Economía

La empresa humana

La revolución tecnológica provoca sentimientos encontrados: de la fascinación al pavor. El V Congreso Nacional de Directivos, organizado por ApD, congregó a 2.500 ejecutivos para reflexionar sobre las consecuencias de la revolución tecnológica.

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23
noviembre
2018

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Uno enloquece con ese dispositivo de voz que lee las noticias, que indica el cine más cercano o aconseja llevar paraguas porque en dos horas lloverá. Al mismo tiempo, todo eso, puede aterrar. ¿Cuánto sabe de mí ese artilugio? ¿Cómo es de inteligente? ¿Podrá quitarme el trabajo? Las aportaciones de la tecnología para aumentar la calidad de vida son enormes, pero también pueden tener consecuencias negativas que solo se pueden evitar situando al humano en el centro de todo.

El trabajo de una de cada cinco personas estará relacionado con la inteligencia artificial para el 2022 y un año antes esta tecnología habrá generado 2,9 trillones de dólares de beneficios y recuperará 6,2 billones de horas de productividad, así lo señala un estudio de la consultora Gartner. Y sí, generará más empleos de los que eliminará. «La inteligencia artificial (IA) potencia las capacidades humanas y hace las empresas más inteligentes. Conocemos la magnitud de esta tecnología, es el momento de dirigir su rumbo. La pregunta correcta que hay que formular es qué debe hacer la IA. Las personas y las empresas nunca van a utilizar una tecnología en la que no confíen, hay que establecer un marco ético para la Inteligencia Artificial», afirmó Pilar López, presidenta de Microsoft España, en el V Congreso Nacional de Directivos organizado por la Asociación para el Progreso de la Dirección (APD), que este año ha girado en torno a La empresa humana.

Andrés Ortega, director del Observatorio de las Ideas, advirtió que «es necesario un nuevo contrato social por la rapidez y alcance de los cambios que conlleva la revolución tecnológica. Se van a crear nuevos puestos de trabajo pero se necesitarán medidas específicas para la readaptación profesional». Según el autor de La imparable marcha de los robots, los avances tecnológicos traerán un desclasamiento y vaciamiento del medio y habrá que reflexionar sobre los impuestos a los robots, ingresos por los datos personales o jornadas laborales de menos horas. «El objetivo del nuevo contrato social debe ser proteger a las personas más que a los empleos, hay que avanzar a una sociedad inclusiva; que nadie se quede atrás».

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El 45% de los trabajadores están en riesgo de sustitución por robots en 20 años

Los trabajos manuales y repetitivos serán los que tengan mayor probabilidad de ser reemplazados por máquinas. Según McKinsey, el 45% de los trabajadores están en riesgo de sustitución por robots en 20 años; el Banco Mundial eleva ese porcentaje al 57% para los países de la OCDE. La formación durante toda la vida y la capacidad de reinventarse van a ser esenciales para ser ‘empleable’. La presidenta de Siemens, Rosa García sostuvo que la automatización de procesos creará 133 millones de empleos y destruirá 75, por lo que será fundamental apostar por la formación de profesionales. Para tener robots como compañeros, hay que educar a los hijos en cosas que los robots no sean capaces de hacer. «Hacia 2020 habrá 20.000 millones de dispositivos conectados al Internet de las Cosas (IOT) en todo el mundo, una cantidad ingente de datos que hay que aprender y saber manejar por y para las personas».

Los datos son una mina de oro empresarial. En los últimos 10 años se ha creado más información que en toda la historia de la humanidad y se prevée que el volumen de datos total a nivel mundial aumentará 10 veces para 2025. Traen desafíos pero son una verdadera oportunidad para las empresas. El presidente de Vodafone España, Francisco Román, abundaba en esta idea: «Hay que acostumbrarse a lidiar con los datos, para ello se necesita mucho personal especializado y no olvidarse de la cultura: las verdaderas transformaciones empresariales son culturales».

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El mundo que viene exige una curiosidad permanente. El siglo XXI es el de la formación continua, solo así se podrá intentar comprender el complejo rompecabezas que es el futuro. El empredendor Carlos Barrabés lanzaba un mensaje a navegantes: «Si no sabes hablar con las máquinas no tienes futuro. El mayor problema de lo que viene es que no lo vas a entender, solo los expertos lo harán. O sabes contruir el microondas o limítate a utilizarlo. El futuro ha desaparecido, nadie tiene una visión de cómo va a ser, ni la ficción es capaz de imaginarlo».

El progreso tecnológico viene cargado de incertidumbres pero lo que sí que es evidente tanto para académicos y directivos es que tecnología por tecnología no es la respuesta. El fin debe ser el impacto positivo en la sociedad. Marcos de Quinto, asesor del CEO de The Coca-Cola Company, remarcó la importancia de abandonar el modelo utilitarista y endogámico que muchos ejecutivos toman en su vida y entender que en este siglo XXI «las empresas compiten contra todas pero también cooperan con todas». Además, ya no vale con informar sobre tus productos, ahora hay que rendir cuentas, «los consumidores quieren saber los valores de los directivos que dirigen las empresas», declaró el que fuera vicepresidente y responsable mundial de marketing de la multinacional de refrescos.

Antón Costas: «Hay que abandonar la complacencia con la desigualdad; de lo contrario, puede que en un futuro haya economías más cerradas»

La inteligencia artificial, la robótica, la nanotecnología…parece que la revolución tecnológica no tiene fin con todos los avances que prometen surgir. Pero, cuidado, la desigualdad azota. Hay sociedades que se sienten en la cuneta y no tienen expectactivas de salida. «Hay que abandonar la complacencia con la desigualdad; de lo contrario, puede que en un futuro haya economías más cerradas. Ésta es un poderoso disolvente del contrato social de las economías de mercado. El núcleo moral que legitima el sistema de mercado es el ofrecer oportunidades a todo el mundo», expuso Antón Costas, catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Barcelona.

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