Cultura

«Vivimos en una época donde lo privado se ha hecho público»

Artículo

Fotografía

Berta Delgado
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21
agosto
2023

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Berta Delgado

¿Cómo se representa la intimidad en el arte? ¿Cómo son, pictóricamente, los lugares en los que lo íntimo se despliega para ser mirado? ¿De qué modo se han resentido esos espacios que, hoy en día, se exponen hasta lo inimaginable? ¿Ellas requieren más intimidad que ellos? La crítica de arte Charo Crego ha escrito un ensayo en el que reflexiona sobre estas cuestiones, tomando como referencia temporal desde el Siglo de Oro neerlandés (siglo XVII) hasta las instalaciones actuales. El resultado, ‘Dentro. La intimidad en el arte‘ (Abada).


¿Cuál es la línea limítrofe que distingue la intimidad de lo público?

Siempre ha sido una línea muy porosa, una línea que no se puede trazar de manera clara, y mucho menos hoy en día, donde esa porosidad es enorme, debido tanto a las redes sociales como a la evolución de la telerrealidad. Recordemos, hace años, esos primeros programas tipo Gran hermano, donde ya se exponía la intimidad. Hoy vivimos en una época donde lo privado se ha hecho público. Por eso resultan tan paradójico que justo ahora haya un enorme desarrollo de la legislación que protege la privacidad, al tiempo que se exhibe sin pudor constantemente.

¿No es terrorífico?

A mí sí me lo parece. Este libro trata de explicar cómo hemos llegado hasta aquí, partiendo del Siglo de Oro neerlandés, con esos interiores cálidos, acogedores, donde permaneceríamos o nos gustaría hacerlo; poco a poco esos espacios se diluyen hasta llegar a las últimas instalaciones, donde la intimidad desaparece hasta tal punto que incluso el dormir se nos presenta como objeto de museo.

¿Qué nos dice la intimidad de la persona que la habita?

Mucho; en el caso del Siglo de Oro, que los ciudadanos holandeses estaban orgullosos de su casa, por eso la adornan, la protegen, la cuidan. Hammershoi muestra una intimidad más perturbadora, fría, elegante, bellísima… pero distanciada, nada acogedora. Lo mismo sucede con las mujeres que las pueblan, desde la mujer crisálida de Hammershoi hasta las mujeres de Vermeer, muy empáticas, que contemplas leyendo una carta y sientes que tú podrías leerla.

¿De qué modo nos condiciona el espacio que habitamos?

Es una pregunta difícil de responder… Te hablaré de hasta qué punto están condicionados por el clima, aunque resulte un lugar común, los países del norte del Europa cuidan más la casa porque pasan más tiempo que los del sur dentro de ella. Es cierto, pero, por otra parte, si comparamos interiores de París y Ámsterdam, ciudades en las que las condiciones climatológicas no son tan diferentes, vemos que lo que condicionó esos interiores fueron circunstancias económicas y políticas. La Francia del siglo XVII es un estado centralizado y monárquico, con sus estamentos perfectamente acotados. En Países Bajos, las siete provincias independientes no tienen monarquía clara, está perfilándose, la aristocracia es muy reducida y el clero es protestante, carece de jerarquías –al contrario que el católico– y cada pastor es dueño de su parroquia y su doctrina. Por tanto, el estamento fundamental era el pueblo y más el de la ciudad que el del campo, porque en la ciudad encontramos a los burgueses, artesanos y comerciantes. El ciudadano era el centro de la organización social, lo que hace que en su pequeña casa cree un entorno privilegiado, donde vive, acoge, recibe. En Francia todo estaba orientado hacia el rey y las casas aristocráticas, el ciudadano no tiene esa entidad de la que goza en Holanda. Ese interior burgués, esas habitaciones de De Hooch, con sus camas empotradas, habitación donde se produce todo, se duerme, se come y se está.

