Medio Ambiente

Significados del agua

El agua es seguridad alimentaria, energía, desarrollo industrial y ecosistema. Reconocida como derecho humano desde hace una década, millones de personas siguen sin poder acceder a ella mientras que, en Wall Street, ya cotiza al igual que el oro o el petróleo.

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22
marzo
2021

El agua cotiza en Wall Street, concretamente en el mercado de futuros de materias primas. Con esta noticia se cerró el año de la pandemia, el mismo 2020 que convirtió el acto personal de lavarse las manos en una cuestión de salud pública. El anuncio bursátil, más que un punto de inflexión, supuso la confirmación del agua como un bien de mercado, como una herramienta especulativa y un producto financiero que fluctúa al igual que el petróleo, el oro o el trigo.

Fuera del ámbito económico, y entre otras muchas aristas, el agua y el saneamiento son un derecho humano internacional desde hace más de una década. El 28 de junio de 2010, la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó la Resolución 64/292 que los reconocía como tal, con 122 votos a favor y 22 abstenciones. «Entonces no había ni una sola resolución judicial que estuviera basada en el derecho humano al agua. Ahora hay docenas», explica Mikel Mancisidor, experto independiente del Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de la ONU.

Recordando ese tiempo, el también profesor de la Universidad de Deusto indica que, en el momento de la firma de ese documento, el acceso al agua potable vivió un gran crecimiento: «Los Objetivos de Desarrollo del Milenio hablaban de reducir a la mitad las personas sin acceso a saneamiento, un reto global importantísimo que se cumplió, minimizándose el porcentaje de un 24% a un 10%. Eso nos permitió pasar a unos Objetivos de Desarrollo Sostenible más ambiciosos, pero también más difíciles de cumplir».

Sin acceso al vital líquido no hay desarrollo humano: la salud y el hambre dependen del agua

En la actualidad, el Objetivo 6 de la Agenda 2030 habla de garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible, así como el saneamiento universal. Si bien se ha progresado a la hora de ampliar el acceso, todavía miles de millones de personas –principalmente en áreas rurales– carecen de estos servicios básicos. Así lo demuestran los cálculos de las Naciones Unidas, que cifran en una de cada tres personas las que no tienen acceso a agua potable salubre, dos de cada cinco quienes no disponen de una instalación básica destinada a lavarse las manos con agua y jabón, y en más de 673 millones de habitantes los que defecan al aire libre. Además, recuerdan: cuatro billones de seres humanos carecen de acceso a servicios básicos de saneamiento, como retretes o letrinas y, cada día, mueren mil niños y niñas por enfermedades diarreicas asociadas a la falta de higiene.

A pesar de estas cifras, «buena parte de nuestra sociedad se mueve en los parámetros de mercado: economía y productividad», apunta Alba Ballester Ciuró, experta en facilitación y mediación en gestión de agua y conflictos hídricos, en referencia a la entrada del agua en bolsa. Incide, además, en prestar también atención a los valores paisajísticos o culturales del agua, puesto que estos «son clave para comprender cómo funcionamos y cómo podemos mejorar».

Bien de mercado, derecho humano, acceso y exclusión. El agua es todo eso y mucho más. Pieza esencial en la emergencia climática, está relacionada con la seguridad y la soberanía alimentarias. También acentúa la desigualdad, y es una cuestión de género. Sin acceso al vital líquido y al saneamiento no hay desarrollo humano: la salud y el hambre dependen del agua. Mientras el mercado quiere convertirla en producto, los estados intentan defenderla incluso con sus ejércitos. Es arma de guerra y también de paz. Es elemento vital en la configuración de identidades y es parte de ritos religiosos. Sagrada para muchas culturas, es cloaca en diferentes momentos. Sin agua no se puede vivir… y el agua puede provocar la más terrible de las muertes.

¿Qué significa el agua para ti?

Desde 1993, cada 22 de marzo la ONU conmemora el Día Mundial del Agua. Este año, el eje de la campaña gira en torno a sus valores del agua –su lema: Valoremos el agua. «El agua significa cosas diferentes para diferentes personas. ¿Qué importancia tiene el agua para su hogar y su vida familiar, su sustento, sus prácticas culturales, su bienestar, su entorno local?», pregunta el organismo internacional al mundo.

«¿Qué es el agua para ti?». Es la pregunta que ha lanzado a través de redes sociales Pedro Arrojo, profesor emérito de la Universidad de Zaragoza y relator especial de Naciones Unidas por el derecho humano al agua y al saneamiento. «Para mí es el alma azul de la vida. Desde tiempo ancestrales, todas las creencias y religiones la han considerado un referente esencial de la creación, dándole un valor sagrado en ritos, liturgias y celebraciones. Esa ingente red de ríos, lagos y humedales son las arterias y venas que vertebran la vida en islas y continentes. Sin embargo, desde la ignorancia, la irresponsabilidad y, a menudo, la codicia, contaminamos y destruimos esos lagos, ríos y humedales de los que depende la vida en general y, en particular, la salud de nuestras comunidades», se responde el propio Arrojo.

