Biodiversidad

En las entrañas de un hospital para animales

Pueden pasar desapercibidos, pero cada vez que un animal necesita auxilio, se encuentran a su servicio: estos centros sanitarios son más actuales que nunca. ¿Cómo funcionan?

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11
agosto
2022

Primero, un cardelino con infección en las plumas. Luego, un cachorro pomerania llega para recibir su preceptiva cartilla de vacunación. Más tarde, sin embargo, es el turno de un lagarto: ha sufrido el mordisco de un congénere y debe ser sedado y cuidado meticulosamente. 

Son apenas unas pocas escenas de todas las que cada día pueden verse en una consulta veterinaria. Compañeros de vida que sufren enfermedades, reciben tratamientos preventivos y que, en ocasiones, parten de nuestro lado para siempre. De la amplia cartera de centros para nuestros pequeños amigos, los hospitales veterinarios están destacando en los últimos tiempos. Tanto que, de hecho, su número parece haber aumentado considerablemente.

Atención (peluda) 24 horas

La diferencia entre una clínica y un hospital veterinario es que, mientras las primeras suelen ser casi todas privadas, los segundos tienen una naturaleza pública o semiprivada. La atención también marca la diferencia: la clínica se centra en la atención ambulatoria para la mascota, con curas, vacunaciones, algún tratamiento específico y poco más. Sin embargo, un hospital veterinario es una institución semejante a los modelos destinados para humanos: existe servicio de urgencias las 24 horas del día, hay un equipo profesional más amplio y, por supuesto, existen especializaciones clínicas. En un hospital puede intervenirse quirúrgicamente a los animales y realizar diagnósticos mediante procedimientos complejos, como ecografías, radiografías, pruebas oftalmológicas o resonancias magnéticas, entre otras muchas posibilidades.

Aunque en nuestros días parezca obvia la existencia de un hospital donde especialistas atiendan a los animales, no fue hasta 1996 cuando abrió el primer centro de esta clase en España, concretamente en San Agustín de Guadalix, en la Comunidad de Madrid. Fue el Hospital Veterinario Sierra de Madrid, especializado desde el inicio en el tratamiento de caballos, ovejas y pequeños animales de compañía, como perros y gatos. Desde entonces, la red ha ido proliferando por todo el país, multiplicándose en los últimos tiempos. De hecho, en nuestros días existen más de 6.000 centros sanitarios para animales, aunque tan solo un 7% forman parte de la red hospitalaria. El resto son clínicas privadas con una capacidad de atención a sus pacientes muy dispar: desde las que solo abren en periodo diurno y son pequeñas, con tan solo uno o dos veterinarios al frente (52%), hasta las más equipadas y que pueden equipararse a los hospitales públicos de su clase (31%). 

Una demanda al alza

No solo la demanda de centros dedicados al cuidado de la fauna se limita a España. En Roma está prevista en 2023 la inauguración de un hospital veterinario de atención pública y gratuita para todos sus pacientes (y sus apenados humanos). Un proyecto con el que Italia pretende ser pionera en la equiparación de la atención animal con la humana con la esperanza de servir de ejemplo para sus socios europeos. En Madrid, a su vez, hay un proyecto en marcha para construir un hospital alrededor de 1.500 metros cuadrados, de carácter privado, que aspira a convertirse en un centro de referencia de esta clase en el país. 

El proyecto italiano rompe la baraja del juego. Hasta el momento, los hospitales veterinarios, si bien poseen una naturaleza que casi siempre es pública, exigen al cuidador un pago por el tratamiento, incluso cuando este se encuentra atenuado por la inversión del erario colectivo. El proyecto romano, en cambio, supone cargar los costes de la atención sanitaria animal a las arcas públicas. 

No fue hasta 1996 cuando se abrió el primer centro veterinario en España

Este es precisamente el factor que ha causado la polémica. La exigencia de un creciente reconocimiento de derechos sanitarios universales a los animales de compañía o de cría supone, por un lado, un gesto de remembranza del significado del concepto de humanidad: desde un punto de vista biológico y estrictamente científico, los Homo sapiens sapiens somos tan animales como los seres que tildamos de tales coloquialmente. Por tanto, si la salud de una persona debe ser protegida, ¿por qué la de un animal no debería estarla? 

El problema, más que ideológico, es económico: el impacto de mantener una serie de centros gratuitos para atender a otras especies animales supone un contratiempo, especialmente en medio de una tormenta económica y de un panorama sociopolítico cada día más complejo. Los críticos con la atención veterinaria completamente pública, por tanto, sostienen su tesis alrededor del coste que implicaría, lo que conllevaría, según esta idea, una potencial amenaza a la estabilidad de los sistemas de salud habituales. 

Una sociedad ¿más humana?

No solo en Europa se está produciendo este fenómeno: en todo el mundo se está agitando el apoyo en favor del cuidado, la protección y el reconocimiento de ciertos derechos para los animales, en especial para aquellos que nos acompañan cada día. No es para menos, con un número de mascotas que ha aumentado considerablemente en los últimos años. La llegada de la pandemia, de hecho, conllevó una ola de adopciones que incluso sobrepasó las capacidades del sector veterinario de aquellos días.

Múltiples factores parecen explicar esta deriva pro animal, según los expertos. Hay factores positivos –como la mayor conciencia ecológica, el intenso trabajo de grupos animalistas para mostrar la vida animal en granjas y en centros de producción o la transversalidad en la concepción del concepto de «familia», que ya abarca sin tabúes a nuestras mascotas–, pero también existen factores claramente negativos, como es el auge de la percepción de la soledad no deseada o el reconocimiento de diversos trastornos mentales o de conducta. 

En Roma está prevista en 2023 la inauguración de un hospital veterinario de atención pública y gratuita

En una sociedad de tendencia individualista, donde ancianos y niños conviven a merced de marcadas dificultades para la conciliación de sus cuidadores y en la que la búsqueda de la emancipación tiende a disolver el natural clan familiar, atender uno o varios animales puede ayudar a establecer saludables rutinas, a sentirse querido y acompañado. Al ser seres sociales, necesitamos el contacto físico con nuestros semejantes (o con quienes, al menos en apariencia, lo son un poco menos).

Necesidad egoísta para unos, acto de generosidad y de justicia para otros. Nuestra visión del ser humano como centro del cosmos parece haberse desvaído ligeramente para abrir paso al reconocimiento de la trascendencia de todo cuanto existe. Algo parece seguro: los hospitales y clínicas veterinarias, ya sean públicas o privadas, van a seguir cobrando un protagonismo vertebral en la nueva sensibilidad de nuestra sociedad. 

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