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Una segunda oportunidad para el desarrollo global

La guerra de Ucrania, la pandemia, la espiral inflacionista, el calentamiento global y la pérdida de biodiversidad nos mandan un mensaje claro: la transición ecológica es más necesaria que nunca. 

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19
octubre
2022

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En menos de un año hemos asistido a numerosas convulsiones que han marcado un antes y un después en la agenda mundial: la salida de una pandemia (aún presente), el aumento acelerado de las desigualdades y el crecimiento sin límite del precio de la energía y los productos básicos ya formaban un cóctel explosivo en los primeros compases de 2022, pero han entrado en ebullición con la guerra en Ucrania, una situación con la que ni los mejores analistas internacionales contaban un día antes de que Putin ordenara la invasión de su país vecino.

El modelo económico requiere ahora una adaptación acelerada para superar los enormes retos que han asomado como efectos colaterales: la espiral inflacionaria, las recesiones (Alemania acaba de confirmar la suya para 2023) y la insoportable presión sobre las rentas medias y bajas nos acercan a una situación límite si no se toman medidas urgentes, que no deberían limitarse a parchear la crisis con políticas monetarias. Y de telón de fondo, la emergencia climática, un problema que arrastramos desde hace décadas.

Sin embargo, algunos expertos consideran que, bien gestionada, podría ser, precisamente, una segunda oportunidad para salir del atolladero, que no es lo mismo que la ansiada (y sobrevalorada) vuelta a la normalidad. Desde la OECD Forum Network, reclaman una transición urgente hacia estilos de vida más sostenibles y un proceso de transformación en el que el sector público y el privado deben colaborar decisivamente.

Beatriz Corredor (Redeia): «Sin democracias liberales no hay posibilidad de empresas comprometidas con la honestidad, la ética y los impactos sociales positivos»

«Los ciudadanos confían más en las empresas y las ONG que en la clase política, según el último barómetro de confianza de Edelman», apunta Beatriz Corredor, presidenta de Redeia, durante las Jornadas de Sostenibilidad 2022: Acelerar la recuperación desde la ESG, organizadas por la operadora eléctrica. «Es algo preocupante y esperanzador al mismo tiempo», advierte. «Si no hay una confianza plena en las democracias liberales tenemos un problema, porque sin ellas no hay posibilidad de tener empresas rentables y comprometidas con la honestidad, la ética y los impactos sociales positivos».

Corredor señala como una aliada indubitada para esta transición a la digitalización, que al mismo tiempo comporta riesgos que suponen retos de gran magnitud. «Las empresas deben pensar en un escenario de teletrabajo que aporte la flexibilidad necesaria, pero también deben atender a las habilidades necesarias para los trabajadores del futuro: el 70% de los trabajos del mañana aún no están disponibles; los jóvenes estudian para puestos que aún no existen, por eso debemos formarnos durante toda nuestra vida». «Esto nos hace plantearnos cómo deben relacionarse los trabajadores con su empresa, donde la jerarquía debe evolucionar a responsabilidades transversales, dejando atrás las cadenas de mando», insiste.

Beatriz Corredor, presidenta de Redeia. Jornadas sobre ESG y transición ecológica.

Beatriz Corredor, presidenta de Redeia, en las ‘Jornadas de Sostenibilidad 2022: Acelerar la recuperación desde la ESG’

La nueva revolución industrial será verde, o no será

«Es irrebatible la necesidad de transitar a un modelo menos carbonizado y más compatible con el medio ambiente, porque los riesgos de no actuar son cada vez más visibles», defiende Manuel García Hernández, Director General de Política Energética y Minas. Las cifras no dejan lugar a dudas: el 80% de los gases de efecto invernadero están producidos hoy por las fuentes de energía. Sin embargo, todavía existe cierto miedo a que pasar a políticas de energía más verdes puedan suponer un obstáculo en el beneficio económico y la soberanía.

«Es un falso dilema: no estamos en debilidad por haber apostado pronto por la transición energética, sino por haber llegado tarde. Debería haber sido más temprana e intensa, y hoy seríamos menos dependientes de aliados inestables», rechaza García. «La transición debe ser justa; hablamos de una transformación estructural de la economía que es una nueva revolución industrial con más beneficios que costes, pero con un reparto no equilibrado, por eso debe haber una intervención del sector público».

En este sentido, Diego Vizcaíno, socio director de Analistas Financieros Internacionales, recuerda que «igual que la pandemia nos dejó las vergüenzas al aire, lo mismo ha pasado con la guerra de Ucrania y la dependencia energética; algo que sabíamos desde hace décadas, y solo hemos dado patadas para adelante». 

Manuel García (Política Energética y Minas): «no estamos en debilidad por haber apostado pronto por la transición energética, sino por haber llegado tarde»

Desde el OECD Forum Network plantean implementar importantes inversiones y políticas fiscales para una transición ambiciosa hacia estilos de vida más sostenibles. Recuerdan que nuestro modelo de «consumir sobre la marcha», que apareció a mediados del siglo pasado y se ha visto exacerbado por el auge del crédito, hizo posible que los consumidores mantuvieran a la industria en crecimiento gastando dinero que aún no habían ganado. 

