Cultura

Mingote, historia de un «español sin hiel»

Su vida, la de uno de los dibujantes más importantes de la historia de España, se caracteriza por la progresiva pérdida de la inocencia y, sobre todo, por su disparidad: desde hacerse requeté, hasta ser juzgado por «ultraje a la nación».

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Ilustración

Yvonne Redín
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21
abril
2022

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Yvonne Redín

Antonio Mingote es sinónimo de dibujante: es el humorista gráfico de la ternura, del decoro, del asombro, del terrorismo y, sobre todo, de la gente corriente. La belleza de sus dibujos, de trazo curvo y elegante, con querencia al detalle, hacía de sus viñetas un hogar para los desheredados de la historia. En ellos habitaba el silencio, la soledad, la incomprensión, la invocación de la justicia, el conformismo y la inocencia. Junto a Forges y Chumy Chúmez, Mingote formaba parte de una tríada indispensable para entender el carácter de los españoles desde la síntesis del chiste. Pero ¿quién era este hombre de aspecto aristocrático y afable, este autodidacta que hizo suyo el estupor del absurdo y el tono onírico del surrealismo?

Este «español sin hiel», como lo calificase el periodista Raúl del Pozo, nació en Sitges en 1919, la misma localidad barcelonesa de la que era oriundo el pintor Santiago Rusiñol. No obstante, no permanecerá allí para siempre: con su familia se traslada a Calatayud, Daroca y Teruel, donde disfruta como triple solista en el colegio de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, en cuyo patio se rompe la nariz y en cuyas aulas realiza sus primeros dibujos. Fue en el bachillerato, de hecho, cuando Mingote conoce a quienes serán sus tres grandes referentes: Valle-Inclán, Juan Ramón Jiménez y Gómez de la Serna.

Con 13 años publica su primer dibujo, el conejo Roenueces, en Gente Menuda, el suplemento infantil de Blanco y Negro. Más tarde volverá a intentarlo –aunque con menos suerte– al enviar algunos caprichos sobre Don Quijote, un personaje sobre el que Mingote volverá una y otra vez; el catalán llegaría a dedicarle más de 600 dibujos a lo largo de su vida.

El análisis de su obra permite comprobar cómo su mirada se vuelve menos inocente con el transcurrir de los años

Durante esa España convulsa, sacudida de tensiones feroces y olor a sangre por los costados, Mingote se hace requeté –una organización paramilitar carlista– y se une al combate del lado de los sublevados, incorporándose en la Quinta División de Navarra. Acabada la Guerra Civil, el dibujante se traslada a Zaragoza, donde estudia Filosofía durante dos años para ingresar posteriormente en la Academia de Transformación de Infantería; Mingote, por tanto, se convierte en militar de carrera. Inicia entonces sus primeras colaboraciones con La cabra, una revista en la que los cadetes caricaturizaban ciertos aspectos del ejército. Por aquel entonces escribe su primera novela, de corte policíaco, titulada Ojos de esmeralda. No la firmará con su nombre: utilizará el pseudónimo Anthony Mask y la ambientará, gracias a un plano incluido en Espasa, en plena ciudad de Nueva York. 

En 1944 destinan al dibujante a Madrid para ser profesor en la Academia de Suboficiales. Vive en la calle Vinaroz, donde acoge a numerosos humoristas, entre ellos Gila y su mujer, que se quedarán a vivir con él. Mingote ya ha escrito para entonces una comedia musical en tres actos, ha dibujado varias portadas para piezas de la Unión Musical Española e inicia su contribución en La codorniz creando La pareja siniestra, uno de sus trabajos más celebrados y populares. Poco después, sin embargo, Mingote fue acusado de «ultraje a la nación» por una viñeta en la que, denunciando los fraudes fiscales de entonces, ponía en duda que España fuera, tal y como gustaba decir al Caudillo, «la reserva espiritual de Occidente». Tras salir exculpado de la acusación y tras el pequeño éxito de su novela Las palmeras de cartón, abandona el ejército y comienza a dirigir la revista satírica Don José, inventando El novel enmascarado.

Atravesando el ecuador

Durante la década de 1950, Mingote asiste a las tertulias del Comercial, del Varela y del Maraca. También se hace entonces inseparable de Rafael Azcona, si bien apenas tiene para vivir; basta recordar sus herramientas: como pincel, una servilleta enrollada y mojada en los restos de un vaso de agua. Penurias como esta se extenderían hasta la formalización de su relación con ABC, donde comienza a trabajar el 19 de junio de 1953 y donde desarrollará gran parte de su trabajo, llegando a crear más de 23.000 viñetas. El análisis de su trayectoria nos permite comprobar cómo su mirada se vuelve menos inocente con el transcurrir de los años; también se transforma su trazo, cada vez más expresivo. Mingote llamaría a su sección Historia de la Gente: «No sé explicarlo, pero yo a la gente la quiero de verdad», aseguró en una entrevista. Lo estrafalario de nuestro comportamiento, las torpezas, las pequeñas heroicidades, la tontería de que somos capaces; es decir, la gente. No sería anecdótico: 30 años mantuvo vivo este espacio, cuyas piezas pueden verse en la actualidad en el Museo ABC.

El reconocimiento no es escaso: Mingote fue condecorado con el Premio Nacional de Periodismo, la Medalla de Oro al Mérito del Trabajo, la Medalla de Oro de las Bellas Artes y la Cruz de la Orden de Isabel la Católica. En una fecha tan temprana como 1967, Prensa Española instituyó un premio que llevaba su nombre. Más allá del trabajo periodístico, Mingote escribió también Este señor de negro, el guion de la serie de televisión homónima dirigida por Antonio Mercero e interpretada por José Luis López Vázquez. También escribió guiones para el cine, como Soltera y madre en la vida, interpretada por Lina Morgan y Alfredo Landa. Mingote también triunfaría sobre la muerte durante largo tiempo: fallecería en 2012 a la longeva edad de 93 años. Su capilla ardiente se instaló en los Jardines de Cecilio Rodríguez, y no de manera casual: era el alcalde honorario del Parque de El Retiro.

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