Economía

Impuestos para ‘dummies’

Donde hay un ciudadano, hay una opinión sobre los impuestos. Bajarlos, subirlos o mantenerlos: ¿qué hacer? Las redes sociales están llenas de proclamas altamente emocionales sobre la cuestión, pero ¿sabemos exactamente de qué hablamos cuando hablamos sobre impuestos?

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25
octubre
2022

Quien tenga un amigo –o cientos– en redes sociales, no tendrá un tesoro: tendrá unas cuantas opiniones ajenas sobre impuestos. Nada más común que encontrar en internet a quienes se quejan por unas razones u otras de los impuestos: nos quitan el sueño, no se pagan como deberían, no se encuentran bien definidos… Pero ¿realmente se comprende cómo funcionan? 

En principio, la ciudadanía sabe, aunque sea de forma intuitiva, qué son los impuestos. Y desde bien temprano. «Son pagos que se exigen por ley, sin que el contribuyente reciba un beneficio específico a cambio», resume de forma didáctica el libro para Bachillerato Economía 1 (SM). Es decir: pagar un impuesto no garantiza que se va a tener acceso a algo a cambio, pero –se quiera o no– hay que pagarlo (ya que no hacerlo, de hecho, tiene consecuencias). 

A nivel más básico, se puede señalar que los impuestos pueden ser directos –como el de sociedades o el Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF), que además pueden ser ajustados a las condiciones de cada quien– e indirectos, que a diferencia de lo que ocurre con el IRPF afectan a todos por igual. Es el caso de un producto gravado con una cierta cantidad de IVA: pagan el mismo impuesto tanto quienes tienen más como quienes tienen menos ingresos. 

La suma de ambos tipos, más otros elementos como tasas y contribuciones, suponen la base de los ingresos del Estado. «En España, los impuestos indirectos representan el 50% del total de los impuestos y aproximadamente el 30% de los ingresos fiscales totales», explica Javier Rodríguez Luengo, profesor del Grado en Finanzas y Contabilidad de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).  Y, por supuesto, existen impuestos para personas y para empresas, regulados por diferentes legislaciones. 

Roldán: «Si quieres servicios públicos de calidad, tienes que pagar impuestos»

En su situación tributaria, España no es una isla en medio de Europa. «El sistema tributario español es homologable», apunta Toni Roldán, director de EsadeEcPol, al pedirle que compare cuántos impuestos se pagan en España frente a lo que ocurre con los países vecinos. Aunque añade: «Tiene una diferencia significativa». En las cuentas finales, señala, España ingresa menos de lo que lo hacen otros países europeos a través de los impuestos, una situación que se explica porque, según indica, «tenemos muchos agujeros», como exenciones y deducciones. Además, alerta Roldán, el IVA es un recurso que se emplea de forma habitual para «hacer política redistributiva», algo que se hace menos en otras economías. Así, cada vez que el IVA de un producto cae, también lo hace la recaudación vinculada. 

En la última campaña de la Declaración de la Renta, y según las propias estimaciones que hacía la Agencia Tributaria en su arranque, el número de declaraciones a devolver creció en un 1,1%, mientras las que daban a pagar retrocedían en un 1,5%. El teletrabajo, la eficiencia energética o la rebaja del alquiler eran, según apuntaba entonces Lefebvre, algunas de las deducciones fiscales nuevas que se sumaban.

Aun así, tal como indica Rodríguez Luengo en relación a los últimos datos del Eurostat, España es uno de los países con la presión fiscal –en relación al PIB– más baja. Frente a la del 47,3% mantenida por Francia o el 43,5% de Alemania, España cuenta tan solo con una presión fiscal del 37,3%. ¿Qué supone esto en las cuentas más específicas y en el bolsillo de los ciudadanos? Rodríguez Luengo responde, cuando se le pregunta cuánto paga de impuestos medios la ciudadanía: «La recaudación per cápita –los ingresos fiscales totales en relación con la población– en Alemania es de 16.716 €, en Francia de 16.104 €, en Italia de 13.090 €, en España de 8.833 € y en Portugal de 7.726 €. Después de Portugal, por tanto, somos la más baja».

¿Demasiados impuestos? 

