Cultura
Artemisia y la justicia
Detrás de la obra maestra de ‘Judith decapitando a Holofernes’ se esconde un trágico secreto: una artista violada por su maestro de perspectivas y una sociedad silenciosa ante la violencia hacia la mujer. Es la historia de Artemisia Gentileschi, la primera mujer en conseguir entrar en la Academia de Bellas Artes de Florencia, por donde pasaron artistas de la talla de Miguel Ángel.
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El rol de la mujer ha sido quasi invisible durante la historia del arte. Sin embargo, hay algunas pintoras que, a pesar de las adversidades, han conseguido tener un rol dentro de las altas esferas artísticas. Una de ellas es Artemisia Gentileschi. Nacida en Roma en 1593, fue una de las pintoras caravaggistas más destacadas del Barroco italiano. De hecho, fue la primera mujer en ser aceptada en la Academia de Bellas Artes de Florencia, institución por la que pasaron artistas de la talla de Miguel Ángel.
Su padre, uno de los autores más importantes de esta escuela, le cedió su taller en herencia y le animó a seguir la carrera artística después de aceptar el talento que tenía su hija y su vocación de vivir de ello. Gentileschi, más conocida como Artemisia, fue su propia agente y administradora, hecho que le dio la libertad para poder representar mitos y personajes a su gusto. Pintó sin parar a lo largo de su vida, obtuvo una gran fama y reconocimiento e incluso llegó a retratar a grandes nombres de la aristocracia europea, como Felipe IV de España o el Gran Duque Cosme II.
Sin embargo, durante esos años de dedicación también tuvo que hacerse cargo de su casa y sus hermanos. Su madre murió muy joven. Pero esto no fue un impedimento para que la joven artista dedicara horas a perfeccionar su técnica y habilidades creativas: con solo 16 años, pintó Susana y los viejos, una obra en la que representa a la conocida escena bíblica con un toque que ha cautivado a los historiadores del arte hasta la fecha: lejos de la imagen de una Susana innocente y delicada, la artista plasmó una mujer segura, fuerte y valiente que, ante la mirada de los viejos depravados, se muestra firme y a la defensiva. Este estilo de representar a la mujer lejos de los patrones tradicionales del momento han hecho que la crítica la analice en múltiples ocasiones como una artista feminista.
Artemisia fue su propia agente y administradora, pintó sin parar a lo largo de su vida e incluso llegó a retratar a grandes nombres de la aristocracia europea, como Felipe IV de España o el Gran Duque Cosme II
Con motivo del encargo de realizar los frescos del Casino de las Musas del Palacio Pallavicini Rospigliosi, su padre asignó a Artemisia como profesor a su colaborador Agostino Tassi, un especialista en paisajes y perspectivas que tenía fama de pendenciero. En una de sus sesiones, Tassi violó a Artemisia, y le prometió casarse con ella para esquivar el escándalo que este hecho podría suponer para la familia. Sin embargo, esa boda nunca sucedió y el padre de Artemisia accedió a llevarle a juicio un año después de que la artista le contara lo sucedido. Este retraso siempre fue visto como sospechoso por parte de la opinión pública, quien nunca dejó de poner en duda la versión de la joven.
Después de descubrir otros crímenes en el pasado de Tassi y de un complicado proceso judicial que incluyó revisiones médicas y torturas a Artemisia para probar su verdad, finalmente el 27 de noviembre de 1612 Agostino Tassi fue declarado culpable, si bien su pena fue muy laxa en relación al crimen cometido. Este trágico momento vital fue reproducido en alguna de las obras de la artista, siendo el más famoso Judith decapitando a Holofernes, en la que reproduce el momento de la violación. Más allá de la técnica y la calidad pictórica del cuadro, la obra ha sido utilizada en los años posteriores como un ejemplo de denuncia mediante el arte de la situación de la mujer.
El éxito y la fama de la artista en Florencia le reconoció grandes logros, como formar parte de la Academia de los Deseosos, una institución muy prestigiosa entre los círculos intelectuales romanos
Después del incidente, Artemisia se casó con el florentino Pierantonio Stiattesi, con quién se trasladó a Florencia y tuvo cuatro hijos. Desde allí, entró en el círculo del gran duque Cosme II y se codeó con algunos de los más ilustres nobles e intelectuales de la época, como Galileo Galilei, con quién mantuvo una correspondencia epistolar. Existe el rumor de que Artemisia tuvo un romance con el noble florentino Francesco Maria Maringhi, de quien se conservan muchas cartas. El éxito y la fama de la artista en Florencia le reconoció grandes logros, como formar parte de la Academia de los Deseosos, una institución muy prestigiosa entre los círculos intelectuales romanos.
Al cabo de unos años, Artemisia se trasladó a Nápoles, ciudad que era en ese momento una capital europea del arte y el comercio, y es allí donde la ya consolidada pintora recibió encargos de clientes de la talla de Felipe IV de España. En 1637 fue invitada a la corte de Carlos I de Inglaterra, y se reunió con su padre antes de morir este a causa de la edad. Después de ello regresó a Nápoles, donde vivió hasta su muerte. La obra de Artemisia Gentileschi ha llegado hasta nuestros días, donde sus representaciones de personajes femeninos como Lucrecia, Betsabé, Judith o Cleopatra han sido abrazadas por los movimientos feministas como iconos de una era donde, a pesar de todas las dificultades, había también mujeres que utilizaban su arte para reclamar justicia.
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