Pero este modelo basado en el sobreconsumo como premisa del crecimiento económico ha llegado a sus límites y cobrado un alto precio a nuestro planeta, donde quienes saldrán peor serán las generaciones futuras si no hay una revisión exhaustiva. «La edad de la plenitud ha pasado», advierte Antonella Battaglini, directora general de Renewables Grid Initiative (RGI). «Estamos acostumbrados a no renunciar a nada, y ya no es el caso. La escasez, lo que viene, no hay que verla como un sacrificio, sino como un cambio de mentalidad. De hacer más con menos, de optimizar el uso nuestros recursos». Y apunta: «No solo tenemos retos, también oportunidades. De la crisis de los 70 en muchos países nacieron vías para una nueva eficiencia. Es esencial tener en cuenta las oportunidades».

Jornadas sobre ESG y transición ecológica.

De izquierda a derecha: Susana Peñarrubia-Fraguas (DWS Investment GmbH), Diego Vizcaíno (AFI), Fernando Valladares (CSIC) y Cristina Monge (Ecodes) en la mesa ‘Economía y naturaleza’.

La visión de una crisis como una segunda oportunidad no es nueva. Hace 10 años, el economista John Ikerd publicaba su ensayo Crisis and Opportunity: Sustainability in American Agriculture (Our Sustainable Future), referido a la crisis del sector agrícola en Estados Unidos, fundamentalmente por motivos medioambientales, que podría aplicarse perfectamente al resto del mundo: «Con el declive de las granjas familiares y el surgimiento de la agricultura corporativa y la degradación ambiental resultante tenemos la oportunidad de repensar en términos sostenibles para reequilibrar las dimensiones ecológica, económica y social para satisfacer las necesidades del presente sin comprometer el futuro».

Hace dos años, el Gobierno alemán, a través de su Sociedad Para la Cooperación Internacional (GIZ), ya advertía de que nos encontramos en un periodo de transición en el que los retos pueden ser al mismo tiempo las herramientas para un futuro mejor. «Los ODS son la brújula que guía nuestro trabajo a largo plazo, y una crisis también brinda la oportunidad de dar forma a la nueva década juntos y hacerla aún más sostenible en el espíritu de una economía de mercado social y ecológica», declaraba su presidenta, Tanja Gönner, que enumeraba a continuación la apuesta decidida por las energías renovables, los métodos agrícolas inteligentes, las nuevas oportunidades de movilidad sostenible, la introducción de la economía circular, el rastreo de cadenas de suministro globales, los programas de empleo en áreas rurales y el establecimiento de mercados de capital para inversiones sostenibles.

La biodiversidad debe pasar a un primer plano

Hay otro pilar fundamental en esta transformación: los esfuerzos tienden a centrarse en embridar la subida de la temperatura este siglo, y no tanto en atajar la imparable pérdida de biodiversidad que conlleva el calentamiento global. Un fallo que no podemos permitirnos. «O ponemos la crisis climática y de biodiversidad en el mismo plano y la políticas se hacen pensando en ambas, o no lograremos ninguno de los objetivos ni en un sentido ni en otro», advierte David Howell, responsable de Clima y Energía, Área de Gobernanza Ambiental en SEO/ BirdLife. 

Antonella Battaglini (Renewables Grid Initiative): «La escasez, lo que viene, no hay que verla como un sacrificio, sino como un cambio de mentalidad»

En la misma línea opina Miguel Delibes de Castro, director de la Estación Biológica de Doñana del CSIC. «La fertilización del planeta, la contaminación de la atmósfera que nos enferma… son facetas de un solo prisma, por eso no podemos limitarnos a combatir el calentamiento global». Y lo razona: «Destruyendo la biodiversidad provocamos el cambio climático, y viceversa. Por eso hay que llevar a cabo una transformación total. Muchos hablan de que supone renunciar a parte del bienestar social, pero eso tiene trampa: porque para estar bien no necesitamos consumir tanto».

En este sentido, desde la OECD Forum Network advierten de que trasladar la responsabilidad del futuro de nuestra civilización a los individuos no será suficiente. Se refieren a que los consumidores están preparados para estilos de vida más sostenibles, pero todavía se enfrentan a demasiadas barreras que la información y la educación no pueden superar, y reclaman que son los formuladores de las políticas y las empresas quienes deben cambiar el sistema, no solo las personas, para una transición justa. 

Un ejemplo claro es la necesaria construcción de nuevas infraestructuras para cambiar el modelo energético y dejar atrás los combustibles fósiles. «Los países con recursos avanzamos en esa línea», señala Ricardo García, consejero de Redeia. «Pero no es suficiente con una buena planificación si no hay una legitimación social en todo el territorio. Entraríamos en esa situación de desigualdad. Las infraestructuras deben ser beneficiosas para todos, y hay que conseguir acuerdo con las comunidades donde se instalan». Y resume: «Un escenario con energía limpia es un futuro al que debemos aspirar, sin que una parte de la sociedad se sienta la perdedora de esta transformación».

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