Opinión

De la vida como combate continuo contra la depresión

El suicidio es un abismo para quien lo contempla desde fuera, y una salida fatal del mismo –pero salida, al fin y al cabo– para quien lo ejecuta. Necesitamos más psicólogos y psiquiatras en la atención pública, porque si hay un asunto que no puede permitirse listas de espera de meses, es este.

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14
diciembre
2021

La muerte de la actriz Verónica Forqué ha vuelto a traer al debate público el suicidio, y más concretamente, el de cómo debe tratarse en una sociedad en la que ha primado hasta ahora el tabú sobre otras consideraciones. El suicidio es un abismo para quien lo contempla desde fuera, y una salida fatal del mismo –pero salida, al fin y al cabo– para quien lo ejecuta. Siendo así, se entiende que la mayoría de las culturas hayan tendido a esconderlo, cuando no a castigarlo con amenazas de represalias divinas a quien lo intentase.

Un monólogo de Les Luthiers se hacía eco de ello al describir con sorna que el suicidio estaba tan penado que, en determinados lugares, su tentativa estaba castigada con la muerte. Son menos frecuentes posiciones como la que hace unas semanas mostraba la poeta Chantal Maillard, que sufrió el suicidio de una hija, en una entrevista en el diario malagueño Sur: «Seguir o no con vida es una elección personal. Nadie tiene derecho a inmiscuirse, a ese respecto, en la libertad de otros».

«Cuando la tentativa de suicidio se produce, es el final de un camino que ha comenzado mucho antes»

Que la salud mental esté saliendo del estigma y la sociedad esté más predispuesta a afrontar este creciente problema es una buena noticia. Cuando la tentativa de suicidio se produce, es el final de un camino que ha comenzado mucho antes, con avisos imperceptibles que van agrandándose a medida que se finge no haberlos visto. Se ha hablado, con razón, de la necesidad de reforzar la atención médica de las enfermedades mentales, y al respecto el Gobierno ha aprobado una Estrategia de Salud Mental que, si bien ha sido criticada por la escasez de fondos, es un primer paso sobre el que construir algo más acorde a la magnitud del problema. Necesitamos más psicólogos y psiquiatras en la atención pública, porque si hay un asunto que no puede permitirse listas de espera de meses, es este.

Decía Freud que la vida es un combate continuo contra la depresión, y lo cierto es que el dolor, las enfermedades o la incertidumbre por la falta de significado, no son rarezas de la existencia, sino parte de su naturaleza. Quien no toma ansiolíticos o antidepresivos no es que esté perfectamente bien y conforme con el mundo, sino que ha encontrado herramientas para sobrellevar la situación. En la misma entrevista, Maillard se preguntaba: «¿Acaso la existencia es otra cosa que la historia de nuestras pérdidas? ¿Puede curarse la existencia?».

Que eso derive en una vida insoportable sí es una patología que se debe atender, y quien ha pasado por ella sabe que el primer alivio comienza por sentirse escuchado y comprendido. Está bien reclamar y esperar más de los poderes públicos, pero hay que empezar por lo que ya está en nuestra mano y, seguramente, en nuestro entorno. A partir de ahí, todo lo demás.

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