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Cuidar las raíces para recuperar la tierra

La viticultura regenerativa beneficia el paladar de los amantes del vino, puesto que, al tiempo que combate el cambio climático, mejora la calidad de los suelos donde crecen las vides. Para lograrlo, imita la naturaleza y convierte a las viñas en sumideros de CO2.

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Viñedos regenerativos del Castell de Milmanda, en la Conca de Barberà.

Con una trayectoria que se remonta al siglo III a. C., la viticultura en España es uno de los pilares de nuestra identidad y economía. En cifras, España supone el 25% de la producción de vino en Europa, lo que la convierte en la primera exportadora mundial en volumen y tercera en valor. Además, la industria vitícola atrae anualmente a casi tres millones de turistas, tal y como señala la Federación Española del Vino (FEV). Sin embargo, todo empieza a tambalearse ante un potente enemigo: el cambio climático.

Históricamente, las adversidades climáticas más perjudiciales para el viñedo eran los pedriscos, heladas, lluvias torrenciales, olas de calor, sequías y plagas, todas ellas catástrofes puntuales. Pero en las últimas décadas han pasado a ser un obstáculo recurrente: se han reducido los recursos hídricos naturales hasta en un 20%, se ha expandido el clima semiárido a más de tres millones de nuevas hectáreas y la duración de las olas de calor ha pasado de cinco días en 2001 a cuarenta y dos en 2022 según los datos de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet). Para la viticultura, las consecuencias del cambio climático están resultando catastróficas.

En una búsqueda de soluciones holísticas que protejan no solo a los viñedos, sino también a la madre naturaleza, surge la viticultura regenerativa, una iniciativa que permite utilizar los cultivos como antídoto contra el cambio climático.

Familia Torres ha logrado reducir en un 35% su huella de carbono por botella en todo su alcance y espera llegar al 60% en 2030

Este nuevo modelo vitícola comenzó a implementarse en 2021 en los viñedos de Familia Torres, aunque su compromiso con el planeta se remonta años atrás. En 2008 nació el programa medioambiental Torres & Earth con un objetivo ambicioso: adaptar los cultivos al calentamiento global y mitigar el impacto climático de su actividad. Gracias a las medidas de mitigación, adaptación y concienciación ambiental, en 2021 ya habían reducido en un 35% su huella de carbono por botella en todo su alcance, desde la viña al consumidor. Pero desde entonces han dado un paso más y han apostado por la viticultura regenerativa, logrando mimetizarse con el ciclo natural del carbono en más de 400 hectáreas de viñedo propio cultivado en ecológico, de las más de 1.100 hectáreas que tienen en Cataluña.

Como si de un espejo se tratase, la viticultura regenerativa imita a la naturaleza convirtiendo las viñas en sumideros de carbono: absorben el CO2 atmosférico a través de las cubiertas vegetales para crear materia orgánica y nutrir las raíces de la vid y, progresivamente, convertir el terreno en uno más equilibrado y resistente a la erosión y la sequía, lo que se traduce en un aumen-to de la biodiversidad.

A lo largo de este proceso, Familia Torres ha cofundado la Asociación de Viticultura Regenerativa para impulsar un cambio de paradigma en el sector vinícola. «Todos los aspectos que resultan de tener unos suelos más vivos y equilibrados son muy positivos en una viticultura orientada a vinos de calidad y en un escenario de cambio climático», afirma Miguel Torres Maczassek, director general de Familia Torres y miembro de la quinta generación. El siguiente paso es lograr reducir las emisiones de carbono por botella en un 60% para 2030, ampliar la totalidad de sus viñedos al modelo regenerativo y concienciar a otras empresas sobre la importancia de sumarse al cambio; una transición capaz de satisfacer el paladar de los enófilos más exigentes, pero también las entrañas de un planeta cada vez más debilitado.

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