«La farmacia juega un papel fundamental a la hora de combatir la soledad»

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30
junio
2022

En menos de nueve años, el corte generacional alcanzará finalmente a los hijos del ‘baby boom’ español y el 24% de la población será considerada de edad avanzada. Ese escenario plantea grandes retos tanto para la sociedad como para las administraciones, pues los problemas relacionados con el envejecimiento acelerado de la población reconfigurarán las estructuras sociales en un tiempo récord. Ante esta realidad, el doctor Juan Manuel Martínez, presidente de la Confederación Española de Organizaciones de Mayores (CEOMA), habla sobre el envejecimiento saludable y los desafíos que este supone, particularmente en momentos como el actual, donde la sociedad ha sido golpeada por crisis económicas y fenómenos sanitarios inesperados. A su vez, bajo este mismo paraguas, Martínez aborda un tema que va de la mano con el anterior: el papel de la farmacia y de los farmacéuticos como vertebradores de sociedades cada vez más mayores y expuestas a la fragilidad.

La soledad no deseada en los mayores es un grave problema en España: más de 2 millones de personas mayores de 65 años viven solas y, para la próxima década, se espera que esta cifra ascienda a más de 6 millones. Un desafío que parece agravarse con la digitalización, ya que cada vez más aspectos de la vida y la socialización se desenvuelven en el universo digital, más extraño y complejo para buena parte de los mayores. Sin embargo, también pueden estrechar en algunos casos las distancias sociales a través de herramientas como las videollamadas. ¿Cómo influye la digitalización en el fenómeno la soledad no deseada? ¿Podrían estas tecnologías ayudar a frenarla?

La soledad no deseada, que afecta cada vez más a los mayores, es un problema grave en la España de hoy. Ante eso, la digitalización y la comunicación son fundamentales para combatirla. El problema es que, efectivamente, muchas personas mayores dependen de que vecinos o familiares los ayuden a familiarizarse con las herramientas digitales, pero no sólo para cuestiones médicas, sino también para su vida diaria. La soledad involuntaria es una realidad muy cruel.

En CEOMA, como también lo hacen otras asociaciones, ayudamos a que los mayores puedan utilizar estos medios, y a que sean conscientes de que son una alternativa muy efectiva para no caer en esa situación de fragilidad que supone la soledad. En definitiva, las herramientas digitales son fundamentales para llevar una vida activa contra el aislamiento involuntario.

¿Cómo se podría fomentar el acceso de este grupo social a los entornos digitales? ¿Diría que es más una cuestión económica, educativa o de ambas?

«Las herramientas digitales son fundamentales para llevar una vida activa contra el aislamiento involuntario»

Yo creo que se trata de una cuestión educativa. Evidentemente, también económica, pero en menor medida. Las asociaciones de mayores hacemos cursos, como lo dije antes, para que las personas que padecen aislamiento (particularmente en las zonas más despobladas) puedan romper esa barrera. Pero el problema, de forma más concreta, no se ve en mayores de 65 años, sino en personas que rebasan los 80. Ahí es donde existe una mayor reticencia al aprendizaje y conocimiento del mundo digital. Lo digo porque, honestamente, hay gente entre 60 y 80 años que se maneja con toda seguridad con esas herramientas. Desafortunadamente, el problema del envejecimiento sigue creciendo en el país, y eso genera que una parte importante de la población quede en situación de analfabetismo digital.

Aunque la digitalización pueda ayudar a estrechar distancias y paliar la sensación de aislamiento, no parece poder suplir la cercanía del contacto humano. ¿Qué importancia tiene el fomento de la socialización física? ¿Pueden los espacios habitualmente frecuentados por personas mayores, como las farmacias, ayudar a detectar casos de soledad no deseada? Si es así, ¿cómo pueden ayudar a combatir el problema?

Las farmacias, en mi opinión, juegan un papel indispensable e importantísimo en el combate a la soledad por la sencilla razón de que la confianza que le tiene una persona mayor al farmacéutico puede ser incluso más grande que la que le tiene al médico de familia.

