Acción climática: un bote salvavidas para las empresas y el planeta
La implicación del sector empresarial en la descarbonización y la sostenibilidad no sólo favorece al ecosistema, sino que puede suponer una ventaja competitiva y una forma de potenciar el negocio para aquellas empresas comprometidas.
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El planeta agoniza. Ojalá este fuera otro titular propio de la prensa sensacionalista, pero no. Hace demasiado tiempo que somos testigos del calentamiento global, desastres naturales y otros fenómenos extremos. Si no ha habido un cambio radical al respecto, no será, desde luego, por falta de información. El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), un organismo de las Naciones Unidas integrado por 195 países que ofrece asesoramiento sobre el cambio climático, lleva décadas alertando de esta situación con evidencias científicas. Su último informe indica que la humanidad debe reducir sus emisiones de CO2 en un 45% de aquí a 2030 para evitar una catástrofe medioambiental. Asimismo, recomienda alcanzar la neutralidad climática antes de 2050. Esto es, emisiones de dióxido de carbono netas iguales o inferiores a cero.
La esperanza de cambio depositada en la política tampoco se encuentra en su mejor momento. Cada vez son más las voces críticas con respecto al Acuerdo de París, todo un hito en la lucha contra el cambio climático tras su firma en 2015. La situación ha cambiado tan rápido que lo que hace 7 años era un esfuerzo inédito, hoy en día es simplemente ineficaz. Sin ir más lejos, el IPCC ya ha advertido que el nivel de ambición actual de los 195 firmantes es insuficiente para lograr los objetivos marcados, como por ejemplo limitar el aumento la temperatura mundial muy por debajo de los 2 grados centígrados. Un escenario de cierta pasividad que contrasta con el hecho de que invertir en sostenibilidad comporta importantes beneficios sociales, como la generación de empleo. De hecho, según un cálculo de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la aplicación efectiva del Acuerdo de París podría llegar a crear entre 18 y 24 millones de puestos laborales para 2030 en todo el mundo.
Ante este panorama, parece evidente que salvar al planeta ya no depende únicamente de la buena voluntad de los gobiernos, sino que requiere, de forma urgente, del compromiso de todos. En este sentido, las empresas pueden jugar un papel fundamental en el mantenimiento del ecosistema. Un tejido, el empresarial, en el que la concienciación es cada vez mayor. «Durante la era Trump, numerosas multinacionales pidieron más ambición climática», recordó Javier Molero, director de Proyectos y Agenda 2030 del Pacto Mundial de Naciones Unidas España, durante un debate organizado por Ethic y la asesoría medioambiental South Pole sobre el papel de las empresas frente al desafío del clima.
Empresas cada vez más comprometidas con el planeta
El Pacto Mundial, una iniciativa de la ONU para fomentar la sostenibilidad empresarial en todo el mundo, cuenta con más de 16.000 empresas adheridas de 161 países. De ellas, casi 1.800 son españolas, conformando nuestro país la red nacional más numerosa. De hecho, el número de entidades españolas ha aumentado en un 20% entre 2020 y 2021, señal irrefutable de que algo está cambiando.
Una percepción que comparte también Beatriz Bayo, directora de Responsabilidad Social Corporativa (RSC) de Mango, y quien ha detectado cambios en la cultura corporativa de su empresa: «Ya no se ve como un tema que viene de los talibanes de RSC. Yo les digo que hay que hacerlo sí o sí; te lo creas o no. También es un tema de negocio, aunque los resultados tardan mucho en verse. Es necesaria una transición y habrá años planos», explica. No obstante, Bayo se muestra convencida de que la acción climática empresarial constituye una oportunidad para liderar no sólo su sector, el textil, sino un plano empresarial más amplio.
Mauro Accurso (South Pole): «No se trata únicamente de llegar a cero emisiones netas, sino de mirar más allá del carbono»
Si bien se percibe cambio en las empresas, también es patente en el entorno de las Organizaciones No Gubernamentales. «Las empresas se parecen cada vez más a las ONG, y las ONG a las empresas. Esto también va de negocio, no necesariamente de transferencia o caridad», asevera Fernando Mudarra, director general de Ayuda en Acción. Esta organización ha recurrido recientemente a los servicios de South Pole para mitigar el impacto climático en sus programas de cooperación, como el proyecto de Muskitia, en Honduras, donde se ha logrado proteger cerca de 5.000 hectáreas de bosques de manglares y más de 280.000 de coníferas y latifoliadas de la deforestación.
«No se trata únicamente de llegar a cero emisiones netas, sino de mirar más allá del carbono», considera Mauro Accurso, gerente de Desarrollo de Negocio para la Península Ibérica de South Pole. Avalado por una amplia experiencia con todo tipo de entidades desde el año 2006, su recorrido le permite hablar con cierto peso sobre los beneficios que conlleva la adaptación de políticas sostenibles al margen de los relacionados con el medio ambiente. En el caso de Muskitia, por ejemplo, se ha avanzado también en salud y el bienestar (ODS 3), educación (ODS 4) y trabajo decente y crecimiento económico (ODS 8), entre otros Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Fernando Mudarra (Ayuda en Acción): «Las empresas se parecen cada vez más a las ONG, y las ONG a las empresas»
Otra compañía que también se ha sumado al reto de salvar el planeta es Glovo, desde donde esperan reducir las emisiones de CO2 de sus vehículos en un 42% de aquí a 2030. No solo eso. También se sienten responsables de lo que Sébastien Pellion, Global Head de Impacto y Sostenibilidad, denomina «huella indirecta». Por ello, desde la empresa están sensibilizando a sus proveedores, restaurantes y pequeños comercios, para que reduzcan sus desperdicios y el uso de envases de plástico. Una iniciativa que pone el foco en las pequeñas y medianas empresas, mayoría en nuestro país, y confirma el «potencial de crecimiento y negocio» en el consumo de productos ecológicos y de proximidad.
Las evidencias científicas en forma de sello y garantía
Quienes creen en la necesidad de que las empresas asuman su responsabilidad ante el desafío energético son conscientes de que no todas las organizaciones pasan de las palabras a los hechos de forma automática. «Hay que separar la paja del trigo», reconoce Accurso, de South Pole. Un propósito que se traduce, en su caso, en promover sellos que demuestren que una organización es socialmente responsable, incentivar a las empresas que ya lo están haciendo bien y, si hay que regular para aquellas menos concienciadas, que sea poco a poco y teniendo en cuenta los efectos en el empleo.
En este sentido, merece la pena destacar Science Based Targets (SBTi), una iniciativa del CDP, el Instituto de Recursos Mundiales (WRI), el Pacto Mundial de las Naciones Unidas y WWF que valida los objetivos empresariales de reducción de emisiones de manera científica. «Aquellas empresas que cuentan con objetivos aprobados por Science Based Tagets demuestran liderazgo climático, credibilidad y ambición», ha asegurado Molero, del Pacto Mundial España. En este sentido, SBTi cuenta con más de 3.000 empresas adheridas, 65 de ellas españolas, lo que sitúa a nuestro país en el puesto número 12 en la clasificación mundial y en el octavo a nivel europeo, por detrás de Francia (160), Suecia (155) o Alemania (154).
La importancia de la rendición de cuentas también queda patente en el esfuerzo del Pacto Mundial de Naciones Unidas España, que en 2023 actualizará el cuestionario que envía cada año a las entidades adheridas con el fin de convertirlo en una «herramienta de integridad» adaptada al contexto actual. Sumando este tipo de recursos al esfuerzo de todos, será más fácil avanzar en la lucha contra el cambio climático y dar paso a una nueva etapa, «la era de la descarbonización».
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