Medio Ambiente
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Sostenibilidad a domicilio

Las compras online son un hábito de consumo consolidado, pero ¿somos conscientes del impacto ambiental de nuestra comodidad? El Grupo GLS se propone poner fin al impacto de la paquetería en el cambio climático con su programa Climate Protect.

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09
octubre
2022

Encontrar un equilibrio entre la sostenibilidad y el bienestar ciudadano no es tarea fácil, sobre todo tras los cambios económicos, sociales y ecológicos que se han ido sucediendo durante los últimos tres años. El coronavirus ha alterado por completo nuestras necesidades: incluso los que antaño no sabían manejar un smartphone se hermanaron a la tecnología. A día de hoy, esos nuevos hábitos perduran. Nos hemos acostumbrado a comprar a domicilio pese a que ya no hay restricciones ni medidas de seguridad en las tiendas. ¿La razón? Apostamos por la comodidad para exprimir al máximo nuestro escaso tiempo libre, pero ¿hasta dónde podemos hacerlo?

Tal y como señala el Centro de Investigación Sobre Empresas Multinacionales (SOMO, por sus siglas en inglés), el transporte de paquetería se está convirtiendo en una de las fuentes principales de gases de efecto invernadero. Ya en 2019, los servicios de paquetería en las cien ciudades más grandes del mundo produjeron un total de 19 millones de toneladas de dióxido de carbono, estimándose un aumento de hasta el 39% en 2030. Curiosamente, gran parte de esas emisiones se producen en lo que los expertos denominan «la última milla», es decir, el tramo final del transporte desde un centro de distribución hasta el hogar del comprador. Esto se debe en gran medida a las ausencias del comprador y a las devoluciones, que obligan a la agencia de transportes a deshacer lo andado y contaminar de nuevo, un fenómeno que se ve magnificado por la falta de vehículos libres de emisiones.

En 2019, los servicios de paquetería en las cien ciudades más grandes del mundo produjeron un total de 19 millones de toneladas de dióxido de carbono

Además del transporte, las compras online generan una importante huella ambiental derivada de los procedimientos de empaquetamiento. Cuántos de nosotros hemos comprado un producto para encontrarnos, al abrirlo, con una cantidad ingente de plástico, cinta adhesiva y embalaje de burbujas.

Estos hallazgos han provocado la sensibilización de la población, que cada vez apuesta más por la mensajería sostenible. Es el caso del Grupo GLS y su programa medioambiental Climate Protect, una iniciativa que busca reducir y neutralizar las emisiones derivadas de su actividad para alcanzar la neutralidad climática en 2045. Un programa que también ha fijado el objetivo de compensar el 100% de sus emisiones de CO2. Para ello se utilizarán medidas como el uso de vehículos de reparto libres de emisiones para las entregas; el cálculo de la huella de carbono desde la producción de fuel hasta el consumo; la apuesta por nuevas edificaciones sostenibles bajo norma BREEAM y el uso de un 100% de energía verde en todas las delegaciones.

Desde GLS Spain se trabajará en la reducción del impacto que se produce en su actividad cotidiana y se apoyarán proyectos de desarrollo sostenible con Climate Partner. «Somos conscientes del gran impacto que nuestra actividad genera en el medio ambiente», afirma Roberto Martínez, director financiero de GLS Spain. Y añade: «Con el programa Climate Protect, promovemos iniciativas que implican a toda nuestra cadena de valor y garantizan un futuro sostenible y la protección de nuestro entorno natural». Es así como ha surgido el primer Parcel Shop sostenible en Madrid, un ejemplo de lo que podemos conseguir si atendemos por igual a las necesidades del consumidor y de la Tierra.

Una de las medidas prioritarias para lograr la neutralidad climática es reducir las emisiones en las flotas de vehículos al 100%. Según los hallazgos del Consejo Internacional de Transporte Limpio, la contaminación fruto de la construcción, venta y uso de vehículos eléctricos es dramáticamente inferior a la derivada de sus tradicionales homónimos de gasolina. Estos hallazgos se acentuarán progresivamente gracias a la descarbonización de la generación de electricidad, convirtiendo este medio de transporte en la estrategia idónea para salvaguardar la salud del planeta.

Por otro lado, se debe potenciar la inversión en soluciones logísticas, entre ellas, desarrollar nuevos centros de proximidad o puntos de recogida, así como planificar rutas de entrega más eficientes. Aquí entra en juego la contaminación de la «última milla». Como consumidores, de hecho, es donde podemos ejercer una mayor influencia, asegurándonos de estar en casa en el momento de la entrega o recurriendo a un vecino. En caso de ausencia, lo ideal es informar a la empresa de mensajería, solicitar la entrega en un Parcel Shop y, en última instancia, acudir a la empresa de transporte para recoger el paquete, en vez de obligarles a repetir la ruta y contaminar de nuevo.

El programa Climate Protect priorizará energía completamente verde en sus instalaciones ya existentes

Aunque no toda la contaminación se limita a la carretera, ya que como se ha visto, también influyen los procesos de empaquetamiento en fábrica, así como las emisiones de los centros distribuidores. Para mitigar su impacto, el programa Climate Protect priorizará energía completamente verde en sus instalaciones ya existentes, así como crear nuevos edificios sostenibles bajo la certificación BREEAM, un sistema que garantiza que la arquitectura y construcción son respetuosas con el medio ambiente. Se trata de un cambio necesario puesto que los edificios e infraestructuras son responsables de hasta el 39% del total de emisiones de carbono en el mundo, tal y como sostiene el informe Bringing embodied carbon upfront del Consejo Mundial de la Construcción Verde (WorldGBC). Para reducir la cifra, el WorldGBC propone estrategias de descarbonización desde el principio –diseñando edificios verdes y minimizando la contaminación durante la construcción, pues es responsable de un 11% de las emisiones– hasta el final –eliminando el 28% de emisiones restantes que se producen al calentar, enfriar e iluminar el edificio–.

Es imperativo un cambio de paradigma. Los efectos de la contaminación atmosférica no son solo un problema para las generaciones futuras: la aparición de brotes epidémicos como el coronavirus, los incendios acaecidos durante el verano en diferentes puntos de España o la inminente llegada de un invierno gélido son consecuencias del cambio climático que el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) llevaba vaticinando décadas.

Aunque las iniciativas de las grandes compañías son indispensables, los usuarios tenemos mucho más poder del que pensamos. En una sociedad en la que el tiempo se ha convertido en el bien más preciado, resulta prácticamente imposible renunciar a las compras online, pero tenemos la responsabilidad ecológica y social de ser conscientes del impacto ambiental que tiene nuestro consumo. También está en nuestra mano reducir, reutilizar y reciclar a la hora de enviar un paquete, un acto insignificante en nuestro día a día con implicaciones decisivas para el planeta. Tampoco debemos subestimar la presión social que ejercemos sobre la industria: somos nosotros quienes decidimos a qué empresas favorecemos. Estas tareas no son especialmente complejas, pero requieren de un esfuerzo consciente. Merece la pena cuando la madre naturaleza es quien corre peligro.

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