denunciado. Es un «matar al mensajero» de manual.

Dices en Nadie se va a reír que los inadaptados son los únicos que pueden cambiar las cosas.

Para escribirlo, obviamente, tenía que conocer a fondo antes a su protagonista, Anónimo García. Y es un personaje muy inaprensible. Es difícil de describir, de modo que limitarme a estar con él no era la fórmula para entenderlo. Por eso me puse a leer, otra vez, a los bohemios y me di cuenta de que Anómimo, que es del siglo XXI, es igual que personajes de Cansinos Assens. Son arquetipos que siempre han estado ahí, en España, en la Unión Soviética o en Estados Unidos, y son gente que o bien se creen mejor que los demás, o bien peor que los demás, pero en ningún caso encajan.

La bohemia se ha relacionado mucho tiempo con la izquierda, pero en estos tiempos, ese rupturismo, ese sentido revolucionario, parece que se lo ha apropiado la ultraderecha.

Vivimos en un mundo con dos sistemas, el económico y el cultural. En el primero, lo mainstream es el neoliberalismo y una medida en contra, como subir los impuestos a las grandes fortunas, se percibe como lo rupturista, como algo de ultraizquierda. Pero en el cultural es al revés. El sistema se ha ido volviendo políticamente correcto, abanderado por la izquierda desnatada de la corrección política, y, ahora, lo punk es ser facha.

Para ser punk hay que ser joven. ¿Los jóvenes de ahora pueden basar su contracultura en ser de extrema derecha?

Si yo tuviera hoy 15 años, no te digo que no. Al final, es lo que se piensa: «¿Qué es lo que más le puede tocar los cojones a mi profe?». Pues decir cosas nazis. Pero eso no es porque el mundo sea de izquierdas, sino porque está partido. Económicamente somos el neoliberalismo más desértico y en lo cultural… El 8-M, por ejemplo, se ha convertido en una fiesta institucional. Van los ministros y las grandes marcas se engalanan. Lo mismo que el día del Orgullo Gay, la Agenda 2030… Todo es institucional, de modo que la pregunta es: ¿contra qué se puede rebelar el joven de hoy en día?

«La polarización ha llegado más allá de lo que yo imaginé»

Pero podrían rebelarse contra esa parte económica, precisamente. Contra las desigualdades que genera el capitalismo.

Pero eso es mucho más difícil, porque el capitalismo está asumido, no se siente como el sistema. Las causas sociales, hoy más que nunca, son parte del sistema, y sí que se perciben como tales. Y eso es lo peligroso: que las rechacen, por rebelarse contra el sistema.

Según cuentas, los artistas de Homo Velamine empezaron en el 15-M, pero luego se fueron alejando de ese movimiento.

Son un grupo que al principio estaba en Podemos. Anónimo García, además, estaba en Greenpeace, de donde le despidieron cuando fue condenado, por cierto, aun cuando las feministas de la ONG lo apoyaron… También había estado en Amnistía Internacional, que le negó su apoyo al tiempo que sí se lo daba a Pablo Hásel. Dicho esto, Homo Velamine ya habían despertado a la realidad de una izquierda defectuosa. Una de sus primeras acciones irónicas tenía el objetivo de insultar a los conductores que atestan el centro, pero a quienes realmente soliviantaron es a los crédulos ecologistas. Y así van aprendiendo cuál es su lugar. Al principio estaba en el 15-M, pero con el tiempo se van dando cuenta de que van a tener que ser también la mosca cojonera de la izquierda.

A ti te pasó algo parecido: eres tan crítico con Podemos, según dices, porque en su día les votaste. Es de suponer que te identificas mucho con Anónimo y su historia.

Hasta el punto de que hay momentos en que me proyectaba demasiado en el libro, sobre la figura de Anónimo. Por eso ha tenido tantas correcciones, porque a veces no estaba siendo honesto, ponía demasiado de mi cosecha.

En Arden las redes decías que la polarización en los foros de internet, unida a esta tecnología, es el fin de la libertad de expresión. ¿Imaginabas que la situación se iba a recrudecer tanto?  

Lo escribí en 2017 y lo anticipé porque bastaba con hacer una progresión. En ese momento, la gente ya controlaba su discurso para «no enfadar a los suyos». Cuando yo escribí eso, le pasaba más a la gente que apoyaba a Podemos; tenía más reparo en decir ciertas cosas. Pero ahora también les pasa a los de derechas, porque tienen a los puristas de Vox repartiendo carnés. La polarización ha llegado más allá de lo que yo imaginé.

Ahora, el Congreso se ha convertido en una representación terroríficamente real de Twitter.

Lo de quitarse las corbatas tuvo consecuencias. Si deja de ser un sitio envarado…

Pero no se puede echar la culpa a que alguien vista informal. Son los políticos con sus intervenciones los que están crispando el ambiente.

Yo creo que ha sido un proceso paralelo a las tertulias televisivas. Cuando la tele empieza a desenvararse y a ganar en espontaneidad –y a ser más divertida– es cuando llegamos a estas tertulias en las que se prioriza el ruido sobre el contenido, sobre los argumentos. Podemos fue el que metió la calle en el Congreso, desposeyéndolo de formalidades, y ha pasado algo parecido. Por supuesto que Vox es repugnante en sus invectivas, pero es por haber perdido las formas en un sitio institucional. Yo estoy en contra de que el rey Felipe VI haga vídeos en su casa comiendo sopa con sus hijas. Eres el puto rey, te quiero con un armiño y una corona siempre.

¿No es demasiado simplista achacarlo todo a las apariencias?

Mira, los jueces van con toga, y de alguna manera, puede parecer ridículo, pero eso los pone en su sitio, en el estatus que deben tener. Lo cuenta Ignacio Peyró en Pompa y circunstancia: la importancia de las formas para que no se vea todo igual, para que cada estamento tenga su papel.

Está claro que se han perdido los papeles. Ahora se habla con mucha ligereza de que tenemos un Gobierno ilegítimo, golpista, que quiere encarcelar a la oposición… ¿Eso no es lanzar una tea ardiendo a la sociedad, para que prenda?

Sí, y lo del CGPJ es una muestra de que están llevando las cosas a un sitio peligroso. El filibusterismo del PP por un lado, y el PSOE metiendo trampas en las leyes… ¿Por qué importa tanto que los jueces sean de izquierdas o de derechas? Pero yo confío mucho en el cansancio. La paz en Cataluña no la han llevado los indultos, sino el hartazgo. Pero dicho esto, sí: estamos viviendo tiempos peligrosos, y la prueba es que el humor ahora se toma en serio; tanto, que te puede llevar a la cárcel.

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