Opinión

El arte de vender

La polarización que padecemos va a depararnos una larguísima campaña electoral adobada con descalificaciones, insultos y excesos verbales, así como un desprecio común al adversario del que nadie se escapa. Y no solo eso: casi todos los candidatos electorales se han instalado en la venta de humo.

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02
diciembre
2022

Un spot de Dolce & Gabbana, al intentar vender en estas fechas un perfume para hombres (Navidad está a la vuelta de la esquina), nos muestra a un apuesto modelo en camiseta de tirantes sobre un hermoso caballo. Se nos dice: «Mariano Di Vaio [nombre del modelo] encuentra en la fragancia el aliado perfecto para exaltar su propio yo en toda su esencia». Ahí queda eso.

Próximo ya un año electoral como el 2023, me pregunto si, en el fondo, esa «exaltación del propio yo en toda su esencia» no será uno de los lemas que utilice la clase política en sus próximas campañas y sálvese quien pueda. Como nadie conoce lo que quiere decir esa retahíla de palabras que los publicistas han juntado para que el mensaje suene bien y evoque no se sabe qué, digo yo que podría servir como ejemplo para que nuestros potenciales líderes de lo público nos aburran en campaña con discursos ininteligibles y nos envuelvan con promesas que casi nunca se cumplen.

La polarización que padecemos, sobre todo en lo político, va a depararnos una larguísima campaña electoral adobada con descalificaciones, insultos y excesos verbales de los partidos extremos, así como un desprecio común al adversario del que nadie se escapa. Y no deberíamos contemporizar ni poner paños calientes: es cierto que todas las personas merecen respeto, pero sus opiniones solo lo merecen si son, precisamente, respetables, como diría Adela Cortina. No podemos confundir la libertad de expresión con la mala educación, el exabrupto, el insulto, la injuria y las falsedades que se han instalado entre nuestros representantes públicos, que han olvidado el ejemplo consustancial a su función.

«No podemos confundir la libertad de expresión con la mala educación, el insulto, la injuria y las falsedades instaladas en nuestros políticos»

No tengo esperanza en que las cosas cambien demasiado porque «el problema de nuestra época consiste en que sus hombres no quieren ser útiles, sino importantes», como escribió Winston Churchill (y ser famosos o conocidos a cualquier precio, se podría añadir). Una reflexión que, casi 60 años después de que falleciera el que fue premier británico, sigue teniendo actualidad y, si se me permite, profunda retranca. No hay más que mirar alrededor y contemplar el panorama de nuestra clase política y dirigente (y a otras personas que, más allá de ser útiles, solo quieren ser famosas o influencers mercenarios) para darnos cuenta de que, a pesar de lo que hemos vivido y de las sucesivas crisis, la condición humana varía escasamente. Somos así porque somos así, que diría mi amigo el taxista tautológico, obviamente argentino.

Convencido de que casi todos los candidatos electorales se han instalado en la venta de humo –y así nos va–, quiero recordar a un viejo amigo, el mejor vendedor de la historia. Se llama Manolo: su fama de vendedor excelso se consagró cuando una señora de alta alcurnia se presentó en su tienda para reclamarle el bolso de cocodrilo que, hacía algunas semanas, le había confiado para su arreglo. A Manolo se le había olvidado reparar el bolso pero, tirando de ingenio, chispa y sabiduría comercial, le dijo a la señora: «Es usted la mejor clienta de esta casa, que es la suya. Jamás se nos olvidaría su encargo, pero debe saber (y por su rareza ocurre pocas veces) que su bolso es de piel de cocodrilo hembra y, como están en época de cria, se ha prohibido cazar cocodrilos hembra durante unos meses. Pasados dos o tres estaremos en condiciones de reparar su bolso –excepcional y único– con la piel de un cocodrilo hembra, como su bolso y usted se merecen, y así debe ser». Y la señora se fue, feliz y entusiasmada, convencida de que era propietaria de un modelo tan exclusivo como el genial rollo que le había metido Manolo. Eso sí que es vender con arte y ganarse un cliente para siempre: ¡Manolo for president!

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