Superlópez se jubila
El autor de los tebeos, Juan López, cuyo alias responde al nombre de «Jan», anuncia que pondrá fin a las aventuras del superhéroe después de 49 años y 87 cómics.
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Superlópez cuelga su capa, aunque no su autor: «Jan» (alias de Juan López) ha anunciado hace escasas semanas que no dibujará más a uno de los héroes más icónicos del cómic español. El veterano creador catalán, de 82 años, ha decidido «rendirse» ante la evidencia de que los niños ya no leen sus tebeos y sus fans son adultos con 30 años o más. El superhombre bigotudo, así, pasa a segundo plano: Jan continuará dibujando, pero lo hará con otros de sus personajes. Una etapa de cinco décadas del cómic español llega a su fin.
Superlópez, que comparte nombre y apellidos con su creador, «nació» en 1973 en la editorial Euredit como una parodia del Superman clásico: a través de sus viñetas observamos que Juan es un oficinista cualquiera que, ante dificultades cotidianas, se imagina a sí mismo con superpoderes. Más adelante, el personaje pasó a la editorial Bruguera y se convirtió en una broma más vulgar: un superhéroe español que siempre discutía con su mujer y resolvía los problemas de forma torpe en historietas de tan solo dos páginas.
La forja de un… ¿héroe?
El personaje que conocemos, sin embargo, empieza realmente en 1978, a rebufo del éxito de la película Superman, protagonizada por Richard Donner y Christopher Reeve, y gracias a la asociación de Jan con el guionista Francisco Pérez Navarro, conocido como «Efepé». El dibujante, harto del «humor Bruguera», que consideraba anticuado, consiguió desarrollar entonces un estilo más complejo con la ayuda del guionista. En esta etapa, López se convierte en una parodia mucho más directa de Clark Kent: su nombre es Jo-Con-Él, proviene del planeta Chitón y cuando llega a la Tierra es adoptado por una pareja de Lleida. Como adulto, el protagonista trabaja en una oficina genérica junto a su amigo Jaime González (nombre inspirado por Jimmy Olsen, el mejor amigo de Superman) y su amada Luisa Lanas (es decir, la versión castiza de Lois Lane).
El personaje que conocemos empieza en 1978, a rebufo del éxito de la película ‘Superman’, y gracias a la asociación de Jan con el guionista Francisco Pérez
Aunque Efepé permanece un par de años trabajando junto a Jan, ambos terminan separándose: el dibujante quiere independizarse de los superhéroes y experimentar con el humor costumbrista, los temas sociales y la ciencia-ficción. Después de probar historias protagonizadas por alienígenas, experimentar con el formato y romper la cuarta pared, llega la aventura que lo cambia todo. Es 1983 y está acabando la Transición. En ese año, Jan publica Los cabecicubos, donde Superlópez se enfrenta a una enfermedad que no solo vuelve cuadrada la cabeza de la gente, sino que llena las mentes de ideas autoritarias. En plena resaca del franquismo y en plena Guerra Fría, López se enfrenta a una dictadura y vence; aunque lo hace a su estilo, claro: casi por casualidad.
A partir de las siguientes cuatro décadas, Jan intentará reflejar las preocupaciones de cada momento y homenajear a los clásicos de la literatura de aventuras. Así, Jan conseguía reflexionar sobre el colonialismo y la incipiente crisis ecológica a través de Los ladrones de ozono, publicado en 1992. Con el boom de internet en 2001, sin embargo, llegó el turno de El dios del bit, y cuando en 2003 algunos de sus fans ya iban alcanzando cierta edad terminó por dibujar El gran botellón. En 2007, mientras la crisis comenzaba a asomar sus colmillos, Superlópez se enfrentaba al Hipotecarión: si en la Plaza Cataluña de Barcelona acampaba el movimiento del 15M, a López lo llamaban para hacer de observador intergaláctico en las Elecciones en Kaxim. Más tarde, el villano del año 2014 se llamaría El gran desahuciador. Al año siguiente, en El Supergrupo contra los Demoledores, el protagonista se debate entre ayudar a derribar un hotel ilegal en una playa protegida o protegerlo hasta que los tribunales lo decreten.
Un nuevo superhéroe en la gran pantalla
El salto al cine ocurrió en 2018: tras varios intentos en los que se rumoreó acerca del posible protagonismo José Mota o Imanol Arias para meterse en el papel, terminaría siendo Dani Rovira el que encarnaría a un superhéroe con los mismos poderes y algún problema parecido al de las viñetas, si bien perdería toda su carga de crítica social y dibujaría un superhéroe más naíf. Frente al personaje de las viñetas, que siempre está cansado, deseando su café con leche con un croissant y dormir la siesta, este personaje arregla las cosas con la actitud de adolescente grandullón que se conforma con no fastidiarla mucho.
En los tebeos, incluso la última aventura tiene un algo de reflejo de la actualidad. En Sueños frikis, Superlópez, que está deseando llegar a casa para tomar una cerveza y ver un partido de fútbol, responde a la llamada de ayuda de Mayra, una joven friki que sufre acoso. El protagonista adopta el papel de mago y mentor en un mundo de espada y brujería para dar una bronquita a los fans en los tiempos del acoso en redes o la cultura de la cancelación: la ficción sirve para liberarnos, abrir nuestra mente y hacernos mejores, no como excusa para atacar a nadie. Una de las lecciones de Superlópez es que nada es lo que parece. Un señor adormilado en el metro cuyo sueño máximo es conseguir una buena entrada para ver el Barça-Español –Parchelona y Fespañol en las viñetas, no vaya a ser– puede ser el héroe capaz de salvar el universo.
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