«Hopper es un gran hito en el desarrollo de la intimidad, porque introduce los no lugares»

Como las habitaciones que veíamos en algunas películas de Charlot o Lloyd…

Así era. La separación de funciones tarda en llegar. Además, durante el XVII, la mayoría de los comerciantes tenían a sus empleados en ellas, en la parte de abajo o en el sótano. La casa era al tiempo taller y lugar de trabajo. Después, los núcleos familiares se hacen más fuertes y los empleados se trasladan a casas más pequeñas. Ámsterdam tiene tres grandes canales, donde se pueden ver a día de hoy las casas de los burgueses y comerciantes y, alrededor de ellas, calles más modestas y pequeñas con casas más sencillas, donde se fueron a vivir los empleados. El núcleo se empieza a proteger en el XVII. En Francia, en esa época, las casas eran habitadas por treinta personas, arriba o abajo; en Holanda, entre seis y siete. Además, en Holanda estaba penalizado contratar empleados de hogar masculinos, estaba gravado con impuestos especiales, quizás porque hacía falta mano de obra. Nosotros, los españoles, solemos tener empleados del hogar, pero en Ámsterdam preservan mucho lo íntimo y no les gusta.

¿Hasta qué punto el arte hace una poética del espacio?

De una manera muy intensa, constantemente en el arte se representan los ideales del espacio.  Por ejemplo, lo que vemos en Hammershoi o en De Hooch, que retrataban sus propios interiores, no es una reproducción del espacio, no hacen reproducciones realistas. En sus pinturas se simplifica muchísimo todo, por lo cual hay una poética de hacia dónde han de ir esos interiores, marcan una dirección, una propuesta. Vallotton igual, con interiores muy íntimos, muy calientes, no solo en los colores (rojos, azules), también en las cosas que pasan en los interiores. Cierra las puertas para que no veamos lo que ocurre, para preservar «las estaciones de las relaciones amorosas», los encuentros extramaritales, el arrepentimiento… Son interiores construidos, en cualquier caso.

¿Qué estancias de un hogar son más íntimas que otras?

Dos son las que condensan la intimidad, el dormitorio y el cuarto de baño, especialmente este último, es el lugar más cerrado, aunque el cuarto de baño es un invento posterior, de finales del XIX o principios del XX, cuando se introduce el agua corriente en las casas. Hasta entonces, no había cuarto de baño, sino una pieza junto al dormitorio, el tocador, donde la mujer se acicalaba, y que termina convirtiéndose en el cuarto de baño. Antes, por las calles de París deambulaban camiones cisterna, con agua y con bañeras portátiles; las subían a las casas, las llenaban de agua, se bañaba toda la familia y después de retiraba; funcionaban como servicios de alquiler. En Naná, de Zola, se ve que la protagonista tiene una casa lujosa con cuarto de baño, pero aún era incipiente, y no estaba cerrado. Poco a poco se cierra. Degas lo refleja muy bien, nos muestra todos los muebles que van componiendo el cuarto de baño, la palangana, la bañera, el bidé… Degas realiza en sus pinturas un ejercicio de análisis del cuerpo, del desnudo: en la palangana es una escultura, con la palangana de base; con la bañera, el desnudo es horizontal, extendido. Bonnard, por su parte, que tuvo un matrimonio de muchos años, y su mujer tenía problemas psíquicos y necesitaba refugiarse, recrea su intimidad. Y en sus bañeras llega hasta una explosión creativa, con pinceladas que recuerdan a los nenúfares finales de Monet, con ciertos momentos casi de abstracción, donde apenas se distingue el cuerpo del agua.

Aparte de los aderezos de las propias estancias (en las que vemos desde velas para alumbrar de los primeros cuadros de interiores a preservativos y artilugios electrónicos de los más modernos), ¿cuáles han sido las grandes transformaciones a lo largo de estos siglos a la hora de retratar la intimidad?

Desde donde arranca el ensayo, siglo XVII, hasta el día de hoy –recorrido en el que he seleccionado determinados artistas, porque la intención no era hacer un recorrido exhaustivo– te diré que comienza con Vermeer y De Hooch, con esas intimidades cálidas, que suponen el culmen del Siglo de Oro holandés..  El danés Hammershoi retoma esa temática holandesa pero reinterpretándola, haciéndola fría, virando los famosos colores calientes de los holandeses en grises, ocres, blancos. Los holandeses por primera vez pintan espacios vacíos, lo que supone que el espacio es tan importante que no requiere de una acción o de una persona que los justifique, que el espacio es de por sí un paisaje. Hammershoi tiene muchos cuadros con ventanas, con puertas… No son las intimidades de Vallotton, que tiene una serie de xilografías titulada, precisamente, Intimidades, en las que refleja las relaciones personales, en un espacio casi oculto para que no veamos lo que pasa.

