Medio Ambiente

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¿Existe la ‘utopía’ climática?

El discurso ambientalista ha generado muchas expectativas respecto a un futuro cada vez más sostenible, circular y comprometido con los objetivos de la Agenda 2030. Pero no es sencillo cumplir con ellos, pues las tensiones geopolíticas y fenómenos como la pandemia ralentizan los esfuerzos. Aún así, empresas como Agbar marcan la diferencia con proyectos de eficiencia energética.

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Yvonne Redín
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Ante una urgencia de la talla del cambio climático, gracias a los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la Agenda 2030, sabemos cuál es la hoja de ruta para imaginar sociedades «verdes», sostenibles y circulares en un futuro no muy lejano. Es decir, para vivir en un mundo donde la prioridad medioambiental sea la norma y no una excepción. Especialmente cuando hablamos de ciudades, puesto que en 2050 más de la mitad de la población habitará entornos urbanos. En países como España, Alemania, Noruega, Dinamarca y Francia, los esfuerzos entre ciudadanos, sector privado y administraciones ya dan pasos firmes hacia ese porvenir, aunque no con tanta contundencia como la que necesitamos.

Todavía queda mucho trabajo por hacer a la hora de alcanzar esa utopía climática. Además, influyen otros factores externos como las tensiones geopolíticas (es el caso de la actual invasión rusa de Ucrania, entre otros conflictos armados que impactan gravemente en la economía mundial) o fenómenos inesperados como la pandemia, que ralentizó los avances hacia ese mañana en que sociedad, empresas y naturaleza puedan convivir armónicamente.

Pero aún estamos a tiempo de virar el rumbo y sortear la sexta extinción masiva de la que tanto nos han alertado voces expertas como la de Sir David Attenborough. Por eso mismo, el lema de la COP27 es «Juntos en la implementación»: en pocas palabras, pasar de las promesas y los anuncios a los hechos. Uno de los logros de la edición pasada, la que está considerada como la mayor cumbre climática a nivel global, fue la revisión de los compromisos. Pero lo más importante, sin duda alguna, fue la alarma sobre el tiempo que nos queda para entender que si no aprovechamos cada instante para convertir los residuos en recursos, el panorama hacia 2050 no será tan promisorio como esperamos.

El agua, una apuesta segura hacia un futuro «verde»

¿Alguien podría imaginarse una Galicia con problemas por la falta de agua? Hasta hace no tanto tiempo, era casi imposible. Pero hoy es una realidad: España es uno de los países europeos que más padecen por las sequías, así como por los cambios climáticos extremos. La desertificación es uno de los focos rojos medioambientales que ya no podemos ignorar. Es por eso que los proyectos responsables con el entorno, los que mitigan el impacto ambiental de la industria y que garantizan la disponibilidad de recursos vitales como el agua, son una apuesta cada vez más ganadora.

Al respecto, Agbar, integrada en el grupo Veolia, es un referente mundial sobre la transformación y el compromiso de las empresas con la gestión integral de los ciclos del agua, y, por lo tanto, con los objetivos de la Agenda 2030. Con más de 220.000 colaboradores en los cinco continentes, y dando servicio a más de 37 millones de personas repartidas entre España y América Latina, esta compañía tiene, principalmente, dos líneas de actuación: la mitigación de las causas del cambio climático y la adaptación.

En 2021, como parte de su política «verde» y su compromiso hacia la descarbonización, Agbar redujo el 26,5% de sus emisiones totales

Sobre la primera, las palabras clave son ahorro y circularidad. En 2021, Agbar redujo el 26,5% de sus emisiones totales gracias a su apuesta por la energía verde. En ese mismo año, el grupo consiguió generar 90,02 GWh de energía renovable: el 89% procedente del aprovechamiento del biogás generado en las estaciones depuradoras; el 9% de la energía solar y el 2% de turbinas hidráulicas de instalaciones propias o de la flota de vehículos eléctricos.

Además, el 99,4% de su capacidad de compra (cubierta con energía eléctrica verde) equivale al consumo anual de electricidad de cerca de 84.000 hogares. Y, por si fuera poco, Agbar reutiliza el 71% de los residuos generados en sus plantas depuradoras y casi el 50% de los generados en las potabilizadoras, sumados a que el 53% del agua que regenera al año se destina a usos agrícolas.

Un caso de éxito que ejemplifica a la perfección la labor de la compañía es el proyecto Gavà Circular, en el que colaboran Aigües de Barcelona y el Ayuntamiento de Gavà. Se trata de una iniciativa de economía circular basada en tres acciones identificadas para los flujos agua-energía-residuos. Es una de las «joyas de la corona» de Agbar, y fue premiada en el World Water Congress (Copenhague) como mejor proyecto en la categoría de Gobernanza, Instituciones y Empresa Social (IWA Project Innovation Awards). Dentro de este proyecto se enmarca la propuesta denominada Recaigua, que consiste en la puesta en marcha de un punto de recarga inteligente de agua subterránea cuyo uso final es el riego y la limpieza de las calles.

El World Water Congress de Copenhague reconoció el proyecto Gavà Circular como el mejor en la categoría de Gobernanza, Instituciones y Empresa Social

Respecto a la segunda línea, la referente a la adaptación a las consecuencias del cambio climático, la empresa busca incrementar la resiliencia mediante la innovación tecnológica. Una de sus medidas es el desarrollo de la red Dinapsis, que despliega soluciones para la transformación digital de la gestión del agua y la salud ambiental de los territorios. El objetivo: crear ciudades inteligentes, resilientes y cada vez más «verdes».

La armonía con la naturaleza tiene que ser la prioridad en el sector industrial. Sobre esa base, Agbar se ha distinguido por una serie de medidas de naturalización de sus instalaciones. Por ejemplo, el control de especies invasoras y la incorporación de especies autóctonas, además de instalar refugios para polinizadores, aves, murciélagos, y hoteles de insectos y mariposas. Aunque esos esfuerzos no recaen solamente en la compañía, sino que son posibles gracias a la colaboración con entidades naturalistas locales y administraciones públicas.

Los esfuerzos de esta compañía por conseguir un futuro más sostenible demuestran que esa utopía de las ciudades «verdes» podría convertirse pronto una realidad. Tan solo hay que seguir el rastro de la circularidad.

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