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La sabiduría de la naturaleza contra el cambio climático

Tras años debatiendo el papel del ser humano en el cambio climático, la ciencia ha lanzado un veredicto que no podemos pasar por alto: hemos dañado la atmósfera, el océano y el suelo durante años. Ahora debemos responsabilizarnos y frenar los efectos del calentamiento global. Pero ¿y si la solución estuviese en la propia naturaleza?

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Yvonne Redin
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10
abril
2022

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Yvonne Redin

Fue Victor Hugo quien dijo que la naturaleza habla mientras el género humano no escucha. Al escritor francés le produciría una gran tristeza ver que, más de un siglo después, seguimos tapándonos los oídos frente al grito de urgencia del planeta y la naturaleza en un intento desesperado por ignorar lo que los ecosistemas piden: que prestemos atención de una vez por todas. Los efectos del cambio climático ya no son suposiciones, sino un hecho grave e irreversible: el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU confirma esa falta de compromiso a la hora de aplicar el Acuerdo de París, el conocido tratado firmado hace ya siete años que proponía diversas medidas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y los efectos de la vida humana sobre el planeta.

Desde la publicación del primer informe del IPCC en 1990, el debate sobre el papel del hombre en el calentamiento global ha variado enormemente. Algunas voces sostenían que nosotros éramos los causantes de la destrucción masiva de la atmósfera, la hidrosfera, la criosfera y la biosfera, mientras que otros se aferraban a la hipótesis de que se trataba de un efecto natural e incluso cíclico de la evolución de La Tierra. El sexto informe puso fin a la discusión: «Es inequívoco que la influencia humana ha calentado la atmósfera, el océano y la tierra».

Entre los efectos del cambio climático, el grupo de expertos de la ONU destaca las secuelas en la salud física y mental de la población

¿Cuáles son las repercusiones tiene este hallazgo? Según explica la ciencia, un aumento de la frecuencia e intensidad de los fenómenos meteorológicos, temperaturas extremas en la tierra y en el océano y precipitaciones que superan la capacidad de adaptación de los ecosistemas naturales y de las infraestructuras humanas. En la actualidad, somos también testigos de la desaparición de corales y de especies vegetales y animales a causa de las sequías, la congelación, el calor extremo, los incendios y las inundaciones. Esto, por supuesto, se traduce en un deterioro tanto de de la calidad y seguridad del agua como de los alimentos, además de un inevitable aumento de la mortalidad humana.

«El cambio climático ha afectado negativamente a la salud física de las personas a nivel mundial y a la salud mental de las personas en las regiones evaluadas», revela el informe del IPCC. «La aparición de enfermedades transmitidas por los alimentos y el agua relacionadas con el clima ha aumentado», así como las zoonosis y las infecciones gastrointestinales, cardiovasculares y respiratorias.

El reto de ponerle freno al cambio climático

Demostrar los efectos del cambio climático ha supuesto un verdadero desafío para la comunidad científica pero ahora el reto central radica en ponerle freno. Históricamente, hemos recurrido a los avances tecnológicos para combatir las consecuencias del calentamiento global pero y si, como afirmaba Victor Hugo, ¿la solución estuviese en la propia naturaleza? Eso es lo que propone South Pole, cuya actividad busca desarrollar e implementar estrategias contra el cambio climático en organizaciones y Gobiernos alrededor del planeta. Una de sus últimas iniciativas representa una revolución por su aparente sencillez, pero, sobre todo, por sus prometedores resultados: las Soluciones Basadas en la Naturaleza (SbN). Un nuevo concepto con el que se busca proteger los ecosistemas en peligro, recuperar el hogar de miles de especies e incluir a las comunidades en el desarrollo de los proyectos. 

Las SbN hacen referencia a aquellas estrategias que se apoyan en los ecosistemas imitando a los procesos característicos de la naturaleza. Esto implica dejar atrás ciertos métodos convencionales y, por consiguiente, hacer frente a los retos de la humanidad –los avances tecnológicos, la sobrepoblación, el turismo o la aparición de nuevas enfermedades como el coronavirus– desde un prisma sostenible a nivel ecológico, económico y social. Tal y como señalan desde la compañía, esta aproximación no se trata de un hallazgo reciente, sino que es el resultado de acciones con años de estudio a sus espaldas, además de casos prácticos exitosos que evidencian su utilidad.

Algunos ejemplos son el parque inundable La Marjal de Alicante, que retiene las precipitaciones excesivas durante los meses de lluvia y funciona como un parque en verano. También el río Manzanares y su renaturalización en la capital madrileña, una acción llevada a cabo en 2016 y que se está replicando en otras ciudades del país. Y remontándonos un poco más atrás, nos encontramos con las dunas híbridas del área Metropolitana de Barcelona, que permiten proteger el litoral de las subidas del nivel del mar.

Las Soluciones Basadas en la Naturaleza funcionan como una simbiosis perfecta entre el planeta y quienes lo habitamos

Si salimos de nuestras fronteras podemos mencionar también a Francia y sus plantaciones de setos para hacer frente a las secuelas de las inundaciones y de las sequías, a Suecia y el uso de vegetación marina para evitar la erosión de la costa, a Irlanda y la creación de puntos de estrangulamiento montañosos para frenar la propagación de incendios, o a Colombia y la restauración de bosques y zonas acuáticas para proteger a las comunidades de mono araña marrón y paujil de pico azul, especies en peligro de extinción.

Más allá de las estrategias vigentes a día de hoy, South Pole propone nuevas acciones con resultados muy alentadores. Entre ellas, potenciar la creación de manglares –ecosistemas característicos de las zonas tropicales y subtropicales que nacen del contacto entre la tierra y el agua–. La razón es que los arbustos y árboles característicos de estos ecosistemas tienen la capacidad de crecer en zonas muy diversas y son extremadamente resistentes ante las condiciones climatológicas, convirtiéndose en el aliado ideal para reducir el impacto de los huracanes en la costa sureste de Estados Unidos. ¿Cómo? Conteniendo a las mareas de tempestad y a las consiguientes inundaciones gracias a sus densas raíces y tallos.

Si bien se trata de un proyecto todavía en pañales, la experiencia avala su utilidad: South Pole ya ha implementado iniciativas de preservación y conservación similares, por ejemplo, con el proyecto de la Muskitia en Centroamérica. Además, los datos de la revista Estuarine, Coastal and Shelf Science apoyan esta línea de trabajo, ya que los manglares de la costa de Florida detuvieron hasta un 70% de la marejada ciclónica del huracán Wilma en 2005. La necesidad de incorporar más manglares se ve también respaldada por  los efectos del cambio climático en la bahía de Tampa de Florida, que ha perdido hasta el 44% de la superficie de humedales costeros a lo largo del último siglo.

Como vemos, las Soluciones Basadas en la Naturaleza potencian ecosistemas más resilientes, pero para ello es necesario involucrar a la población y a las organizaciones. Este nuevo concepto ofrece soluciones y respuestas a los diversos desafíos ambientales, es una vía para canalizar recursos para la mitigación y adaptación al cambio climático y, por ello debe ser un elemento central en la recuperación verde que necesita nuestra sociedad. Nuestro paso por La Tierra no es vacacional; no somos simples turistas que tras hacer noche en un hotel dejan las sábanas arrugadas y las toallas en el suelo. Tenemos la labor de proteger y restaurar proactivamente el suelo que pisamos, los mares en los que nadamos y el aire que respiramos.

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