Arrojo: «Considerarla una simple mercancía incentiva un uso abusivo que quiebra derechos humanos»

«El agua es vida. Es alimento tangible e intangible. Es el flujo de nuestra existencia. Entre muchas otras cosas, nos enseña que todo está en permanente cambio», responde a la misma pregunta Ballester. «Para mí significa salud, abundancia, fertilidad y vida», sostiene Libertad Gómez Vialás, licenciada en Ciencias Ambientales. El agua para ella también es saneamiento, la parte «fea» del derecho humano. «Es bonito hablar de acceso al agua, pero no tanto de las cuestiones del saneamiento o aguas fecales. Y cuesta más avanzar, aunque es la otra cara de la misma moneda», apunta Mancisidor.

¿Tiraríamos una garrafa de cinco litros de agua completamente potable por el váter? «Parece una respuesta obvia, pero esto es lo que hacemos a diario, durante años: el agua que sale de la cisterna tiene la misma calidad que la del grifo de la cocina», reflexiona Gómez que, con el impulso de esta pregunta, ha creado el proyecto de ecosaneamiento Nantic, una iniciativa basada en baños secos portátiles para eventos. «¿Cómo le explicarías a un extraterrestre que, en un planeta donde el agua potable es un recurso escaso, los humanos la usamos para mezclarla con nuestros excrementos y, posteriormente, –en el mejor de los casos– volver a depurarla empleando una enorme cantidad de energía, con el coste económico que supone?», se pregunta.

«Siendo clave para la vida, la hemos transformado en el vector de enfermedad y muerte», continúa Arrojo. «Hay visiones que la consideran como una simple mercancía, promoviendo su gestión desde la lógica del mercado, lo que incentiva un uso abusivo e insostenible que quiebra derechos humanos y margina a los vulnerables», añade Arrojo, el relator de Naciones Unidas.

El agua y la emergencia climática

En una entrevista con Ethic, Arrojo recordó que el «acceso universal al agua potable está indisolublemente unido al buen estado ecológico de nuestros ecosistemas». La vinculación de los valores sociales y ambientales, insistió, «es absolutamente fundamental, y el agua es una excelente plataforma pedagógica para entender esa vinculación inexorable entre lo social y lo ambiental».

La seguridad alimentaria, la salud, la energía y el crecimiento dependen del agua

El agua también es medio ambiente. «En las sociedades modernas el discurso dominante en la política del agua se refiere a ella como un mero recurso hídrico o hidráulico, desvinculándola de su contexto territorial y abstrayéndola, por tanto, de su intrínseca relación con los ecosistemas y el ciclo hidrológico, así como de su vinculación con los pueblos que dependen de ella», indican en un escrito Alba Ballester y Graciela Ferrer, fundadora de la asociación Xúquer Viu (Júcar Vivo) y diputada en las Cortes Valencianas.

Hablar de medio ambiente, hoy, es hablar de emergencia climática. Las alteraciones provocadas por el calentamiento global impactan en el ciclo del agua, provocando desde sequías prolongadas a episodios más abundantes de lluvias torrenciales, poniendo en riesgo a sectores tan dependientes de este recurso como la seguridad alimentaria, la salud humana, los asentamientos, la energía, el desarrollo industrial, el crecimiento económico y los ecosistemas. Así lo recoge el informe Agua y cambio climático: Desarrollo de los Recursos Hídricos 2020 elaborado por las Naciones Unidas, en cuyo prólogo Gilbert F. Houngbo, presidente de ONU-Agua y del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola, advierte: «El cambio climático afecta –y se ve afectado– por los recursos hídricos mundiales».

Abella: «El río es nuestro territorio y nuestra identidad, donde vivimos y donde queremos seguir viviendo»

«En nuestras cosmovisiones somos seres surgidos de la tierra, el agua y el maíz. De los ríos somos custodios ancestrales el pueblo lenca, resguardados además por los espíritus de las niñas, que nos enseñan que dar la vida de múltiples formas por la defensa de los ríos es dar la vida para el bien de la humanidad y de este planeta». Estas fueron las primeras líneas que pronunció la activista hondureña Berta Cáceres al recoger en 2015 el Premio Goldman, el «Nobel del medio ambiente», que le fue otorgado como reconocimiento a su lucha por la protección del río Gualcarque frente a la construcción de una hidroeléctrica. Un año después de aquellas palabras, fue asesinada. El documental Guardiana de los ríos recoge su historia de lucha por el río y el agua.

Cáceres hablaba así del agua porque «para muchas visiones ancestrales, los ríos y los lagos tienen valor sagrado, son fuente de vida y de depuración», recuerda Arrojo. Porque el agua es eso: derecho humano, salud y espiritualidad. Y, desde hace unos meses, también un bien de mercado. Desde la Plataforma por la Defensa del Ebro, Susanna Abella concluye: «El río no es sólo un valor ambiental, es nuestro territorio y es nuestra identidad, donde vivimos y donde queremos seguir viviendo». Lo decía mucho antes Miguel de Unamuno: «El agua es la conciencia del paisaje».

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