Se entiendan poco, algo o mucho, lo habitual es tener una opinión sobre los impuestos. Algo más de la mitad de los españoles considera que no evadirlos es una cuestión fundamental para ser un buen ciudadano, según el último estudio Opinión pública y política fiscal del CIS. De hecho, solo el 5% de los encuestados aceptaría pagar menos impuestos y perder servicios públicos, si bien únicamente un 21,2% se muestra conforme con la idea inversa. Ante lo que ahora deben abonar también hay opiniones: un 50,1% siente que se beneficia poco de los servicios del Estado y un 62% opina que le dan menos de lo que paga. Un 41% de los españoles considera, incluso, que se pagan demasiados impuestos, frente al reducido 9,6% que afirma que son pocos.

Un 50,1% de los encuestados por el CIS siente que se beneficia poco de los servicios del Estado

Pero ¿es eso cierto? La respuesta a esta pregunta no es neutral: cuánto se paga y quién debe hacerlo son preguntas muy conectadas al modelo de país que se quiere crear. De hecho, los impuestos son un arma arrojadiza en términos políticos, en la que todo el espectro ideológico hace promesas vinculadas a su existencia o a su desaparición. Cuando se le pregunta a Roldán sobre la cuestión, este apunta que «depende de la percepción de cada uno». «Si quieres servicios públicos de calidad, tienes que pagar impuestos», recuerda, explicando que «los Estados no pueden hacer magia» y que lo que no es factible, en cambio, es bajar impuestos y mantener servicios. 

Lo que sí es medible es la carga tributaria, que ha subido en el histórico de cifras. «A medida que ha ido creciendo el peso del sector público en la economía (hoy muy próximo al 50% del PIB), ha ido aumentando la presión fiscal», indica Rodríguez Luengo. «En España, la presión fiscal se ha duplicado en los últimos 45 años, pasando del 17,9% en 1975 a un 37,3% en 2020», señala. No obstante, en la comparación histórica hay que tener muy presente también cómo han cambiado las cosas, tanto en servicios públicos como en el propio pago de impuestos. Roldán es contundente: durante el franquismo, por ejemplo, la evasión fiscal era «flagrante».

¿Para qué sirven?

Tampoco hay que olvidar, a la hora de comprender cómo y cuánto se paga, que no todas las personas abonan las mismas cifras. «Los impuestos dependen de la capacidad económica del contribuyente: a mayor capacidad económica, mayor pago de impuestos», apunta Rodríguez Luengo, que recuerda que esto no implica necesariamente que tener los mismos ingresos que otra persona implique tributar lo mismo. «Por ejemplo, en el IRPF depende del tipo de rendimientos obtenidos y de las circunstancias personales y familiares del contribuyente», señala.

Pero ¿para qué sirven, en resumidas cuentas, los impuestos? «Para financiar las políticas de gasto de los agentes económicos públicos (la sanidad, la educación, la justicia, la seguridad ciudadana, la defensa nacional, las infraestructuras, la deuda pública y el resto de servicios públicos)», resume Rodríguez Luengo. O como lo pone de una manera más coloquial Economía 1, «son el “precio” que se paga por los bienes y los servicios» que ofrece el Estado.

De este modo, cada vez que se va a un hospital o se acude a clase a un centro de enseñanza público no es que no nos estén cobrando nada por darnos ese servicio: es que ya se ha pagado a través de los impuestos. Lo mismo ocurre mientras uno camina por las calles del centro de la localidad: se han tenido que pagar las aceras y al personal que las mantiene limpias. También cuando se avisa a la policía para que ponga freno a la fiesta ruidosa de los odiados vecinos del edificio.

¿Puede sobrevivir, entonces, una sociedad sin impuestos? La profunda crisis de gobierno británica –con la debacle causada por el anuncio de un recorte masivo que ha terminado con la dimisión de Liz Truss, la primera ministra– parece un aviso a navegantes sobre los riesgos de experimentar con la muerte de los impuestos. Roldán puntualiza, al otro lado del teléfono y poco antes de la dimisión de Truss, que la situación actual en Reino Unido es más compleja que una simple batalla por bajar o no impuestos. «Los problemas son más amplios que eso», indica, recordando la crisis política vinculada a la salida de la Unión Europa y la pérdida de credibilidad del propio país. Aunque eso sí, reconoce que una sociedad sin ningún impuesto es «imposible», a menos que se quiera cambiar por completo el modelo. 

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