Cultura

Viñetas contra el cambio climático

Reflexión, denuncia, entretenimiento… y también una invitación al compromiso: la industria del cómic está trabajando cada vez más por la concienciación sobre el medio ambiente a través de los trazos de sus artistas. Hacemos una selección.

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26
abril
2021
Viñeta de ‘Lluvia’ (Ediciones La Cúpula)

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La industria del cómic mueve anualmente más de 3.000 millones de euros sólo en España, y emplea –de manera directa o indirecta– a más de 30.000 personas, según un informe de la OBS Business School. Somos el cuarto país europeo con mayor número de novedades anuales, y uno de los principales mercados en cuanto a disponibilidad de títulos. Pero no solo de pan vive el hombre. Hay cómics (o historietas) manga, de superhéroes, de terror, de ciencia ficción… cómics (o historietas) infantiles, para adultos, para cada una de las tribus urbanas que conforma la acrisolada identidad de una sociedad… Hay cómics de evasión, filosóficos, políticos y panfletarios. Y hay cómics que combaten con su trazo y contenido el cambio climático.

Uno de los últimos títulos en denunciar la crisis climática, en este caso a través de las voces de los distintos pueblos indígenas, es Puro Perú, un proyecto impulsado por la ONG Cesal que reúne a ocho ilustradores que conjuran las divinidades de la tradición inca como ‘Mama Cocha’ (diosa de las aguas), ‘Pachamama’ (la antropomorfización de la Tierra) o los ‘Apu’ (espíritus de la montaña) para sensibilizar sobre la situación medioambiental del planeta, en la selva amazónica y en la sierra del Perú. Además del Premio Nacional de Cómic, Paco Roca, participan El Rubencio, Alex Orbe, Calo, Pam López, Ana Miralles, Nuria Tamarit y Teresa Valero. Historias sencillas capaces de concienciar a todo tipo de lectores.

Viñeta de ‘Puro Perú’.

Con un pensamiento ecológico incoativo, Lluvia (Ediciones La Cúpula), de Bryan y Mary M. Talbot, propone un despertar de ciudadanos anónimos ante los desafíos apremiantes como la contaminación o la mala gestión de los recursos naturales, así como la pobreza que originan. Estas páginas demuestran que todo acto tiene su consecuencia, no solo inmediata, no solo individual: a partir de la destrucción de las ciénagas de las Tierras Altas en Reino Unido a causa de la caza desmedida del urogallo, los Talbot construyen una historia que evidencia cómo todo está relacionado y la forma en que un (aparentemente) insignificante acto humano puede alterar ecosistemas enteros.

En una línea más fantástica encontramos a Wonder Woman, la amazona creada por William Moulton Marston para DC Comics. Y de entre sus aventuras, Tierra Muerta. Cuando la superheroína despierta tras un letargo de siglos, descubre que la Tierra se ha visto reducida a un erial nuclear a causa de las malas acciones humanas, capitaneadas por el egoísmo y la ambición. ¿Podrá la Mujer Maravilla hacer algo por el planeta?

Alejado de gestas, un acto cotidiano como depositar la bolsa de basura en los contenedores: ¿no parece un truco de magia que al día siguiente estén vacíos para así poder seguir recibiendo nuestros desperdicios? Basura (Astiberri Ediciones), de Derf Backderf, explica, a través de las peripecias de tres basureros, dónde van nuestros detritos, por qué es importante clasificarlos, qué se hace con ellos y qué beneficios económicos y ecológicos se obtienen de su correcta gestión. Javier Marías, en su novela Todas las almas, también reflexiona sobre qué dice de cada uno de nosotros la basura que generamos. Algo así. Por cierto, el ilustrador habla de primera mano. Él mismo trabajó como basurero. 

Para los más pequeños, Bahía Acuicornio (Ediciones La Cúpula), de Katie O’Neill, que enseña cómo cuidar el mar. Cuando Lana regresa a su pueblo costero junto a su padre para ayudar a limpiar los estragos causados por la última gran tormenta, descubre una colonia de ‘acuicornios’, unas pequeñas criaturas mágicas que viven en el arrecife de coral y que le enseñarán multitud de peculiaridades sobre los océanos.

Viñeta de ‘Bahía Acuicornio’.

Hay otras muchas historias: Nausicaä del Valle del Viento (Planeta DeAgostini), de Hayao Miyazaki, un manga que trata las consecuencias de los «Siete Días de Fuego», una catástrofe provocada por la excesiva industrialización; El demonio (Planeta DeAgostini), de Seok Jeong-Hyun, sobre un futuro en el que el planeta ha quedado arrasado por el cambio climático; The Amazon (Norma Editorial), de Steven Seagle, sobre la deforestación del Amazonas y sus consecuencias; Color Café (Ediciones Ponent), de Alfonso López, que reflexiona acerca de la inmigración, la ecología y el cambio climático… Y hasta uno de la aldea gala por excelencia: reinventando el cómic original, un grupo ecologista alemán lanzó, en 1980, Asterix y la planta de energía nuclear (Colectivo Ecológico Brisa), una apuesta por las energías renovables y en contra de las centrales nucleares que está accesible en formato digital.

Reflexión magra, denuncia, entretenimiento. Pero también una invitación al compromiso. A la acción. En ocasiones un cómic puede ser más efectivo que un artículo en el New York Times. Los cómics son propuestas más visuales, más llamativas y más accesibles lingüísticamente que permiten comunicar en masa –y a través de historias fácilmente memorables– sobre el gran reto de nuestro tiempo: el cambio climático.

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