Cultura
Anna Boch, más que la mujer que compró un Van Gogh
Cuando nadie estaba comprando las obras del artista neerlandés, ella se hizo con ‘El viñedo rojo cerca de Arlés’. Aunque no es solo una coleccionista: ella misma fue una destacada pintora post-impresionista.
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No le pasa a mucha gente, pero Anna Boch ha logrado un lugar imborrable en la historia gracias a un día de compras. Cuando nadie estaba adquiriendo los cuadros de Vincent Van Gogh, ella se hizo por 400 francos de la época con El viñedo rojo cerca de Arlés, una de las pocas obras –la leyenda dice la única– que Van Gogh vendió en vida. El pintor había sido invitado a participar en una muestra de pintura en Bruselas, y aunque llevó varias obras, solo vendió la que Boch adquirió.
Por ello, poco importa lo poco profunda que sea la biografía o el texto que aborda la trayectoria del artista holandés: Boch siempre tendrá una mención. Ella es, parece indicarnos la historia, la mujer que supo ver algo antes que el resto. Y no estamos ante una simple y hábil compradora de obras de arte: ella misma era una artista por derecho propio.
Anna Boch nació en Saint-Vaast, un pueblo belga hoy integrado en La Louvière y no muy lejos de Bruselas, en 1848, en el seno de una familia acomodada de la alta burguesía. Una condición reflejada en su educación, gracias a la cual recibió una formación tanto en música –y no dejará de organizar conciertos hasta que pierde el oído– como en pintura. De adulta, Boch será una mujer independiente y moderna –como demuestra el hecho de que viajaba sola en una época en la que eso no estaba muy bien visto– y usará sus conocimientos educativos para crear su propia carrera.
Boch será una de las pioneras en aplicar las técnicas pictóricas del movimiento impresionista en Bélgica
Su padre, Victor Boch, era uno de los fundadores de una empresa de lozas lo suficientemente importante como para acabar vendiendo sus productos a nivel mundial (y que ha tenido una vida muy larga: aunque ha ido atravesando diferentes crisis, sigue existiendo bajo el nombre Royal Boch). Su familia, de hecho, estaba conectada a la propiedad del gigante de la porcelana Villeroy & Boch.
Gracias a las relaciones de su hermano Eugène, Anna Boch se adentrará en los círculos de los artistas de la vanguardia en el París de fin de siglo. Boch se vincula con los círculos impresionistas y ella misma es una de las pioneras en aplicar esas técnicas pictóricas en Bélgica. Como recuerdan ahora los medios de ese país, ella fue la primera en sacar el caballete a la naturaleza y pintar au plein air. Boch es, así, uno de los nombres del post-impresionismo belga, estando conectada con los movimientos de vanguardia de ese país. En 1886, se convierte en parte del llamado Grupo de los XX, un círculo pictórico cuyos miembros buscaban hacer avanzar la pintura y que, sobre todo, ponían la luz en el epicentro de sus obras. No será el único: en 1904 se vuelve también una de las creadoras de un nuevo grupo pictórico belga con objetivos de transformación, el Vie et Lumières.
En vida, las obras de Boch se pudieron ver en el Salon des Indépendants parisino –donde vendían los impresionistas– y en diferentes exposiciones. Es decir, no era simplemente una mecenas –una tan hábil que, además de con un Van Gogh, se hizo con obras de Gauguin, Seraut o Signac que ahora se exponen en museos de primer nivel de medio mundo– sino también una pintora por derecho propio, por mucho que su nombre haya pasado a los libros más bien como el de la mujer que hizo una adquisición brillante.
A su muerte, en 1936, en Bruselas, su impresionante colección de obras fue legada, en parte, a los Museos Reales de Bellas Artes de la ciudad; otra parte vendida para seguir dando apoyo financiero a artistas con problemas económicos; y heredada, otra, por su ahijada Ida van Haelewijn.
Su trayectoria está siendo iluminada en los últimos años. A los catálogos temáticos que se han ido publicado sobre su obra, se ha sumado un documental belga y la presencia de su figura y sus cuadros en diferentes exposiciones. Además, la obra y vida de Boch protagonizarán una gran exposición temática en pocos meses. El Mu.ZEE, en Ostende, conmemorará el 175 aniversario de su nacimiento con Anna Boch, un voyage impressionniste. Entre julio y noviembre, se podrá descubrir a la pintora y un cierto intento de reconstrucción –préstamos mediante– de su colección de obras.
Aunque un poco más cerca –geográficamente– también se puede descubrir ya mismo al menos una de sus pinturas: la exposición Arte belga. Del impresionismo a Magritte. Musée d’Ixelles muestra, antes de su fin a principios de marzo, un cuadro de Anna Boch en el Museo Carmen Thyssen Málaga.
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