Siglo XXI

¿Estamos ante el fin del populismo?

La dimisión de Boris Johnson ha sido la última de las novedades que plantean la posibilidad de una vuelta a las ‘boring politics’, aquellas libres de mensajes populistas y enfrentamientos continuos. Algunos hablan ya de la llegada del tecnopopulismo, que combina las políticas tecnócratas con un estilo mediático.

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22
julio
2022

El término populismo es comúnmente utilizado por analistas y contertulios para denigrar ciertas posturas políticas que, en la última década, han adquirido un peso significativo en la configuración de nuestras sociedades. Pero ¿de qué hablamos cuando hablamos de populismo? 

La actual crisis de la democracia representativa y las instituciones públicas, la pérdida del contenido político tradicional por parte de los dos grandes bloques ideológicos y la liquidez de las fronteras, antaño rígidas, entre clases socioeconómicas han propiciado el auge de movimientos que basan su ideario en satisfacer las necesidades del pueblo y combatir la corrupción de las élites.

No estamos ante una nueva tendencia política. La idea de populismo surgió a finales del siglo XIX para referirse a dos movimientos sociales. Por una parte los naródniki rusos, que hicieron frente a la modernización idealizando las tradiciones de los campesinos, y por otra el People’s Party estadounidense, formado por granjeros y pequeños empresarios que defendían su estilo de vida sencilla frente a la codicia de las clases privilegiadas.

Un siglo más tarde, el populismo prendería en América del Sur, con líderes carismáticos que se erigían en garantes de la justicia social y la voluntad del pueblo. Esto provocó la instauración de regímenes en que los conceptos de izquierda y derecha se difuminaban en aras de un avance social basado en satisfacer las necesidades básicas de la ciudadanía.

Los ejemplos de políticos populistas en el poder se reparten por todo el globo y son consecuencia de la pérdida de confianza en la democracia liberal

Así, en lo que llevamos de siglo, hemos asistido al auge de líderes y movimientos cuyo mayor activo político es la capacidad para erigir discursos radicalizados que canalizan el descontento de las clases media y baja. Nicolás Maduro en Venezuela; Evo Morales en Bolivia y Jair Bolsonaro en Brasil son solo algunos ejemplos de cómo el populismo crece en el continente americano, independientemente de que las bases del discurso tiendan al espectro político de izquierdas o al de derechas.

Pero los ejemplos de políticos populistas que han alcanzado el poder se reparten por todo el globo: desde Erdogan, en Turquía, hasta Orbán en Hungría, pasando por Putin en Rusia, cuyo discurso nacionalista basado en su propio liderazgo ha provocado la reciente invasión del territorio ucraniano. En 2017, Donald Trump alcanzó la presidencia de los Estados Unidos con su America first por bandera y, en 2019, Boris Johnson era elegido Primer Ministro en Reino Unido para afianzar el desarrollo del brexit. En nuestro país, 2020 fue el año en que Podemos entró en el Gobierno en coalición con el PSOE y, también, donde el apoyo social a VOX comenzó a crecer exponencialmente.

Los movimientos populistas, según ‘The Guardian’, han visto triplicado el apoyo de los votantes en los últimos veinte años

Los movimientos populistas de este siglo son consecuencia directa de la globalización y sus efectos más perniciosos, principalmente la pérdida de puestos de trabajo y la caída en los ingresos de la clase media. Estos cambios han construido el caldo de cultivo perfecto para los mensajes de defensa de la voluntad del pueblo contra la corrupción de las élites. La desilusión global de los votantes con el libre mercado y la democracia liberal se ha convertido en dinamizadora del proceso de crecimiento de dichos populismos.

De hecho, a finales de 2018, el periódico británico The Guardian publicaba los resultados de un macroestudio científico sobre los movimientos políticos populistas en Europa que revelaba que dichos movimientos habían visto triplicado el apoyo que recibían por parte de los votantes en los últimos 20 años. Además, el número de europeos bajo Gobiernos con al menos un miembro considerado populista se incrementó, en el mismo período, de 12,5 millones a más de 170 millones.

Sin embargo, en muy breve período de tiempo, hemos visto también cómo Trump perdía la presidencia de Estados Unidos, Boris Johnson dimitía como Primer Ministro, Podemos comenzaba a ver caer el apoyo popular y VOX no cumplía con sus ambiciosas expectativas de crecimiento. Cambios que podrían ser síntoma de un regreso a la política anterior, basada en el reparto de períodos de Gobierno entre partidos representantes de los dos grandes polos ideológicos.

O tal vez la puerta de entrada a una nueva manera de hacer política que combine ambos escenarios. La prueba es que ya se comienza a escuchar el término tecnopopulismo para referirse a líderes como el francés Macron que, desde el centro político, combinan políticas tecnócratas con un estilo mediático y un discurso heredero del populismo. Aunque, en realidad, la situación actual, con una guerra a las puertas de Europa que desestabiliza la cadena de suministro de productos básicos y el crecimiento de las desigualdades sociales como consecuencia directa del cambio climático, no permite vislumbrar claramente cuáles serán las políticas mayoritarias en el futuro inmediato.

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