Sociedad

¿Ha muerto el psicoanálisis?

Cien años después de que Sigmund Freud fundara su método para recorrer el indómito territorio del inconsciente, los hallazgos del psicoanalista todavía mantienen hoy un pulso constante contra sus numerosos detractores, quienes critican la falta de evidencia científica en sus investigaciones.

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24
marzo
2022

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«Queda para el futuro decidir si mi teoría contiene más delirio del que yo quisiera, o el delirio más verdad de lo que otros hallan hoy creíble». Palabra de Sigmund Freud (1856-1939), uno de los hombres más influyentes del siglo XX, descubridor de un territorio indómito a la par que fascinante y perturbador: el inconsciente, un espacio donde la razón no impera y cuyas normas y maneras de manifestarse escapan a los códigos predecibles. Lo que somos sin saberlo. El psicoanálisis.

Cien años después, el método que fundó el austriaco para investigar el inconsciente, el psicoanálisis, mantiene el pulso pese a los muchos detractores con los que cuenta. Al psicoanálisis le debemos una teoría minuciosa del funcionamiento de la mente humana, una práctica terapéutica que trata de reparar los problemas psíquicos y una manera de entender y analizar los fenómenos socioculturales, desde el racismo al cine, desde la escritura a la violencia.

Freud concibe por vez primera que los síntomas (la bulimia, la anorexia, la depresión, los comportamientos compulsivos, los lapsus, insomnio, etc.) son portadores de significados ocultos. Frente a la medicina tradicional, que se limita a prescribir los fármacos más efectivos contra los síntomas, el psicoanálisis indaga su causa para abordarla y hacerla consciente. Una cura a través de la palabra, utilizando la asociación libre, los sueños y la escucha activa del psicoanalista.

El legado intelectual de Freud fue copioso: más de 20 volúmenes, alrededor de 300 artículos de su trabajo clínico, anotaciones sobre más de 70 pacientes y numerosas entrevistas. A partir de ese corpus y de sus enseñanzas directas, numerosas fueron las escuelas que se desarrollaron en torno al psicoanálisis, la mayor parte de ellas en activo: la de Budapest, la Kleiniana, la rama Winnottiana, la de Jung (y el inconsciente colectivo), la de Lacan, la psicología del Self…Así como otras más cercanas en el tiempo si pensamos en el psicodrama, la Gestalt, el análisis caracteriológico, la psicoterapia sistémica, las desplegadas en torno a la resiliencia…

Igual que la historia da un sentido a los acontecimientos y ayuda a entenderlos, el psicoanálisis permite al paciente conocer los orígenes de sus problemas

En realidad, los conceptos como inconsciente, complejo de Edipo, represión, lapsus, mecanismos de defensa, neurosis o narcisismo son tan comunes como de origen freudiano. Sin embargo, pese al hallazgo del médico judío, el reproche que a día de hoy sigue recibiendo el psicoanálisis es que no tiene estatus científico. 

Si nos referimos al método científico como positivista, es decir, como objetivo y verificable (matemáticas, física, estadística, química), es cierto que el psicoanálisis no es una ciencia. Pero tampoco, siguiendo este criterio, lo serían la historia, la lingüística o la etnografía. Nadie puede negar que las disciplinas mencionadas tienen una vocación científica, una sistematización de las conclusiones extraídas de su experiencia, un desarrollo filosófico y una hipótesis de trabajo tan especializado como cualquiera de las ciencias clásicas. Lacan las denominó «ciencias conjeturables».

Al igual que la Historia no puede verificar cuál fue el detonante exacto de la Revolución Francesa, sino que da un sentido a los acontecimientos sucedidos y nos ayuda a entenderlos, lo hace el psicoanálisis. Los pacientes que acuden a consulta no van a recibir una pastilla que les desvanezca su angustia, no darán con respuestas inmediatas en sesión, sino con un trabajo profundo de alguien que quiere entender su dolor –no para extirparlo, sino para convivir con él de una manera saludable–. «Es un buen ejercicio ser del todo sincero consigo mismo», afirmó el maestro.

Cierta displicencia causa el modo en que el psicoanálisis trata a los enfermos mentales por primar su dignidad, por escucharlos

La herencia está ahí. Eric Kandel, Premio Nobel de Medicina en el año 2000, y el reputado neurocientífico Ramachandran han dado soporte científico a la teorías freudianas de la represión y los procesos inconscientes. Y es que, a medida que la neurociencia avanza, las tesis del austriaco se ven avaladas. 

Cierta displicencia causa el modo en que el psicoanálisis trata a los enfermos mentales por primar su dignidad, por escucharlos. Hay una escucha atenta al loco, al depresivo, al paranoico. Detrás de sus delirios se esconde su razón, su motor primero. En la medicina occidental, uno puede tener un diagnóstico de trastorno bipolar o depresión en apenas una consulta; y un diagnóstico hace que uno se crea algo y, por tanto, actúe como enfermo toda su vida. Pero la salud no es una mercancía y, para el psicoanálisis no hay nada vergonzante. Nada que esté bien o mal. Todo tiene su importancia, forma parte de nuestra historia.

El otro gran reparo que se achaca al psicoanálisis es la lentitud en que comienza a advertirse la mejoría en el paciente. Si alguien tiene problemas para conciliar el sueño, una pastilla lo solucionará de inmediato. Podrán pasar 40 años y seguirá medicándose antes de acostarse, pero dormirá. En contraste, el psicoanálisis requiere tiempo para entender el porqué de algunas cosas. Tal vez al año, o a los años, el paciente logre entender qué le quita el sueño, no solo evitándose una medicación sino permitiéndose conocerse un poco mejor. «La ciencia moderna aún no ha producido un medicamento tranquilizador tan eficaz como lo son unas pocas palabras bondadosas», escribió Freud.

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