Cambio Climático

¿Cómo afecta el cambio climático a las mujeres?

El impacto del cambio climático no solo dificulta el acceso a recursos naturales y aumenta la pobreza, también –y de forma inevitable– la desigualdad de género: el 80% de los refugiados climáticos ya son mujeres. Según un análisis del Boston Consulting Group, las actuales estrategias de adaptación a la crisis ambiental todavía podrían retrasar la consecución de la igualdad de género entre 15 y 20 años.

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08
marzo
2022

Nadie está a salvo del cambio climático. Esa es una de las devastadoras –e irrebatibles– conclusiones del último informe de la IPCC. Pero lo cierto es que, aunque los efectos golpearán a toda la población y a todas las zonas geográficas, su impacto no se repartirá de forma equilibrada. La brecha entre ricos y pobres se harán aún más evidentes a la hora de pagar las consecuencias de la crisis climática, pero también la de género. Para las mujeres, las consecuencias del cambio climático están siendo ya mucho más graves.

¿Se hace entonces necesario un análisis desde una perspectiva de género para entender cómo les seguirá golpeando el cambio climático? «Efectivamente, nada es indiferente al género», resume Tatiana Nuño, responsable de la campaña de cambio climático de Greenpeace España. «Ya hay muchas evidencias de que eso es así», apunta por su parte Margarita Ruiz Ramos, profesora en la ETSIAAB de la Universidad Politécnica de Madrid y experta en cambio climático.

Las respuestas de las expertas no parten de interpretaciones subjetivas o visiones teóricas de la situación, sino de datos. Las estadísticas llevan ya años alertando de que los efectos del cambio climático están desequilibrados entre ambos géneros y que ellas se llevan la peor parte. De hecho, uno de los puntos del Acuerdo de París, que se negoció en 2015, reconocía por entonces la necesidad de incorporar una perspectiva de género al desarrollo sostenible y a las medidas para paliar los efectos negativos del cambio climático. En ello coinciden organizaciones como el Banco Mundial o las Naciones Unidas que, ante estos desafíos, defienden la urgencia de respuestas socioeconómicas y medidas políticas con un enfoque multidimensional que prioricen a las mujeres.

Según al OCDE, solo el 5% de la ayuda de la cooperación para el desarrollo al sector agrícola va específicamente destinado a la igualdad

Sin embargo, según un análisis del Boston Consulting Group, tal y como están diseñadas hoy las estrategias de mitigación y adaptación al clima, estas podrían retrasar la consecución de igualdad de género entre 15 y 20 años. El motivo, de forma muy resumida: no se cubren adecuadamente las desigualdades de género que se registran tanto en sanidad como en las finanzas o el acceso a alimentos.

La profesora Ruiz Ramos ahonda en esta realidad con dos explicaciones clave para entender por qué el cambio climático agranda la brecha de género. Por un lado, explica, está el hecho de que algunas consecuencias afectan de forma específica en mayor medida a las mujeres, algo que se hace especialmente evidente en los países en desarrollo. Por otro, los efectos del cambio climático funcionan «como cualquier estresor económico», lo que potencia situaciones de crisis y, habitualmente, las mujeres salen peor paradas en esos contextos. Todo ello hace que, tanto de una manera directa como una indirecta, las mujeres se vean mucho más golpeadas por la situación.

Así, por ejemplo, el 80% de los refugiados climáticos son ya mujeres, como recuerda en un estudio sobre cambio climático y género el Instituto de la Mujer. Las propias Naciones Unidas advierten también de que el cambio climático ya ha afectado a la seguridad alimentaria y a la escasez de comida, al acceso al agua potable y ha causado una pérdida en la biodiversidad que afecta a la supervivencia de quienes viven conectados a ella. Todos estos contextos han hecho más precaria la subsistencia de los habitantes de las áreas afectadas y, sobre todo, ha hecho a las mujeres mucho más vulnerables. «La pobreza tiene rostro de mujer», indica Tatiana Nuño. Es un recordatorio similar al que la lanza Naciones Unidas: las mujeres son «la mayoría de los pobres del mundo».

Cabe recordar que, la última COP26, se celebró un Día de la Mujer. «Hoy es el día del género porque el género y el clima están profundamente entrelazados», explicaba entonces Alok Sharma, presidente de la Conferencia. «El impacto del cambio climático afecta a las mujeres y a las niñas de forma desproporcionada». A todos los obstáculos que las mujeres tienen que sobrepasar, el problema climático ha estado simplemente sumando unos cuantos elementos más.

La brecha de género ya llama a la puerta

El desequilibrio de género, sin embargo, no aparece tan solo en las situaciones extremas del cambio climático. También lo hacen en espacios más inmediatos y de una forma menos notable. No hay que esperar a que un fenómeno meteorológico extremo llame a la puerta para comprender cómo las mujeres salen perdiendo.«El efecto es más evidente en países en desarrollo, pero también se percibe en países como el nuestro», explica Margarita Ruiz Ramos. Al fin y al cabo, en el sur de Europa se sufren ya las consecuencias de las olas de calor, uno de los daños colaterales del cambio climático, y los estudios ya han empezado a demostrar que las mujeres sufren de forma especial sus efectos.

