Opinión

Lo que sí está en nuestras manos

Hay algo revelador en esa relación que mantenemos con el tiempo, pues muestra que seguimos concediendo un peso grande y determinante a la suerte y al azar. Y es normal que así sea. No solo por los rescoldos de nuestra propia evolución como especie, sino también por una constatación irrefutable: son demasiados los hechos determinantes que quedan lejos de nuestra voluntad.

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05
enero
2023

Los inicios de año son propicios para vaticinios y predicciones sobre qué pasará en los siguientes doce meses. Los hay de carácter técnico-científico, como aquellos que nos hablan del crecimiento del PIB o del empleo. Y también abundan los de naturaleza más cercana a las emociones o, directamente, a las preferencias camufladas de pálpito. «Este año será bueno para mí, lo presiento», solemos escuchar en estas fechas. Asomarse al nuevo año es como estar con Lawrence de Arabia en la película de David Lean contemplando desde la montaña el desierto que los separa de otra cordillera a la que deben llegar. Un camino lleno de potenciales peligros, pero también de objetivos y esperanzas al otro lado, y de aventuras en el transcurso.

Hay algo llamativo y revelador en esa relación que mantenemos con el tiempo, pues muestra que en nuestras sociedades racionalistas e hipertecnológicas seguimos concediendo un peso grande y determinante a la suerte y al azar, al capricho de una voluntad ajena ingobernable. Y es normal que así sea. No solo por los rescoldos y rastros de nuestra propia evolución como especie, sino también por una constatación irrefutable: son demasiados los hechos determinantes que quedan lejos de nuestra voluntad.

Que, si queremos, no siempre podemos. Que además del concurso de nuestro esfuerzo, hace falta cierta suerte. Que se alineen ciertos astros, por decirlo con una metáfora que tantos, en cambio, toman en su literalidad al consultar el horóscopo. Pero no cabe abandonarse a la suerte, a lo que queda lejos de nuestra elección, como excusa del desistimiento. Que las musas nos pillen trabajando, como cuentan que decía Picasso.

«Estos meses hemos escuchado que nuestra realidad inmediata estará marcada por la incertidumbre, como si todo quedara fuera de nuestra voluntad»

Ocurre así en nuestras vidas privadas, pero también en las sociedades y los países. Estos meses de guerra, inflación y rivalidades geopolíticas hemos leído o escuchado que nuestra realidad inmediata estará marcada por la incertidumbre, la volatilidad o cualquier otra palabra que designe la falta de certezas sobre el futuro. Como si todo quedara fuera de nuestra voluntad, como si se tratara más de un designio teleológico que una realidad que se construye cada día, aquí y ahora, con nuestro concurso, por más ínfimo que sintamos a veces nuestro papel en ella.

Se trataría, más bien, de agarrarse a aquello que sí podemos controlar y potenciarlo en el conjunto de factores que determinan nuestra suerte, tanto personal como colectiva. Pienso, por ejemplo, en la transición hacia energías renovables, uno de cuyos beneficios es precisamente ese: el de aminorar la incertidumbre en la medida en que reducen la dependencia de factores de todo tipo que no controlamos cuando consumimos combustibles fósiles.

2023 será bueno. Lo presiento, en la medida en que trabajo para ello.

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