En ese sentido, el farmacéutico es quien ayuda directamente al paciente explicándole cómo tiene que tomar su medicación, qué es lo que contiene y qué puede suceder si no la toma correctamente. Son los farmacéuticos quienes explican a la gente los efectos positivos y negativos de lo que están tomando. El médico de familia, muchas veces, sólo se limita a dar una receta. En pocas palabras, para mí, el espacio que ocupa la farmacia dentro de la atención sociosanitaria es fundamental.

También hay que dejar muy claro que las farmacias ocupan un puesto importantísimo en la educación y en los servicios al paciente, que el trato directo con la gente es imprescindible y que sus funciones son muchas más que las de un simple despacho de fármacos.

La población mayor representa el 20% de la población, y todo apunta a que esta cifra se ensanchará todavía más en los próximos años. A su vez, sin embargo, parece que cada vez hay menos espacios para los mayores, y aún menos para aquellos con padecimientos como la demencia o el alzheimer. ¿Cómo podemos crear esos espacios necesarios para ellos en aras de construir una sociedad más inclusiva?

«La confianza de una persona mayor con su farmacéutico puede ser incluso mayor que la que tiene con su médico de familia»

 Esto es un tema fundamental. Me refiero al envejecimiento de la población, pues el año que viene entraremos en el corte generacional del baby boom español y dentro de menos de 9 años tendremos no al 20% de la población mayor de 65 años, sino al 24%. Es decir, casi un cuarto de la población de España estará envejecida. Esa realidad no puede pasar inadvertida.

Ante ese panorama, es necesario tomar acciones en tres aspectos fundamentales. Primero, la persona, porque somos responsables de nuestra salud en todo sentido y por eso necesitamos formación y educación sanitaria para saber qué es lo que podemos hacer para estar mejor físicamente. Segundo, la familia, que es imprescindible para que la persona mayor se dé cuenta de que es protagonista de su vida y de su estado de salud. Tercero y último, la sociedad y la administración, que son las responsables de crear herramientas, como lo hacemos en CEOMA, para que los mayores puedan tener diferentes actividades tanto culturales como sociales y laborales para entretenerse y tener un rendimiento físico y mental saludable. Así de claro, la persona, la familia y la sociedad son los que tienen las respuestas para lograr una mejoría en la calidad de vida de nuestros mayores. Y, dicho sea de paso, «más vale prevenir que curar», así que es mejor que nos escuchen a los mayores.

En muchas localidades de la España que se vacía, la farmacia termina siendo el último centro de integración social y de referencia sanitaria. En un país con una población cada vez más envejecida, ¿podrían los farmacéuticos ayudar a afrontar el reto de atender las necesidades de los mayores en el entorno rural como vertebrador social? Si es así, ¿cómo?

Estoy seguro y convencido de que la función de la farmacia y de los farmacéuticos es esencial tanto en el entorno rural como en el urbano. El problema, en todo caso, es que no sólo se trata, como he dicho antes, de un despacho de fármacos, sino que es un lugar donde se prestan servicios, y, como es lógico, alguien tendrá que pagar por ellos.

Nosotros, como asociación, reclamamos el reconocimiento de la función de los farmacéuticos para que ésta pueda ser subvencionada por la administración. Lo que los farmacéuticos proveen es un servicio, y eso tiene que quedar muy claro, eso no puede regalarse, aunque haya algunos profesionales que sí lo hagan. Y eso me consta. Hago mención de la importancia de este servicio por la cantidad de enfermedades iatrogénicas que existen, es decir, las que aparecen por el mal uso o el uso no adecuado de los medicamentos. ¿Y quién puede frenar eso? Pues los farmacéuticos. Son ellos los que proveen del servicio correcto a la sociedad al indicar cuándo y cómo tomar las medicaciones, además de dar seguimiento y de cumplir una función vertebradora en muchas de las sociedades más frágiles. Pero, ¿quién va a pagar por ese servicio? ¿La sociedad, la administración? Ahí está el dilema. Como geriatra, insisto, la farmacia es una parte fundamental del espacio sociosanitario en esta sociedad.

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