Medio Ambiente

¿Volverá Doñana a ser Doñana?

En agosto de 2022 desapareció la última laguna permanente de agua dulce que resistía a la sequía en el parque, dejando un pequeño charco al que ya no acuden ni siquiera las aves acuáticas. El grave estado de salud de la zona ha llevado a los expertos a reivindicar, una vez más, una correcta gestión territorial que acabe al menos con uno de los problemas en Doñana: la sobreexplotación de los acuíferos.

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10
octubre
2022

Hasta este verano, la laguna de Santa Olalla ostentó el título de ser la más grande de todo el Parque Nacional de Doñana y la única capaz de hacer frente a las altas temperaturas veraniegas y las extracciones ilegales de agua, acompañadas de una sequía cada vez más aguda. Pero no pudo aguantar más: se secó por completo antes de que terminase agosto, el tercero más cálido desde que hay registros. «Ha quedado reducida a un pequeño charco en el centro, donde ya no acuden ni siquiera las aves acuáticas», indican desde la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC).

Era la única que se mantenía con agua permanente en todo el conjunto de grandes lagunas que se forman a sotavento del impresionante cordón de dunas que separa la marisma del Océano Atlántico. De hecho, la continua explotación de los acuíferos por parte de la agricultura intensiva y de las extracciones para consumo humano, también en los años tan secos como este, hace que no solo las lagunas temporales hayan desaparecido del Parque Natural, sino que también las permanentes estén amenazadas. «A Doñana ya no le quedan lagunas permanentes, mientras que la superficie de arrozal plantado este año es una tercera parte de la normal debido a la falta de agua», señala Eloy Revilla, director del EBD-CSIC.

No es la primera vez que se da la voz de alarma por la sequía en la laguna de Santa Olalla: es la tercera vez que ocurre desde que la Estación Biológica comenzó sus mediciones en los años 70 del siglo pasado. Pero esta vez es distinta porque la falta de agua cada vez es más preocupante según explica Revilla: «Hace ya años que no llueve de manera normal. Doñana lleva diez años consecutivos con niveles de precipitación inferiores a la media». Las zonas húmedas y las especies que dependen de ellas, como las aves acuáticas, se ven especialmente afectadas y obligadas a desplazarse en busca de áreas que mantienen agua disponible en los momentos más duros del estiaje.

Los problemas a los que se enfrenta Doñana

Recientemente, WWF, una de las organizaciones responsables de la creación del espacio protegido en Doñana hace más de 50 años, analizó en un informe los principales retos con los que ha tenido que lidiar el Parque Nacional en los últimos años. El principal –y que todavía continúa– es la sobreexplotación de los acuíferos y el robo del agua, que ha llevado a España ante el  Tribunal Europeo de Justicia por incumplimiento de varias directivas para declarar la sobreexplotación de las masas de agua subterráneas.

Más allá de la sobreexplotación de los acuíferos, los vertederos y las escombreras ilegales también dejan su huella en el parque

Desde la asociación ecologista consideran que el gran reto es el cierre de pozos ilegales, «que debe ir acompañado de una aplicación estricta del Plan de la Corona Forestal, aprobado por el Gobierno de Andalucía en 2014, con actuaciones en las fincas que deben ser clausuradas, responsabilidad que la Junta de Andalucía elude sistemáticamente». Por otro lado, WWF apunta a los vertederos y escombreras ilegales en las zonas del parque como un problema ambiental que también puede tener impacto en la salud de la población. Asimismo, señalan a los peligros de incendios, como el que sucedió en 2017, por los veranos cada vez más calurosos. Otro de los retos a abordar son las especies invasoras que han incrementado «notablemente» en los últimos 10 años.

Replantear el modelo de gestión territorial es fundamental para salvar Doñana, tal y como esgrimen los expertos

Además, la contaminación del aire, lumínica y acústica tampoco dejan respirar al parque. Doñana «no está lejos del polo químico de Huelva, donde la emisión de gases, las balsas de fosfoyesos o los vertidos al medio marino –por accidentes en la descarga de petróleo, por ejemplo– son las consecuencias de la presencia de empresas dedicadas a la producción de fertilizantes y derivados del petróleo». La actividad pesquera tampoco está exenta de problemas, dado que «el escaso control y el uso de dragas hidráulicas para la captura de chirla destroza los fondos marinos y afecta a especies de gran importancia socioeconómica, como el langostino».

Un futuro incierto

En un manifiesto, 25 sociedades científicas y 1.109 investigadores del ámbito de la biodiversidad y geodiversidad alertan del incierto futuro del Parque Natural si se siguen sin tomar medidas: «La resiliencia de este ecosistema y la de sus propios procesos naturales ya ha sido gravemente afectada. La tendencia, en lugar de revertir, se agrava y tornará irreversible si no se limitan las fuerzas motrices generadoras del drástico cambio que está sufriendo Doñana y su entorno».

Para que esto cambie, los expertos consideran que debe «replantearse el modelo de planificación y gestión territorial, remediarse las presiones y amenazas que se ciernen sobre el espacio natural y anticiparse las medidas que mitiguen los efectos del cambio global».

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