«Los holandeses por primera vez pintan espacios vacíos, lo que supone que el espacio es tan importante que no requiere de una acción o de una persona»

Hopper es un gran hito en este desarrollo de la intimidad, porque introduce los no lugares, que después describirá Augé, donde no hay relaciones afectivas sino relaciones transaccionales. El lugar antropológico por excelencia es la plaza, donde todo el mundo se conoce y habla; ahora, en las grandes ciudades, imperan las relaciones impersonales, anónimas y transaccionales. Hopper supo ver esto. Al principio, retrata intimidades domésticas, pero después refleja interiores fríos, donde los personajes parece que no se comunican, espacios de hoteles o moteles donde el viajero o el turista está solo en un entorno hostil, adverso, y donde la intimidad consiste solo en un repliegue del protagonista sobre sí mismo. Son tan fríos algunos espacios que parece mentira que sean dormitorios, no hay nota de humanidad, de calidez, tan en contraste con Vermeer. Después, los surrealistas han sido los que han sabido reproducir mejor el interior inquietante, cogen todos los recursos que ofrece el sueño y el psicoanálisis para transmitirnos lo siniestro, aunque no me gusta esa traducción, prefiero hablar de «inquietante extrañeza», aunque sea demasiado rebuscado o retórico, aquello que creíamos familiar y que, de pronto, nos extraña, se convierte en amenazante.

Freud lo explica en su texto Lo siniestro

Exacto. Freud lo explica a la perfección. Cuenta el ejemplo de cómo, estando en el tren, en su compartimento, ve cómo alguien entra en él y, cuando va a explicarle que se ha confundido, se da cuenta de que la persona que creía que había entrado era él mismo, a través del reflejo del cristal. Y eso lo perturba.

En los cuentos de Hoffman aparece, poderoso, lo siniestro…

Por supuesto, y en Poe. Los surrealistas saben indagar en esto. Me fascinan esos interiores de Grete Stern, sus fotomontajes, y los de Dorothea Tanning, donde los muebles no son algo inorgánico, sino que crecen, de las paredes surgen cuerpos… Son intimidades de pesadilla.

¿El espacio interior de ellas es más íntimo que el de ellos?

En la representación de la intimidad, la mujer está más presente que el hombre, ella es la protagonista de la mayoría de los cuadros en los que se retrata, acaso porque ella ha sido la «reina de la casa», ha permanecido en ella, acaso porque ella tiende a replegarse más sobre sí, es más reservada, mantiene más atención y concentración, y cierta inactividad.

¿Cómo saber que un espacio interior miente?

Los de Vallotton son espacios burgueses, muy dignos, en los que pasa de todo, interiores tóxicos, enfermizos, perturbadores… Benjamin dice que los mejores retratos de interiores burgueses son los descritos por escritores de novelas policíacas, lugares donde se va a producir el asesinato, porque, a su juicio, en los interiores burgueses solo se pueden producir asesinatos. Sí, hay interiores que mienten, que aparentan cosas que no son, que muestran un decoro que no existe y son únicamente fachadas de otra cosa. Pero hay que estar en ellos para saberlo.

Burgueses, delirantes, empobrecidos, cálidos, fríos… ¿Cuáles son, artísticamente hablando, los espacios interiores por los que siente más querencia? 

Los espacios el Siglo de Oro holandés son maravillosos pero, claro, no son espacios de ahora, sino pasados, espacios de historia no de actualidad… Artísticamente, por ejemplo, los de Hammershoi resultan mucho más modernos, con decoración fría, elegantes, pero me dan repelús para vivir. Son de ese tipo de espacios en los que un día vas a dejar un vaso y estalla todo, no son interiores vividos. En general, prefiero los espacios personales, no importa que tengan cierto desorden; los geométricos, los en exceso ordenados, no me gustan.

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