Sociedad

La tiranía del periodismo político

La política domina por completo la agenda informativa, haciendo que el periodismo cultural y local se vean infravalorados a pesar de la importancia que tienen a la hora de poder comprender la realidad.

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29
marzo
2022
Fotograma de ‘Todos los hombres del presidente’ (1976).

Si se le pregunta a una clase de primero de periodismo de cualquier facultad española acerca de qué es lo que esperan hacer cuando entren en el mercado laboral, lo más probable es que sean mayoría aquellos que planeen hacer un gran periodismo de investigación. Muchos soñarán con ser como los periodistas representados en las películas, buscando destapar el próximo Watergate. Si la mayoría de los estudiantes comparten este sueño es porque, en la imagen colectiva, este es un oficio con diferentes niveles: el periodismo político es el más relevante, el que cambia cosas; en el imaginario colectivo, al igual que en el subconsciente de la propia profesión, lo importante mantiene este encuadre.

Solo hay que sentarse a ver cualquier telediario para entenderlo. Los debates –y las distintas declaraciones– de este corte lo ocuparán todo. Las secciones de cultura de los medios, por ejemplo, son cada vez más pequeñas; en algunos periódicos locales han desaparecido directamente, fusionadas en secciones-contenedor con otras temáticas. Cualquier declaración grandilocuente del político de turno, sea de la ideología que sea, dominará la agenda informativa, desplazando todo lo demás.

Esta concentración en lo político otorga a su vez un peso elevado a los tertulianos y analistas políticos, que son quienes terminan dominando las escaletas de los programas informativos, aunque no sean siempre necesariamente expertos en los temas de los que opinan. Aún así, se asume que pueden analizar prácticamente todo lo que marca la agenda informativa; a su vez, esto provoca que todos los temas acaben siendo analizados desde una perspectiva política.

Grandes historias a la vuelta de la esquina

«Las grandes historias pueden estar a la vuelta de la esquina. No hace falta ir a buscarlas a lugares lejanos; veo un valor enorme en el periodismo local», decía hace pocos años el periodista Nacho Carretero. Su libro, Fariña, era entonces esa historia de la que todo el mundo parecía estar hablando. Ejemplificaba el valor del periodismo local: el crecimiento del narcotráfico en Galicia durante los años ochenta y noventa– había empezado a ser cubierto en un primer momento por la prensa gallega.

La desaparición de medios locales crea una población más partidista

Aunque el interés por las historias cercanas suele ser alto, estas son las que suelen sufrir una mayor caída de la inversión. Cabe recordar la crisis económica de la década pasada: los periódicos locales y regionales fueron los que salieron peor parados, así como aquellos que registraron un mayor número cierres; lo mismo ocurrió con las secciones autonómicas de las grandes cabeceras. En 2012, un año nefasto para los medios durante la Gran Recesión, Guadalajara se convirtió en una provincia sin periódicos. Lo mismo ocurrió, a su vez, con los medios especializados o culturales.

No obstante, la prensa local es muy importante, especialmente en el envenenado ambiente de las fake news y la desinformación que amenaza ahora el acceso de la ciudadanía a la información. Y no solo porque la información de proximidad –y de otro tipo– importa: también por los efectos que la desaparición de los medios locales tiene en la población afectada. Las investigaciones que se han realizado en Estados Unidos durante los últimos años apuntan a que la desaparición de medios locales crea una población más partidista, pero también que el periodismo local es clave para recuperar la confianza en los medios de comunicación. «En la era de las fake news y las políticas divisivas, el destino de las comunidades está conectado con la vitalidad del periodismo local», concluía una investigación realizada por expertos de la Universidad de Carolina del Norte. A pesar de su importancia, un análisis realizado en 2019 alertaba de que a la prensa local impresa podrían quedarle 5 años de vida: la crisis publicitaria de los medios sigue haciéndole pagar los platos rotos.

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