Igualmente, recuerda Tatiana Nuño, las mujeres sufren más los efectos de la pobreza energética pues, si bien la crisis energética afecta a muchas familias, las familias monomaternales se llevan la peor parte, apunta, recordando que la industria de la energía es «un sistema muy masculinizado» en el que las decisiones sobre precios o cómo afrontar los problemas las están tomando hombres.

A todo ello se suman los problemas que causa en la salud el cambio climático durante la gestación –las olas de calor aumentan los partos prematuros– o en la salud mental. «Los problemas de salud son también debidos al estrés», recuerda Nuño, indicando que este es justamente uno de los puntos que toca el último informe del IPCC.

Ruiz: «A pesar de ser las más afectadas, las mujeres son las que menos contribuyen a las emisiones»

Pero no solo eso: también hay un desajuste en términos de justicia climática. La profesora Ruiz Ramos recuerda que «las mujeres contribuyen menos a las emisiones» que causan el cambio climático, ya sea porque tienen menos poder de gasto (y esto las empuja a comportamientos más verdes, pues no se pueden permitir los que no lo son) o porque están más concienciadas (y adoptan pautas más sostenibles para reducir el impacto de su comportamiento en el medio ambiente). Por ejemplo, las mujeres están más dispuestas a moverse en transporte público, aunque es una decisión multicausal: no solo se trata de conciencia, también del acceso a los recursos familiares, los sectores de ocupación o la distribución del tiempo dedicado a las tareas domésticas son algunos de los factores que convierten la movilidad en una cuestión de género.

Otro ejemplo: en América Latina, según los datos del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura, casi 60 millones de mujeres viven en el campo, pero solamente el 30% de ellas son dueñas de tierras agrícolas, apenas el 10% tiene acceso a crédito y solo un 5% a programas de asistencia técnica. Y los datos de la FAO confirman esta desigualdad: aunque las mujeres producen el 50% de los alimentos, y en muchos países en desarrollo hasta el 60-80%, obtienen entre un 20 y un 30% menos de beneficios que los hombres agricultores.

A esto hay que sumar los efectos  de los fenómenos meteorológicos adversos como las sequías o inundaciones, que también afectan a los ingresos de las agricultoras y a su subsistencia, como advierte la Fundación Microfinanzas BBVA. Y, sin embargo, según la OCDE, solo el 5% de la ayuda de la cooperación para el desarrollo dirigida al sector agrícola va específicamente destinado a la igualdad de género: si las mujeres que trabajan la tierra tuvieran el mismo acceso que los hombres a recursos –como formación, tecnologías y financiación– los rendimientos aumentarían de tal forma que supondrían la salida de la pobreza de entre 100 y 150 millones de personas.

Una visión desagregada

Como advierte la FAO, con las alteraciones climáticas la carga de trabajo de las mujeres dentro y fuera del hogar también puede aumentar. Ante la creciente escasez de recursos como el agua, ellas se ven obligadas a recorrer más distancias y emplear más tiempo en esta labor (pero con menos rendimiento y mayor inseguridad alimentaria). Por tanto, en la lucha contra los efectos del cambio climático se hace necesario aplicar una visión de género y diseñar soluciones que tengan en cuenta a las mujeres.

No se puede pensar simplemente en un término medio general, porque hasta ahora el término medio ha sido un hombre. Como argumenta Caroline Criado-Pérez en Invisible Women. Exposing Data Bias in a World Designed for Men, la vara de medir que han usado empresas o administraciones como guía para tomar todo tipo de decisiones es en realidad un hombre, habitualmente blanco y europeo; no tienen en cuenta lo específico de la situación de las mujeres.

Sharma: «El género y el clima están íntimamente entrelazados»

Esas redes de transporte público que las mujeres usan más, por ejemplo, se han olvidado por completo de ellas cuando se diseñan itinerarios u horarios de servicio. Por otro lado, la respuesta médica a los problemas coronarios, recuerda en su libro Criado-Pérez, ha sido desarrollada durante décadas pensando en los hombres como pacientes y sin tener en cuenta que los síntomas y el tratamiento no encajan con las mujeres. Uno de los efectos del cambio climático es, justamente, incrementar los problemas cardiovasculares.

Así, la ONU insiste en la necesidad de incorporar perspectivas de género a los análisis sobre cambio climático, implicando a las mujeres como agentes de cambio a la hora de implantar respuestas y acciones. Las normativas que se han ido diseñando en Europa, por ejemplo, ya incluyen esta visión de género cuando abordan los problemas causados por el cambio climático.

Pero también las expertas recuerdan la importancia de la presencia de las propias mujeres en los órganos que toman decisiones y la necesidad de tener muy presente la conexión de esta brecha climática con la brecha de género. En ese contexto, «la igualdad climática empieza por la igualdad social», recuerda Margarita Ruiz Ramos.

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